CHRISTIAN
—Hijo; hoy conocerás a tu futura esposa — me dice mi padre muy convencido de que yo aceptare. Y como no hacerlo, soy el mayor de los Anderson, mis otros hermanos tienen 17 y 12 años, no saben lo que es la vida.
—Si padre, pero aun no entiendo el porqué del casamiento — pregunto
—Esas son cosas que no conversare contigo por el momento — dice dando por sentado su decisión.
—Eso quiere decir que más adelante me las harás saber — digo curioso
—Christian solo alístate — dice mi padre, dejándome solo
Me visto como siempre lo hago; un traje n***o, una camisa blanca y una corbata azul oscuro.
Tengo 20 años y desde que tuve conciencia sabía cuál sería mi futuro, liderar el imperio de los Anderson. Mi deber es mantener las relaciones a flote, por ende, debo siempre vestir para la ocasión.
***
Llegamos a una casa muy bonita y nos abre una señora de unos 50 años aproximadamente.
—Buenas tardes, soy Christian Anderson — me presento y le doy la mano como saludo.
—Joven buenas tardes, pase — me dice la señora y me deja pasar.
—Joven Christian es un honor que este en mi casa — me dice mi futuro suegro.
—Señor Clark, no he venido a socializar, ¿Dónde está su hija? — pregunto, mirando toda la casa buscando rastro de la joven Clark.
—Aquí estoy joven Anderson — escucho como ella habla y volteo a verla.
Puede que tenga 18 años, pero no lo parece; su estatura es pequeña y tiene cara de niña mimada; es hermosa eso no se puede negar, su piel es blanca y brilla como la porcelana, sus ojos son color café y su cabello rizado color cobrizo.
—Yo soy Brenda Clark, su futura esposa — dice muy firme, es algo bueno que lo haya aceptado rápido.
—Muy bien, ya te conozco así que me voy — digo y solo pienso en largarme.
Avanzo a paso rápido y antes de abrir la puerta siento como su pequeña mano agarra mi brazo.
—¿No te enseñaron a ser educado? — dice ella algo enojada.
—¿Perdón? — pregunto algo irritado.
—Mira sé que recién me conoces y que ya nos vamos a casar, pero no puedes ser un poco más educado — dice Brenda y parece irritada. Sus mejillas están rojas y sus ojos están entrecerrados.
—¿Y qué deseas que haga? — pregunto algo sonriente.
—No lo sé, pero trata de tener modales — dice y se sonroja de la nada.
Parece que la pequeña Clark no es inmune a mis encantos y obviamente voy a sacar provecho de eso.
—Mañana te recojo a la salida de tu colegio y vemos que hacemos — sin darle oportunidad a responder me acerco y le doy un beso en la comisura de sus labios.
Salgo de la casa de los Clark sin dejar de tener el sin sabor de no haber probado los labios de la dulce niña del señor Clark. Tal vez no sea una mala idea después de todo.
Al llegara a casa estaciono mi auto y me dirijo a mi habitación.
—Idiota, ¿cómo te fue con la chiquilla? — preguntó mi hermano Benjamín
—Ni tan chiquilla, es mayor que tu así que respétala — le digo.
Me tiro a mi cama solo queriendo dormir.
—Como no vas a querer dormir si ayer te la pasaste de juerga con la conejita de Samanta — me dice cambiándome el tema.
—Pues no me arrepiento — respondo riendo y siento como Benjamín me arroja una almohada a la cara.
—Oye y cuando te cases, ¿seguirás siendo un mujeriego? — pregunta Benjamín
—El que se casa es mi cuerpo, no mi soltería — respondo y ambos reimos.
***
Me despierto a las 6 de la tarde y como se me es de costumbre salgo a un bar muy conocido.
Siento la mirada de la chica de mi costado, pero no le hago mucho caso, aunque se que en cualquier momento me dirigirá la palabra.
—Hola guapo — me dice con una sonrisa coqueta.
—Hola dulzura — contesto con una sonrisa seductora.
—Me invitas un trago — pregunta mientras juega con un mechón de su cabello oxigenado.
Mi vida s****l siempre ha sido muy activa, soy responsable y siempre me cuido para no tener problemas después, me he acostado con varias mujeres, con morenas, blancas, rubias, pelirrojas, pelinegras, altas, bajitas, flacas, rellenitas, planas, voluptuosas. Todo tipo de chicas, puede que muchos me tachen como mujeriego y no voy a desmentirlo porque no pienso tapar el sol con un dedo.
—Los que quieras muñeca — le respondo susurrándoselo al oído.
—¿Y cómo te llamas? — me pregunta
Nunca les he dicho mi nombre real, siempre me invento algun nombre común, más que todo para no salir en la portada de una revista de chismes y ahora es lo que menos necito que estoy a punto de casarme.
—Me llamo Mateo ¿y tu preciosa? — pregunto sin dejar que mis dedos jueguen con el doblecillo de su vestido.
—Me llamo Sabrina — responde mordiéndose el labio inferior.
—¿Quieres pasarla mejor? — pregunto cerca de sus labios.
—Yo voy donde tú quieras — responde
—Perfecto — estampo mi boca con la suya y sus jadeos no se hacen esperar.
La llevo a mi departamento de soltero, no es la primera ni la última así que sigo con lo mío.
***
Término de follármela y Sabrina se queda dormida.
Será mejor que la deje descansar, al fin y al cabo, solo faltan 4 horas para irme a la universidad.
Me despierto y veo a Sabrina durmiendo a mi lado, solo me acuerdo su nombre porque tengo muy buena memoria porque de lo contrario ni siquiera me acordaría y sinceramente no es algo que me interese.
—Levántate — digo en voz alta.
—Ummm... ¿qué hora es? — pregunta
—Son las 7 — respondo secándome el cabello.
—Aún es temprano — contesta ella.
—No quiero ser maleducado, pero lárgate — le ordeno y parece que no se lo toma bien por la forma que me mira.
—Idiota — me dice parándose de la cama mientras cubría su cuerpo con la sabana.
—Deja la sabana en la cama, si igual ya te he visto desnuda, no tienes nada que esconder — digo sin darle importancia a su desnudez.
No es la primera vez que veo una mujer desnuda y si ella se avergüenza no es culpa mía.
Termino de alistarse y me voy a la universidad, menos mal que Sabrina no me hizo caprichos para conseguir mi número de celular, aunque después de como la trate dudo que me quiera volver a ver.
Al llegar a la universidad todas las chicas que me ven suspiran, son un rompecorazones y un cazador de vírgenes, pero no es mi culpa que ellas solitas vengas como un trozo de carne.
Me pone demasiado cuando una chica no está estrenada, ella solitas se me ofrecen yo solo les doy lo que piden, soy muy cuidadoso las trato con el respeto que se merecen solo por ser mujeres. Ya después que ellas solitas se quieran denigrar no es problema mío.
Tengo mis normas, no me acuesto con ninguna más de una vez, me da lo mismo si son vírgenes o no, ninguna pasa por mi cama más de una vez y eso no va a cambiar.
Las chicas con las que me acuesto tienen que ser de 18 a más. Las menores se encaprichan y problemas es lo menos quiero.
—Que hay hermano — me saluda Daimon
—Que hay "bebito"— le digo jodiéndolo
—Contigo no se puede, vas a seguir molestando — pregunta riéndose.
—Es que de verdad no entiendo cómo es que Tritzy te ha domado, si eras el peor d todos — le digo sin saber el porqué de su relación con ella.
—Cuando te enamores lo entenderás, yo tampoco entendía nada hasta que vi como la estaba perdiendo.
—No gracias y hay que hacerle cruz a tu sugerencia para que no me pase.
—Ya verás que, si te va a pasar, ojalá y no sea demasiado tarde para que aceptes que también te puedes enamorar.
—No lo creo, eso de enamorarme lo veo bien difícil.
Lo mejor será no seguir con el tema porque lo último que quiero es enamorarme. Mejor sigo con las clases que tengo que recoger a Brenda de su universidad para poder llevarla a una cita y se sienta a gusto, a las finales vamos a casarnos y lo mínimo que necesito es una relación cordial con mi futura esposa.