puedas decir una sola palabra. –No pienso decir nada, de modo que no me amenaces. Jada lo dijo con más atrevimiento del que sentía, pero lo deseaba otra vez. Si lo dejaban en la noche de la ópera, nunca quedaría definitivamente resuelto. Fue demasiado rápido e intenso, como un recuerdo envuelto en una neblina de fantasía. Era imposible que hubiese sido tan maravilloso y devastador como recordaba. Le acarició la barba incipiente. –Te deseo. –¿De verdad? Creo recordar que la última vez que me pediste que te acariciara saliste corriendo como si te hubiese violado. No me gustó... –Esta vez, no saldré corriendo –le aseguró ella con la voz temblorosa. Sin embargo, no estaba segura de que pudiese cumplir su promesa porque cuanto más cerca estaba de él, más se disipaba la neb

