Capítulo 1: La Revelación Inesperada

1145 Words
Luisa Mercedes Montes, 45 años, madre soltera de cinco hijos, residía en la apacible población de Santo Tomás de Aquino, Estado Miranda, Venezuela. Maestra de escuela básica por casi dos décadas, soñaba con la jubilación que la liberaría de las aulas y la acercaría a una vida de lujos inalcanzable con su modesto salario. Sus días eran una lucha constante para alimentar a sus cuatro hijas (de 24, 22, 20 y 18 años) y a su único hijo varón de 17. La ambición era el motor de Luisa. Si bien inculcaba a sus hijos el valor del esfuerzo, su verdadera meta era verlos "bien casados", es decir, con parejas adineradas que les abrieran las puertas a un futuro de opulencia, muy lejos de la "miseria" de su propia existencia. Carmen Esmeralda, la hija mayor, trabajaba como cajera en un supermercado, mientras las siguientes tres hijas estudiaban administración, y el menor, a punto de graduarse de bachiller, aún no conocía el destino que su madre le tenía deparado. Para Luisa, el dinero y los títulos eran las llaves de la felicidad, y no toleraba que sus hijos se mezclaran con "inferiores". El miércoles al mediodía, un giro inesperado se cernía sobre el rutinario mundo de Luisa. Saliendo de su trabajo, decidió pasar por el supermercado donde Carmen trabajaba. Al llegar, la escena le heló la sangre: Carmen charlaba animadamente con la señora Belkys Solórzano, la esposa del exalcalde, una mujer de impecable reputación y solvencia económica. La conversación parecía más que una simple charla. "Hola, hija, ¿cómo va tu día? Señora Belkys, ¿cómo está?" El tono de Luisa era de falsa cordialidad, una máscara para su verdadera intención: espiar. Sabía que Carmen solía planchar la ropa de la señora Belkys para ganarse un extra, pero ¿qué trama se escondía tras aquella charla confidencial? "Bien, querida", respondió Belkys, con una sonrisa que no revelaba el impacto de sus siguientes palabras. "Aquí informándole a Carmen sobre un programa de estudios financiado por el gobierno en el extranjero". El corazón de Luisa dio un vuelco. "¿Tres años fuera? ¿Dinero para cubrir necesidades? ¿Alojamiento y comida pagados?" La mente de Luisa empezó a maquinar. ¡Una oportunidad de oro! Belkys, ajena a la tormenta en la mente de Luisa, continuó explicando: "El Gobierno Nacional está convocando a través de los medios. Mi hija Katiuska ya acudió a las oficinas, hizo entrevistas, pruebas de aptitud... la llamaron para presentarse el lunes con su pasaporte provisional. ¡Viajará a Alemania a estudiar trabajo social! Si están de acuerdo, Katiuska podría acompañar a Carmen a tramitar el suyo". "¡Un momento, Belkys!", interrumpió Luisa, su voz teñida de una urgencia apenas disimulada. "¿Qué carreras ofrecen? ¿Solo técnicas? ¿Hay empleo? ¿Cuánto tiempo? ¿Qué países?" La curiosidad de Luisa no era por el bienestar académico de Carmen, sino por el posible retorno de inversión. Belkys, con una amabilidad que contrastaba con la calculada avidez de Luisa, detalló: "Alemania, Colombia, Cuba, España y Santo Domingo. Carreras cortas de 3 años: Comunicación Social, Derecho, Trabajo Social, Contaduría, Psicología, Ciencias Políticas, Medicina, Informática, entre otras. Y sí, el Gobierno cubre todo". Y luego, lo impensable, lo que desató la codicia en Luisa: "En este caso, le tocó a Alemania ser el anfitrión". Alemania. Un país próspero. ¡Las posibilidades eran infinitas! "¡Ok, entiendo! ¡Excelente información, Belkys!", exclamó Luisa, con una euforia mal disimulada. "Apoyaré a Carmen para que se vaya a estudiar. Un título del extranjero tiene mucho peso. En cuanto lleguemos a casa, Carmen, hablaremos mejor del viaje. Y tú, Belkys, mil gracias por esta valiosa información." Belkys, ingenua ante las verdaderas intenciones de Luisa, le susurró un secreto que sellaría el destino de Carmen: "Perfecto, Luisa, tramiten el pasaporte provisional. Te digo que se vayan las dos el lunes temprano, porque mi hija escuchó que hay gente que, sin entrevistas ni pruebas, las han enviado a las oficinas de migración a sacar el pasaporte sin problemas. Pero eso sí, no le comentes a nadie lo que te digo. Te lo comento porque admiro que quieras que tus hijos salgan adelante. ¡Más madres como tú hacen falta en este país!" "¡De acuerdo, así será!", respondió Luisa, con una sonrisa de triunfo. La trampa estaba tendida. Al llegar a casa, Luisa comenzó a preparar el almuerzo, su mente ya diseñando el futuro dorado de Carmen, y por ende, el suyo propio. Un empleo grandioso, una vida de lujos... la luz al final del túnel. Finalmente, Carmen llegó del trabajo. Su rutina diaria, monótona y predecible, estaba a punto de ser dinamitada. "Carmen, ¿qué haces? Ven, tengo que hablar contigo. Ya escuchaste todo lo que dijo Belkys, esta es la gran oportunidad de nuestras vidas, así que el lunes te vas temprano a buscar a la hija de Belkys para que gestiones todo lo referente al viaje. ¿Queda claro?", ordenó Luisa, sin un ápice de consulta. Para sorpresa de Luisa, Carmen respondió sin titubear: "Está bien, mamá, me parece excelente y muy buena la idea de viajar y estudiar en el exterior. Dejaré listas mis cosas para salir temprano y realizar las gestiones que me dices y después llegar al trabajo para hablar con mi jefe y presentarle mi renuncia". Carmen no tenía objeciones. Aquella era su única vía de escape, su oportunidad de conocer el mundo más allá de las paredes de su casa y las estanterías del supermercado. Al día siguiente, Carmen se dirigió a su trabajo. En la oficina de su jefe, la conversación se extendió. Carmen, con una sinceridad inusual, le explicó su necesidad de un cambio. Al entregar su carta de renuncia, su jefe, conmovido por la honestidad de su mejor empleada, le respondió: "Hija, has sido una de las mejores empleadas que he tenido. Has sido mi mano derecha. No quiero que renuncies, pero si es tu decisión irte del país, te apoyo. Te mereces lo mejor." Lo que siguió fue un testimonio del aprecio que Carmen había cultivado. Sus compañeros, liderados por el jefe, organizaron un agasajo improvisado, cerrando el supermercado por dos horas para un compartir de despedida. Fue un gesto de cariño genuino, un reconocimiento a la persona que había ganado el respeto de todos. En ese momento, el jefe le hizo una transferencia a su cuenta bancaria por su liquidación. Carmen llegó a casa y le contó a su madre sobre el inesperado agasajo y la liquidación. Como siempre, Carmen le dio a su madre la mitad de sus ganancias, guardando la otra mitad para los trámites del viaje. Luisa, ajena al verdadero anhelo de libertad de su hija, solo veía números y oportunidades. La cuenta regresiva para la partida de Carmen había comenzado, y con ella, una serie de eventos que Luisa jamás podría haber anticipado.
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