LIA
La venda de mis ojos se levanta y parpadeo, adaptándome a la luz. Estoy en un almacén oscuro, rodeada de cajas de cerveza y alcohol, y… Él.
Mi corazón se detiene. Esta vestido informalmente con una camisa negra y jeans, con los puños arremangados sobre sus antebrazos musculosos, pero no hay nada informal en su presencia. Su cuerpo ancho e impotente irradia una enorme tensión. Peligro. No esta afeitado, tiene el pelo despeinado y sus ojos están llenos de desprecio mientras me mira, atada aquí a su merced.
Siento un escalofrió involuntario ante la asombrosa fuerza de la masculinidad que se muestra este no es un hombre al que se pueda encantar ni razonar. Este es un hombre que gobierna con puño de hierro. Y Dios mío, es muy sexy.
—Bueno, ¿Qué tenemos aquí? —
Nero arrastra las palabras, acercándose tranquilamente. La luz se refleja en sus hombros, anchos y gruesos.
Me obligo a no mostrar miedo. —Nero— digo casualmente, como si estuviera aburrida de todo esto. —Te tomaste tu tiempo. ¿un día ajetreado en la oficina? —
Capto un destello de sonrisa, pero con la misma rapidez Nero la borra de su rostro. Sus ojos me miran fijamente, con una mirada de acero.
—Cuidado, princesa. Ya no estás mi en Las Vegas—
—Claramente— le respondo. —Aunque me vendría bien un desayuno buffet ahora mismo. Veo que has aprendido el arte de la hospitalidad—
—Oh, he aprendido mucho desde la última vez que me viste— dice Nero arrastrando las palabras.
—¿Te gustaría descubrirlo? —
Su mirada recorre lentamente cada centímetro de mi cuerpo, y juro que mis muslos se tensan solo de recordar su tacto. Las cosas que podía hacerme. El placer que desataba. Tenía dieciséis años y Nero diecisiete cuando me quitó la virginidad, y maldita sea, ningún hombre se le ha comparado jamás.
Trago saliva con fuerza, luchando contras los recuerdos sudorosos y sensuales. Eso fue hace una vida. Y tanto Nero como yo somos personas diferentes ahora.
—Gracias, pero paso— respondo, manteniendo la voz fría. —Dudo que me impresione, de cualquier manera—
Nero me mira con los ojos entrecerrados.
—Basta de charlas triviales, princesa. Solo hay una razón por la que sigues con vida ahora mismo. ¿Dónde está tu padre? —pregunta.
—58 Arbor Way, Chesterfield— respondo inmediatamente, —En un pequeño pueblo a las afueras de San Louis—
Nero parece sorprendido de que lo haya delatado tan fácilmente. ¿Pero de que sirve ocultar la verdad? Ahora no puede hacerle daño.
—Parcela ochenta y tres— continuó.
—Cerca de un roble. Lleva siete años pudriéndose allí, pero tus gorilas pueden desenterrarlo para asegurarse—
—¿Está muerto? No te creo— Nero parece desconcertado.
Lo miró fijamente, sintiendo la vieja punzada de dolor. —Si te hace sentir mejor, se fue despacio y con dolor. Al final no fue bonito—
Nero hace una pausa. —Lo siento— dice en voz baja, como si también lo sintiera.
Resoplo. —Siento que no puedas causar un gran revuelo matándolo tú mismo, estoy segura. Para eso nos quieres ¿no? Para enviar un mensaje, sobre la gran y malvada familia Morelli que siempre cobra sus deudas. Quizás quieras ver Juego de Tronos—añado incapaz de evitarlo. —No funcionó muy bien para los Lannister, y puede que no funcione para ti—
—¿Es eso una amenaza? — La voz de Nero es baja. Escalofriantemente tranquil.
Me estremezco. —No, no de mi parte. Pero los tipos en tu línea de trabajo no duran mucho. Terminan muertos o en la cárcel—
—¿Y de quién es la culpa? —
No respondo, moviéndome incomoda bajo su mirada. —¿Dónde está Jack? — pregunta al último.
Niego con la cabeza. —No— Digo inmediatamente. —No lo entiendes—
—Me malinterpretas, princesa. Consigo lo que quiero—
Nero se acerca a mí y cruza los brazos, casual, un gesto que desmiente el poder enroscado en su físico. Se cierne sobre mí, tan cerca que puedo sentir el calor que irradia su cuerpo. Dios, se ve demasiado bien.
Trago saliva, mirando hacia otro lado. intentando encontrar terreno firme de nuevo, alguna manera de salir viva de esta conversación. Viva, y sin el traicionero ardor del deseo corriendo por mi torrente sanguíneo.
—Vine aquí porque quiero hacer un trato— digo con voz temblorosa. —Jack obtiene tu protección. Él se mantiene a salvo. Tu nos dejas a ambos con vida—
—¿Y que tienes que ofrecer que pueda valer tanto? — pregunta arrastrando las palabras, con diversión en sus ojos.
—Si no recuerdo mal, solías querer mucho. Incluso rogabas por ello— cruzo las piernas lentamente, con el corazón en la garganta.
Los ojos de Nero bajan rápidamente, pero la sonrisa exasperante permanece.
—Eso fue hace mucho tiempo, princesa. Un hombre siempre quiere lo que no puede tener, y bueno…te he tenido. La rosa ya no florece—
—¡Bastardo! — Me abalanzo sobre él sin pensar, pero me detiene fácilmente. Agarrando mis muñecas atadas con una mano. Burlándose de mi furia impotente.
—Te lo dije, ten cuidado— La diversión ha desaparecido de sus ojos, y solo queda la furia controlada. —Mi paciencia se está agotando. Y si no puedes decirme lo que quiero saber, entonces no te necesitaré—
Lucho por mantener la calma. —Haz lo que quieras conmigo— digo, conteniendo las lágrimas.
—Pero no renunciare a Jack. Pase lo que pase—
Nero me estudia durante un largo rato. Luego se da la vuelta para salir.
—¡Espera! — exclamo, presa del pánico. —Por favor…Es solo un niño. ¡No sabía nada! Tienes que dejarlo en paz. ¡Por favor! —
Hace una pausa. —Me pregunto… ¿Qué harás para protegerlo? —
Mi voz flaquea, pero no me inmuto. —Lo que sea. Haré lo que quieras—
Nero me mira a los ojos, inescrutable, inamovible. —Bueno, princesa…te lo diré más tarde—
Abro la boca para preguntar qué quiere decir con eso, pero antes de que pueda pronunciar las palabras, Nero me coloca la venda de los ojos. Esta vez no tengo una réplica inteligente mientras me llevan a ciegas fuera de la habitación. Mi miedo está empezando a apoderarse de mí, que es lo último que necesito en una situación como esta.
Las cosas no van bien. mi plan para salir de esto hablando ha fracasado estrepitosamente, y no puedo ignorar la inquietud que me recorre la espalda. Había puesto todos mis huevos en una canasta, planeando apelar al lado tierno de Nero, pero claramente no lo tiene. Este hombre es un extraño para mí ahora, frío y peligroso.
Estoy tan jodida.
Me suben a un vehículo, pero es la misma camioneta que me trajo aquí. Mis muñecas todavía están esposadas a la espalda y mis brazos doloridos presionan contra el cuero frío. Cuando el motor arranca, el sonido es un suave ronroneo y el viaje es suave. El conductor no habla, pero un sexto sentido me dice que Nero está cerca.
Puedo sentirlo ahora, su presencia. Una fuerza invisible que hace que cada nervio de mi cuerpo esté alerta, esperando su próximo movimiento. Cualquiera que sea este movimiento. Mi mente se acelera. ¿Hay algo que pueda hacer o decir para mantener a Jack a salvo? Probablemente no haya esperanza para mí, pero maldita sea, no voy a dejar que afecten a mi hermano.
Mi sentido del tiempo esta distorsionado por falta de visión y la creciente aprensión, pero no creo que hayamos estado conduciendo mucho tiempo cuando nos detenemos. La venda se mueve cuando me sacan del coche y veo rápidamente un estacionamiento antes de que me la vuelvan a ajustar.
—Esto se está volviendo aburrido— digo en voz alta, aferrándome a la exasperación que siento. Mucho mejor que el miedo y el pavor. —Todo este subterfugio ¿y para que? Ya lo has dejado claro, no tengo adónde ir—
Pero hay silencio, por supuesto. Un corto viaje en ascensor después, parece que llegamos a nuestro destino. Alguien me quita las esposas y me quita la venda de los ojos.
—Por fin— suspiro, frotándome las muñecas mientras miro a mi alrededor. Estoy en medio de un enorme dormitorio. Los muebles son grises y negros, muy masculinos, con el único toque de color proveniente del arte abstracto en las paredes. No hay nada personal en mi vista, pero el lugar grita Nero. Este tiene que ser su lugar.
Me estremezco. Tan intimidante como era la habitación vacía de la oficina, esto es desalentador de una manera completamente diferente. La enorme cama tamaño King… ¿Por qué estoy aquí?
—¿Las comodidades cumplen con tus estándares, princesa? —
Me doy la vuelta. Nero está en la puerta, observándome. —¿Qué está pasando? — pregunto tratando de ocultar el miedo en mi voz. —¿Dónde estoy? —
—Donde quiero que estes— Nero frunce el ceño. —Te quedarás aquí, donde puedo vigilarte—
—Así que soy tu prisionera— digo, con ese nudo de miedo convirtiéndose en plomo en mi estómago.
Se acerca. —Tú fuiste quién pidió que te trajeran ante mí, princesa. Podría haberte dejado en Las Vegas—
—¿Aún respiras? — respondo.
Inclina la cabeza. —Esa es la pregunta, ¿no? —
Trago saliva con fuerza, incómoda bajo el escrutinio de sus ojos café claro. La sensación de sus ojos sobre mí me eriza la piel, haciendo que mi corazón se acelere. Entonces, de repente, la mirada de Nero se oscurece. Se lanza hacia adelante y tira del escote de mi blusa, tirándola a un lado. Dejo escapar un grito de sorpresa y miedo, pero Nero no me está tocando está mirando mi hombro.
—¿Quién te hizo esto? — gruñe, con todo su cuerpo enroscado por la furia.
Me quedo boquiabierta, confundida, y entonces veo mi reflejo en el espejo del tocador. Un moretón purpura florece en mi piel, en carne viva y feo.
—¿Fue Chase? — pregunta, Nero con los ojos encendidos. —Si uno de sus hombres te puso una mano encima…—
—¿Harás qué? — le respondo, apartándome y subiéndome la blusa de nuevo. —¿Darle un premio? —
El dolor destella en la mirada de Nero, pero se ha va tan rápido que debo haber estado imaginándolo. —Dime quién lo hizo— gruñe, acercándose de nuevo, elevándose sobre mí, de modo que es todo lo que puedo ver. Todo lo que puedo sentir.
—Fue el tipo de Las Vegas— espeto, abrumada por su presencia. —El que tú…— Mi voz se apaga, recordando las manchas de sangre en la ropa de Chase. —El que mataste—
Nero parece relajarse con mis palabras. Extiende la mano de nuevo, esta vez con suavidad, y toca ligeramente la piel mallugada. —¿Duele? —
La preocupación en su voz me toma por sorpresa. trago saliva de nuevo. Perdiendo el control de mi ira. Niego con la cabeza. —Está bien ahora— susurro, temblando ante su toque…