Le pasé el brazo por encima del hombro y la estreché fuerte contra mi nuevo cuerpo. Era muy extraño estar abrazándome a mí mismo, pero traté de no pensar en ello. Le besé la parte de la cabeza que tenía al alcance de la boca y le dije:
—Todo saldrá bien. Podemos intentar eso del beso, si tú quieres, pero no creo que funcione.
—Pues me dirás qué hacemos —gimió con un hilo de voz.
—Tenemos que buscar al adivino ese del pelo raro. Sabemos que se hospeda en este mismo hotel, lo dijo la recepcionista.
—Ajá —soltó—, ¿ahora crees que de verdad nos ha hechizado?
—Ahora mismo me creo cualquier cosa, nada de esto es normal. Estoy hasta dudando la existencia de santa Claus y los aliens. Pero de lo que no tengo duda es de que no tiene ni idea de almas gemelas y la ha cagado, pero bien.
—Tenemos
