Gwen lloró con amargura, Eros vio sus lágrimas y se sintió miserable, pero el hecho de saber que ella podía ser madre de niños que no eran ni de él lo quemaba vivo por dentro. Sin embargo su sentimiento de infelicidad que sentía en ese momento, no lo detenía para seguir con su tortura. Así que dijo: —¿Lloras para convencerme de que te deje libre? —Gwen levantó la mirada y solo lo miró. —Ya es suficiente, te esperaré en el hotel —dijo mientras diera la vuelta para marcharse. —Ya dije que no iré, así que no esperes — puntualizó la mujer. Él se detuvo en la puerta, pero no la volvió a ver, solo dijo: —Si no llegas es porque nunca sentiste nada por mi. —Eros, ya no importa lo que pienses de mi, tengo una reputación que cuidar por mis hijos —respondió con entereza. « ¿Hijos? » Dios no pu

