Pilar No dormí. No pude. El apartamento estaba en silencio, pero en mi cabeza había un eco constante… el sonido de su voz, grave, baja, como si hablara solo para mí. Cerré los ojos y lo vi otra vez, sentado frente a mí en la sala de visitas, la puerta cerrada, el guardia lejos y esa luz amarilla cayendo sobre su rostro como si quisiera marcar cada ángulo. No fue un encuentro cualquiera. Fue una batalla muda. Él puso la mano sobre la mesa, y yo, sin pensarlo, acerqué la mía unos centímetros. No me tocó… pero sentí una corriente recorrerme entera. Era como si me hubiera dejado una marca invisible en la piel. Me revolví entre las sábanas. —Estás jugando con fuego, Pilar —me susurré. Pero la voz que escuché no era la mía… era la suya. Flashback: —¿Por qué te importa tanto? —preguntó

