Gia no quería a nadie más que a sí misma aunque todos la querían a ella. Y así había sido desde pequeña. Huérfana al nacer, puesto que su madre había muerto desangrándose en el parto, y sin un padre para criarla (pues su progenitor había embarazado y abandonado a su madre) fue criada por la hermana de su mamá y su esposo, que no habían podido tener hijos.
Ya desde pequeña había sido una niña muy bella, con su cabello cobrizo y sus ojos verde esmeralda que a veces se tornaban de un color lima casi sobrenatural.
Los hombres siempre habían sido para ella manipulables en sus manos, pero los changers parecían tener una especie de debilidad por ella.
Lamentablemente cuando su tía se percató de que su marido la miraba de forna extraña ella terminó en la calle, y lo peor era que no habia hecho nada. Siempre lo había visto como un padre y entre llantos trató de explicarle a su tía, Gia era apenas una jovencita que todavía no había terminado de desarrollarse.
Ese día, cuando la echó de patitas en la calle, esa mujer que la había criado desde bebé y era su única familia algo había cambiado en la mente de Gia. Desde ese momento nada ni nadie le importaría excepto su integridad y su vida.
Afortunadamente un compañero del colegio, subyugado por sus encantos la escondió en el sótano de su casa un tiempo.
Fue entonces cuando dejó de padecer la mirada de los hombres y los machos, y comenzó a utilizar sus recursos para conquistarlos. Así había sido con todos los hombres a lo largo de toda su vida desde que era pequeña, sólo que hasta ese momento lo había sufrido pero en ese mismo instante se dijo que se convertiría en su herramienta. Sería la puta que su tía le dijo que era. Y lo mejor de todo era que muchas veces ni siquiera necesitaba más que una mirada sensual o un movimiento de caderas.
Había personas que tenían el toque de Midas, que podían transformar cualquier negocio en oro. En uno exitoso.
Ella decía que tenía el toque de Venus, pues
los machos siempre hacían lo que ella quería, como si les cantara una canción de sirena caían en su red de telaraña. Ellos les daban lo que fuera. No importaba su edad, si eran casados, solteros, comprometidos, si tenían mate o no.
Así había obtenido dinero y riquezas y lo mejor de todo, era que ni siquiera tenía que acostarse con ellos si no quería. Aunque los changers sacaban su lado salvaje y era difícil que controlaran su lado libidinoso bajo sus encantos. Por eso trataba de meterse con changers atractivos y sin mate...ya que no tenía ningún interés de que una cambiafornas enfurecida porque se metiera con su macho le desgarrara su bella cara.
Aún así muchas veces se había visto sorprendida siendo cortejada por machos que estaban emparejados.
La hiena Edison que no era inmune a sus encantos aunque se controlaba bastante, y con quien a veces había retozado, le había confesado una vez que ella emanaba un olor muy especial que era un aroma diferente que no se comparaba a nada. Que era como una droga para ellos.
Ella no trabajaba en el club, pero a veces lo utilizaba como su "coto de caza" como le decía la hiena sonriendo.
— ¿Has venido a cazar hoy querida?
Le decía acercándose y acariciando primero su mejilla y luego su entrepierna.
La hiena, James, era de los pocos changers que le agradaba. El era brutalmente honesto, aparte de ser bueno en la cama. Jamás la había juzgado al contrario le había dado lugar en su club, claro, por un porcentaje.
Ella no era parte del staff permanente pero a veces daba shows donde se quitaba la ropa y seducía a los machos. Una vez había conseguido que un veterinario le prestara su boa constrictora y salió desnuda solo cubierta por la boa colgada de su cuello, entrelazandose por su cuerpo de manera sensual. Ese día fue el que hizo la mayor cantidad de dinero. Pero ella no había ido por el dinero, como decía la hiena, fue a cazar su próxima víctima. En lo posible un changer generoso y atractivo que la colmara de dinero y regalos...hasta que ella se cansara. Y cuando ya no quería saber más de ellos los extorsionaba, no para continuar exprimiendolos sino para sacárselos de encima. Les mostraba fotos íntimas y amenazaba con hacerlas públicas.
Claro que a veces se ponían intensos. Ella debió aprender artes marciales, así como el uso de distintas armas, y muchas veces hasta debió contratar guardaespaldas.
Así fue logrando tener su casa en un edificio caro. Una cuantiosa suma de dinero, joyas, un guardarropas lleno de bolsos, ropa y zapatos caros. Y todo a través de su sexo. Todos sin excepción caían a sus pies.
Mientras se preparaba en el camerino personal que destinó la hiena para ella, revisó su maquillaje. Había pintado sus ojos de forma gatuna. Su cabello caía en una cascada por su espalda y su atuendo consistía en un pequeño bustier con piedras y unas bragas diminutas todo en plateado con una pequeña cantidad de pedrería a juego decorando su frente.
Ese día era día de ventas de esclavas, y generalmente luego de ello muchos changers poderosos y ricos que no habían obtenido lo que necesitaban se quedaban en el club. Entonces ella aprovechaba.
De los dólares que le tiraban o ponían en su traje, la hiena se quedaba con la mitad pero como su objetivo era encontrar a su próxima víctima le daba igual.
Gia suspiró mientras se pasaba el rimel.
Ese día bailaría una de sus canciones preferidas. A Gia le gustaba bailar, moverse de forma sensual mientras se quitaba la ropa hasta quedar en pelotas y después de eso. Cuando los changers veían su cuerpo escultural desnudo, sin vello púbico enloquecía y la hiena debía reforzar la seguridad pero no le importaba.
Sabía que Gia no estaría con todos, y los hombres que quedaran luego de que ella eligiera a su presa, buscarían mujeres para obtener sus placeres. Gia Ferrer era buena para el negocio de James. Aunque como si fuera un perfume caro solo era para tenerla en ocasiones.
La primera vez que la vió le pareció atractiva, pero cuando la olió vió el diamante en bruto que era ella. Y James no se había equivocado.
Un día después de coger por primera vez luego de haberse conocido por un tiempo, le había dicho.
— Si fueras changer serías una mantis religiosa — y ella había echado a reír.
— Ay por Dios James, que ocurrencias tienes...Ni que yo decapitara a mis amantes pufff
— Lo haces querida, solo que financieramente — le había dicho apretando sus hombros y sin confesar el truco que utilizaba a veces para resistir su aroma seductor.
— Pues mira que nunca he dejado a nadie en bancarrota...
— Todavía querida, todavía...
Desde entonces, entre sus hombres y en el club era conocida como "La Mantis" por la mantis religiosa.
Por suerte muchos de los hombres que trabajaban con él eran humanos y resistían sus encantos más fácilmente, pero los que no solían usar tapones insertos en la nariz -como él- cuando sabían ella iba y aún así una vez uno de sus hombres de confianza, el gorila, le había dicho que le resultaba muy difícil contenerse que era algo más que él aroma lo que los atraía de la humana...pero él se lo atribuía a su gran atractivo y carisma.
Gia tenía ese nosequé y él estaba seguro de que aún si no tuviera ese aroma peculiar seguiría llamando la atención cada vez que entrara a un lugar.
James respetaba a la mujer humana pues al igual que él era capaz de hacer lo que fuera necesario para obtener lo que quería, a cualquier precio, claro que -al igual que a él- eso le había hecho ganarse algunos enemigos a lo largo de su vida. Pues había machos que no se tomaban muy bien el hecho de ser usados y desechados y mucho menos, si era a manos de una simple humana...