ABIGAIL
Era el colmo, él acabó de destrozar mis mallas. Claro que no era por el dinero porque se podía conseguir muy barato, pero era por el hecho que él rompió una prenda mía.
“¿tu incredulidad es por las mallas rotas y no por su arrebato de celos y su decisión de follarte?”
Bien, mis prioridades estaban algo desordenadas, pero pasaron muchas cosas hoy y no sabía cómo procesarlo todo al mismo tiempo. Primero, Benjamín me dice que no me acerque a él, prácticamente me dijo que era una apestosa (no exactamente con esas palabras, pero ajá, se entiende) y cuando intento hacer eso y buscar una sana diversión en un intento de olvidar a este hombre tan irascible y bipolar, me aleja de una posible noche caliente (no es que le iba a decir que sí a aquel desconocido porque libre soy, pero no fácil). Segundo, me lleva como un saco de papas a su casa y me declara que va hacerme suya y que estuvo alejado de mí por esa misma razón y que no permitirá que nadie más me toque porque está prohibido (ósea no podía estar con él, pero tampoco con otros). Tercero, él rompió mis malditas mallas, joder, sí, me sentía ofendida.
– Cómo…cómo pudiste…tú…mierda…
Mi cabeza se echó hacia atrás cuando sentí la nariz de Benjamín en mi centro. Olía y acariciaba mi coño con su nariz, quien hubiera pensado que una nariz podía hacer eso. ¿Quizá sus otras extremidades tendrían el mismo efecto en mí? Mierda, céntrate y no pienses en lo delicioso que se siente esa nariz en tu húmedo coño.
– Hueles tan bien. Fresas y crema…
¿Cómo un coño podría oler a fresas y crema? Un gemido salió de mí cuando Benjamín hizo a un lado mi braga y acarició mi centro húmedo con su índice. Mis caderas subieron con ansias de más. Mierda, no me podía centrar, el deseo que mi cuerpo y alma sentía por ese hombre era mucho y seguía en aumento ¿Cómo podía alguien hacer que mis sensaciones fueran tan intensas?
– Ya estás húmeda, lista para mí y tan dispuesta alzando esas caderas.
Oh dios, esa lengua caliente entró en mi centro con ganas y yo solo pude gemir. Acariciaba mi clítoris con su pulgar mientras su lengua entraba en mi interior. Yo lo único que pude hacer es gemir y mover mis caderas ¿cómo podía ser que la lengua de un hombre entrara tan al fondo en mi interior? Puse mis manos sobre su cabeza y presioné esa melena. Lejos de enojarse, Benjamín tomó mi culo y lo alzó comiéndome con mucho más ímpetu, con muchas más ganas.
– ¡Oh Dios, Benjamín! ¡ya casi, ya casi! ¡yo…
No pude hacer más que gritar, mi cuerpo convulsionó cuando llegué a la cima y me dejé caer. Intenté cerrar las piernas, pero Benjamín no lo permitió. Intenté alejarlo, pero él siguió lamiendo mi sensible centro hasta que obtuve otro orgasmo y yo rogaba sollozando. Por primera vez sentía que mi cuerpo no me respondía, había oído hablar sobre eso, pero nunca lo había experimentado. Todo mi tiempo con mi ex infiel era solo un calentón rápido, mete y saca y listo, incluso habían ocasiones en las que yo tenía que hacerme cargo de mis propias necesidades, pero ahora este hombre venía y me mostraba otro mundo totalmente distinto y no creía querer salir de ahí pronto.
Cuando Benjamín irguió su cuerpo y lo miré, esa vista podría haber hecho que me corriera de nuevo. Ahí estaba él en todo su esplendor, con esa mirada oscura, lamiendo mis fluidos que mojaron su boca y quijada como si fuera lo más delicioso del mundo. Me tomé mi tiempo para poder observarlo con detenimiento. Ese cabello que siempre lo había visto bien peinado a un costado ahora estaba todo despeinado dándole un aspecto rebelde. Si, no sentí culpa alguna por eso. En ambos hombros tenía un tatuaje, no se veía bien desde aquí, pero ¿parecían dos lobos? Uno blanco y otro n***o.
De sus codos bajaba una línea de tinta negra bajando en dirección a sus muñecas en el medio de esas líneas había una pequeña luna llena en el derecho y una luna nueva en el izquierdo. En el dorso de las manos también estaban tatuadas, de la muñeca hasta el dorso de la mano había una gran cruz negra en una y en la otra mano eran los nudillos de los dedos los que estaban tatuados con círculos negros rodeando el dedo, algunos gruesos, algunos delgados. Mi boca se secó, ¿podría haber una vista mejor que esa?
Mierda. Me retracto, si había una vista mejor que esa. Benjamín estaba quitándose el bóxer y me quedé viendo aquel pedazo de carne. Porque sí, ese era un gran pedazo de carne, venoso, grueso, largo y apuesto que estaba muy caliente. Al parecer mi centro no estuvo satisfecha porque palpitó como si dijera “yo me ofrezco” ¿es que mi cuerpo pensaba solo o qué?
– Lo que pasará ahora será que te follaré hasta que me supliques. Llenaré ese pequeño coño con mi esencia y a partir de hoy nadie más va a tocarte o siquiera verte. Mi gran pene estirará tu apretado agujero y recordarás mi forma porque será la única polla que entrará en ti.
Oh Dios, esa forma de hablar. Debía indignarme ¿cierto? Mi cuerpo traicionero solo se entusiasmó ante la idea. Mi centro se contrajo y se mojó, tanto que bien podría ser nombrado como un lago. La vista tampoco ayudaba. Esa mano venuda estaba acariciando ese pene venudo y grande, ya se podía notar salir una gota de pre semen.
Benjamín se acercó como una pantera a su presa, gateó hasta colocarse entre mis piernas, su glande se posicionó en mi entrada.
– Yo…tú…el, el preservativo.
El ceño se arrugó en tono despectivo como si hubiera dicho algo horripilante.
– De ninguna maldita manera usaré una maldita cosa plástica que me aleja de ti. No cariño, tu y yo estaremos piel con piel. Siempre.