El punto de vista de Lucien Reinhardt El amanecer bañaba los muros de piedra de la academia con una luz dorada. Desde mi ventana, podía ver las montañas envueltas en una fina niebla, como si intentaran esconderse del mundo. A pesar de la sublime vista, mi mente estaba en otra parte. Hoy había luna llena. El efecto de la luna en los lobos jóvenes era impredecible. Algunos la veían como una noche de libertad, un momento para dejarse llevar por sus instintos más primarios. Otros, como yo, la veían como un campo de entrenamiento, un momento para agudizar los sentidos, fortalecer el cuerpo y cazar. Mi teléfono vibró sobre el escritorio, sacándome de mis pensamientos. Al ver el nombre en la pantalla, mi expresión se suavizó un poco. —Deborah —respondí con calma. ¡Hermano! Por fin contestas.

