Capitulo 1
El viento aullaba con fuerza esa noche en la mansión del clan Colmillo Plateado . En el ala oeste, Aleya se miraba fijamente en el espejo, con la mandíbula apretada y el corazón latiéndole con fuerza.
—¿Estás segura de esto? Si nos descubren, no habrá dónde esconderse—. Su voz tembló, pero la respuesta llegó inmediatamente desde dentro.
¡Por favor! ¿Cuándo fue la última vez que hicimos algo emocionante? Esto será como un desfile, pero con músculos y testosterona. ¿Qué podría salir mal? —Su loba, Luna, parecía emocionada, como siempre.
Aleya frunció el ceño. «Todo podría salir mal, Luna. Soy la heredera del clan más poderoso y estoy a punto de inscribirme en una academia alfa... ¡Como hombre!»
—Detalles, detalles... Mira, te cortaste el pelo, aprendiste a gruñir como un hombre, y esas feromonas apestan lo suficiente como para engañar a cualquiera. Serás un éxito.—
—Esto no es un juego. Si papá se entera... —murmuró Aleya, ajustándose la corbata de su nuevo uniforme masculino.
Luna soltó una carcajada mental. —¿Y si papá se entera? Anda ya, le estás haciendo un favor. Ese alfa al que quiere acercarte tiene menos cerebro que un cachorro desdentado. Te mereces algo más picante.—
Aleya cerró los ojos con frustración, pero no pudo evitar que una pequeña sonrisa se dibujara en sus labios. —¿Por qué soy tan seria y tú tan... tú?—
—Porque alguien tiene que equilibrar esta relación, cariño. Ahora, ponte las botas, y veamos qué tan bien puedes fingir ser uno de ellos probablemente te sonrojarás con cualquier comentario subido de tono.—
—Luna...—
—Lo digo con cariño, lo prometo.—
La sonrisa de Aleya se desvaneció cuando su lobo agregó: —Además, no puedo esperar a ver a esos alfas caer de espaldas cuando descubran que eres su pareja destinada. ¡Eso sí que será divertidísimo!—
Y así comenzó su aventura: una princesa loba encubierta, un compañero lobo hablador y un destino que cambiaría su vida... tres veces.
Tres meses antes: La cena familiar de Silverfang
La mansión Colmillo Plateado resplandecía bajo la tenue luz de las velas. En el comedor principal, la mesa era tan larga que Aleya solía bromear diciendo que necesitarían un mensajero para repartir la sal. Pero esa noche, no hubo bromas. El ambiente era tenso, como el silencio que precede a la tormenta.
Aleya se sentó junto a su hermano mayor, Samuel, un alfa de 23 años con una sonrisa despreocupada y un apetito voraz. Frente a ellos, su padre, Damian Colmillo Plateado , el imponente líder del clan, observaba todo con ojos críticos. Su voz grave rompió el silencio al colocar el cuchillo en el plato con precisión calculada.
Dentro de dos lunas, Aleya. Cumplirás 18 años y, como es tradición, te unirás a la manada Garra de Piedra . El acuerdo fortalecerá nuestra alianza y garantizará la paz en el territorio.
A Aleya se le cayó el tenedor. El sonido metálico del metal contra la porcelana resonó en el comedor. Sus ojos, normalmente tranquilos, ardían de furia.
—¿Qué acabas de decir?— Su voz tembló, no de miedo, sino de indignación.
Damian arqueó una ceja con expresión firme. —Ya es una decisión tomada. Nathaniel Garra de Piedra es un alfa fuerte y un líder ejemplar. Será un buen compañero para ti.—
Mientras tanto, Samuel seguía comiendo como si nada, aunque evitaba mirar a su hermana. Aleya lo notó y sintió que su frustración crecía.
—¿Por qué yo, padre? ¿Por qué no Samuel? ¡Él es el heredero! ¡Es su responsabilidad, no la mía! —Alzó la voz, rompiendo el decoro que solían mantener en la mesa.
Damian exhaló profundamente, con la mirada severa fija en ella. «Samuel tiene otras responsabilidades dentro del clan. Además, como mujer del clan, tu deber es asegurar la continuidad de nuestro linaje y fortalecer nuestras alianzas».
Aleya se levantó bruscamente, empujando su silla hacia atrás. —¿Eso es todo lo que soy para ti? ¿Un medio para tus alianzas políticas? ¡Ni siquiera me preguntaste si quería esto! ¡No soy un trofeo, padre!—
—¡Cuidado con lo que dices, Aleya! —Damian golpeó la mesa con el puño, haciendo temblar los candelabros—. Esto no es una petición; es una orden. La manada Garra de Piedra es crucial para nuestra supervivencia.
Samuel finalmente habló, con un tono conciliador. «Aleya, quizá deberías escucharlo. Nathaniel no es tan malo como crees...»
Ella lo fulminó con la mirada. —¡Claro que lo dirías, porque no eres tú quien está siendo tratado como moneda de cambio! Mientras que tú sigues siendo el heredero amado que puede hacer lo que le plazca.—
Samuel suspiró, sin querer agravar el conflicto. Aleya no esperaba menos de él: siempre evitaba los problemas.
—Esto no es justo, padre. Si quieres una alianza, cásate. O deja que Samuel lo haga. Pero no voy a sacrificar mi vida por algo que no elegí. —Su voz tembló, pero cada palabra transmitía determinación.
Damián se levantó de su asiento, elevándose sobre ella. «Eres mi hija y cumplirás con tu deber. Esto no está sujeto a discusión».
Aleya lo miró desafiante, con el pecho agitado. Sin decir nada más, giró sobre sus talones y salió del comedor, dejando atrás el eco de sus pasos y una tensión palpable.
En su habitación, cerró la puerta de golpe y dejó escapar un grito ahogado. Fue entonces cuando Luna, su loba, habló con su habitual tono despreocupado.
¡Guau! Qué incómodo... ¿Quieres que le muerda la pierna a papá? ¿Por si acaso?
Aleya soltó una risa amarga. «Esto no tiene gracia, Luna. Quiere venderme como ganado».
—Lo sé, pero míralo así: Nathaniel es más feo que un lobo mojado. Quizás valga la pena irse. ¿Qué te parece? Un cambio de aires, un poco de drama... y mucho menos trato con papá.
Aleya suspiró, apoyando la cabeza contra la pared. —¿Crees que soy capaz de hacerlo?—
¿Huir? ¡Claro! Pero si no me dejas tomar el control al menos una vez, esto no será divertido.
La chispa de una idea comenzó a formarse en la mente de Aleya. Si nadie iba a luchar por su libertad, ella lo haría sola.
Aleya se desplomó en la cama, aplastada por el peso de las palabras de su padre. Las velas de su habitación proyectaban sombras danzantes en las paredes, pero nada podía distraerla del torbellino que se cernía sobre su mente.
«Nathaniel Garra de Piedra ...», murmuró con desdén, recordando las pocas veces que lo había visto en las reuniones entre manadas. Un alfa corpulento con una voz tan ronca como su aliento después de una cacería. Siempre vestido con pieles que parecían a punto de reventar bajo la presión de su vientre. Era el mayor de cinco hermanos, todos igual de feos, pero Nathaniel tenía el «privilegio» de ser el heredero del clan.
—¿Por qué yo?—, pensó, apretando los puños contra las sábanas. —Mi padre podría haber elegido cualquier otra solución. Pero no, decide entregarme como trofeo a alguien que nadie quiere—.
Luna no tardó en intervenir, con el mismo sarcasmo de siempre. —Mira el lado positivo: al menos no tendrás que preocuparte de que alguien más intente robarte ese pan a medio hornear—.
Aleya suspiró. «Esto no tiene gracia, Luna. Mi vida debería ser mía. Quiero encontrar a mi pareja destinada. Alguien que me haga sentir viva, alguien que...»
Luna se rió a carcajadas, interrumpiéndola. —¡Por favor! ¿De verdad crees en los cuentos de hadas? ¿Amor a primera vista?probablemente será un beta con mal aliento y un gusto horrible para la comida—.
—Cállate. —Aleya se dio la vuelta en la cama, cubriéndose la cara con una almohada—. No quiero un matrimonio arreglado. Quiero enamorarme... como mamá y papá, antes de que se convirtiera en un tirano.
Un suave golpe en la puerta la sacó de sus pensamientos. Aleya se tensó y se incorporó rápidamente. —¿Quién es?—, preguntó con cautela.
—Soy yo, Sam. ¿Puedo pasar? —La voz de su hermano mayor era más seria que de costumbre.
Aleya suspiró y se dirigió a la puerta, abriéndola lentamente. Samuel estaba allí, apoyado en el marco con expresión de culpa. Entró sin esperar invitación y cerró la puerta tras él.
—¿Qué quieres, Sam? ¿Vienes a decirme que estoy exagerando, como siempre? —preguntó bruscamente, cruzándose de brazos.
Samuel levantó las manos en señal de rendición. «No estoy aquí para pelear, Aleya. Solo quería... hablar».
Ella lo miró fijamente, con el ceño fruncido. —¿Hablar de qué? ¿De cómo mi padre decidió venderme al peor partido de la región porque eres demasiado importante para hacerlo tú mismo?—