El punto de vista de Lucien Reinhardt El amanecer me encontró de pie frente a la ventana de mi habitación. No había pegado ojo. Mi lobo gruñía en mi interior, frustrado y ansioso. La imagen de la loba blanca no se me iba de la cabeza. Su aroma seguía grabado en mis sentidos, etéreo pero inconfundible. "¿Quién eres?", murmuré en el vacío, con las manos hundidas en los bolsillos de mi pijama. El sonido de risas en el pasillo me interrumpió. Cassian y Axel entraron con sus habituales bromas matutinas, pero sus expresiones cambiaron al verme. —¿Dormiste algo, hermano? —preguntó Cassian, levantando una ceja. "No", respondí secamente. Axel se dejó caer en su cama con un bostezo. Les conté de mi encuentro con aquella loba blanca. Por un momento, me escucharon atentamente hasta que Cassian

