—No puedo creer que hagas esto por mí —gemí mientras la miraba incrédulo. Ella soltó una risita y, después de un gesto íntimo, se apartó sonriendo. —Me encanta complacerte —dijo, apretando el cuerpo contra el mío. Su larga melena negra le caía sobre la cara mientras subía y bajaba. Sus senos se movían con el ritmo de su cuerpo. La humedad y el contacto hacían que todo se deslizara suavemente entre nosotros. —No puedo contenerme —jadeé mientras me apartaba un poco y me tocaba con urgencia. Ella gimió de placer al notar mi reacción. Se limpió con la mano y, con avidez, recogió lo que había quedado en su piel. —Mmm... qué rico —dijo, relamiéndose los labios—. Me encanta verte así. Me dedicó una sonrisa lasciva y me guiñó un ojo. Miré sus pechos, ahora marcados por lo que había pasado, y

