El Harén

Me encontraba frente a la casa de mi familia con la mochila en la mano. Lloviznaba y estaba medio empapado mientras caminaba desde la parada del autobús. Pero esa no era mi mayor preocupación; me habían enviado a la universidad hacía tres años, pero después de que me expulsaran por hackear los servidores de la universidad, finalmente había regresado a casa. Me llamo Suraj y acabo de cumplir veintiún años. Bueno, primero les cuento un poco sobre mí: mido alrededor de 1,83 metros. Antes de irme de casa era muy delgado, pero tres años en el gimnasio de la universidad me ayudaron a ganar masa muscular y a tonificar mis músculos. No esperaba una cálida bienvenida al llamar a la puerta de la mansión. Fue mi cuñada, Jhanvi, quien abrió. Estaba absolutamente radiante. Sus brazaletes de boda brillaban bajo el sol y vestía un sencillo salwar kameez blanco. Pero lo que me atrajo fueron sus enormes pechos, realzados por la tela de su ropa. Todavía no podía creer que sus padres la hubieran casado con mi hermano mayor, Kishore. Ella era mi amiga de la infancia y estuve perdidamente enamorado de ella durante la universidad. Se había convertido en una mujer despampanante en los últimos años y no podía evitar mirar su cuerpo curvilíneo. Aunque ahora era mi cuñada, sus curvas sensuales me excitaban. Mis pensamientos fueron interrumpidos por un chasquido de dedos. —¡Suraj! ¡Suraj, despierta! —exclamó con una sonrisa—. ¡He estado esperando a que mi mejor amigo vuelva a casa, y lo único que hace es mirarme fijamente! —Bueno, nunca te había visto vestida de forma tan tradicional, ¿verdad? —le devolví la sonrisa—. Te queda genial, Jhanvi. —Vale, vale, basta de formalidades —dijo entre risas—. Pasen. Está lloviendo bastante fuerte afuera. El salón me resultaba bastante familiar. Los ricos azulejos de mármol, las puertas de madera barnizada y la gran escalera que conducía a los dormitorios. —¿Dónde está todo el mundo? Ya sabes, papá, Tara y... —me detuve a mitad de la frase. —Bueno, los hombres están trabajando. Tara ha salido con Disha, y Nora está con Ravi supervisando algunos trabajos en nuestra nueva planta. —¿Entonces estamos solos juntos? —pregunté inocentemente. —¡Sí! ¡Solo nosotras dos aquí en esta casa enorme! Como en los viejos tiempos —dijo guiñando un ojo. Me senté en el sofá a su lado, mientras ella se apartaba rápidamente el pelo de la cara, dejándome ver claramente sus voluptuosos pechos. Me encantaba cómo arqueaba el cuello hacia delante cada vez que se movía. Y sus generosos senos se balanceaban suavemente bajo su blusa cada vez que se estiraba. —¿Quieres algo de beber? —me preguntó, volviéndose hacia la cocina. —Me vendría bien un café, si no te importa —respondí. —¡Enseguida! —asintió. Al entrar en la cocina, observé cómo su trasero bien formado se movía seductoramente en el aire bajo su falda ajustada. Joder, cómo me excitaba. Oí el tintineo de tazas y platos al ser colocados sobre la encimera, seguido del ruido del agua hirviendo. Un minuto después, regresó con una bandeja de café de filtro. —Gracias, Jhanvi —sonreí mientras ella colocaba la bandeja sobre la mesa de cristal entre nosotras. —De nada —dijo entre risitas. Pasé toda mi infancia con Jhanvi, pero las cosas habían cambiado, ya que se había casado con mi hermano. Ya no era mi amiga íntima, sino mi cuñada, a quien se suponía que debía respetar. Pero aunque sabía que no debía acercarme demasiado a ella, no podía evitar mirar con deseo su cuerpo curvilíneo. —Así que... probablemente todos en casa estén enfadados conmigo... ¿eh? —pregunté con torpeza. —Sí, algo así —respondió en voz baja—. Quiero decir... es un gran desastre, y Babuji está muy enfadado. Debió de notar que me ponía nerviosa. —¡Pero estoy feliz de tener de vuelta a mi mejor amiga! Pensé en ignorarte después de que desapareciste de la vida de todos durante los últimos años. Pero no puedo evitar alegrarme de que hayas vuelto. Me siento sola en casa. —Lo siento, Jhanvi, es que estaba muy enfadado por todo lo que pasó —respondí. —No tuve tiempo de llamarte, pero parece que has encontrado mucho tiempo para ir al gimnasio —dijo entre risitas, con la mirada fija en mis brazos musculosos. —¡Apuesto a que eras muy popular entre las chicas! —dijo, acariciándome el brazo con naturalidad—. Seguro que causaste mucha impresión con esos músculos tan marcados. No supe qué decir y me sonrojé. —¡Ay, vamos, Suraj! —rió, apretándome el brazo con más fuerza—. ¡Sabes que no tienes por qué avergonzarte conmigo! ¡Ahora somos familia! Se acercó haciendo un gesto y sacó su teléfono. —¡Vamos, hagámonos una selfie juntos! ¡Quiero subirla a f*******:! Me atrajo del brazo hacia ella y levantó su teléfono. Mientras se inclinaba y sacaba la lengua juguetonamente, presionó sus voluptuosos pechos contra mi brazo. Podía sentirlos contra mí a través de la tela de su salwar kameez. Me alegré de que tomara una foto rápidamente; de lo contrario, habría notado mi erección en mis pantalones. —¡Qué lindo! —sonrió, reclinándose en el sofá. Seguimos charlando un rato hasta que se abrió la puerta y Nora entró con Ravi. Nora era la nueva esposa de mi padre. Se habían casado apenas unos meses después del fallecimiento de mi madre, hacía tres años. En realidad, ella era la secretaria de papá. Una vez la pillé intentando ligar con Kishore, mi hermano mayor, que acababa de empezar sus prácticas con papá. Mi madre montó en cólera y casi consigue que la despidan. Solo gracias a la intervención de Ravi, la mano derecha de papá, conservó su trabajo. Supongo que al final se dio cuenta de que era más fácil seducir a mi padre viudo que a su hijo. Aunque no me entusiasmaba precisamente su matrimonio con papá, tenía que admitir que estaba buenísima. A pesar de ser una arpía, a los treinta y dos años era una belleza. Tenía la piel tersa y bronceada; unos ojos grandes, redondos y marrones; una melena oscura, espesa y brillante; unos labios carnosos y besables; y una figura de reloj de arena perfecta. Sus pechos eran sin duda lo que más llamaba la atención de ella. ¡Eran enormes! Y además tenían una forma perfecta, como lágrimas. No eran ni demasiado grandes ni demasiado pequeños; tenían el tamaño justo para su cuerpo. Solía usar blusas escotadas que los realzaban maravillosamente. Me sobresalté al verla, y mi mirada se dirigió inmediatamente a su figura escultural. Llevaba una falda de oficina ajustada y una blusa blanca que se ceñía a su busto. Me miró con frialdad mientras se quitaba el abrigo y lo colgaba en el pasillo. Sus pezones se transparentaban bajo la fina tela de su blusa. Me quedé mirándolos fijamente mientras se endurecían. —Te veo mañana para firmar esos papeles, Ravi —le indicó, y lo despidió. —¿Así que por fin te decides a volver a casa? —dijo, entrando y sentándose en la silla mientras cruzaba las piernas. No pude evitar mirar sus largas y suaves piernas y sus hermosos pies. Llevaba tacones altos que realzaban aún más su ya de por sí alta figura. —Ha vuelto el hijo predilecto —dijo con sarcasmo, mirando a Jhanvi—. ¿Y tú qué haces perdiendo el tiempo con él? ¿No tienes que preparar la cena? —Yo... yo... —tartamudeó Jhanvi—. Estaba a punto de empezar cuando entraste. —¡Bueno, empieza! —ordenó Nora. —No, no... por supuesto que no —respondió Jhanvi dócilmente, y se apresuró hacia la cocina. —¡No deberías hablarle así a Jhanvi, Nora! —exclamé. Se giró hacia mí y me miró con una sonrisa maliciosa. —Notarás que las cosas son un poco diferentes desde que te fuiste de casa —dijo, levantándose y acercándose a mí. Puso un pie en el sofá entre nosotros—. ¡Aquí a nadie le importa tu opinión, Suraj! ¡Has vuelto, pero ahora no eres más que un vago que vive a costa de su familia! Aunque me enfurecí, también sentí cómo se me endurecía el pene al contemplar las preciosas piernas de Nora con sus tacones altos. ¡Joder, estaba buenísima! Su vestido era cortísimo y dejaba al descubierto casi todos sus muslos y pantorrillas. —Nora... Si crees que yo... —empecé a hablar, pero ella puso un dedo en mis labios. —Shhh —susurró, levantando la mano para acariciarme el pelo. Se acercó más a mí, hasta que nuestros rostros quedaron a centímetros de distancia—. ¡Recuerdo cómo le contaste todo a tu madre cuando intentaba ligar contigo, Kishore! ¡Ahora que se ha ido, me toca a mí darte una lección! Estaba a punto de contraatacar cuando mi padre y mi hermano también regresaron del trabajo. Nora me quitó el pie de la entrepierna y se giró para saludarlos. Mi padre me miró con frialdad antes de subir las escaleras hacia su habitación, ignorándome por completo. Nora me lanzó una mirada de suficiencia antes de seguirlo, dejándome a solas con Kishore. —¡Dios mío! ¿Por qué siempre tienes que enfadarlo? —me espetó Kishore—. Ha estado de mal humor todo el día. —¡Hola a ti también, bhai! —respondí sarcásticamente. —Parece que la universidad no ha podido deshacerte de esa actitud, ¿eh? —me espetó con desprecio. —¿Eres tú, Kishore? —preguntó Jhanvi desde la cocina al oír nuestras voces acaloradas. Entró corriendo a saludarnos con una sonrisa, secándose las manos con una toalla. Kishore siempre supo que yo estaba enamorado de Jhanvi, y nunca le perdoné que se casara con ella. La única vez que llamé a casa desde la universidad fue para pedirle a Kishore que no se casara. Me ignoró, por supuesto, y se casó con ella de todos modos.