Capítulo 3

1898 Words
Estoy sobre la hora. Eric, hoy no se sentía bien. Así que, tuve darle algunos medicamentos y comprobar que no tuviera fiebre. Mi padre, como siempre, tuvo que sacarme de la casa. Normalmente, cuando mi hijo se enferma me vuelvo más protectora de lo que soy. Entro al parqueadero y buscando lugar, cuando una monstruosa camioneta ocupa dos plazas. No es cierto. Miro la hora en mi reloj y presiono el claxon para llamar su atención. Veo, como el sujeto baja de su camioneta sin importarle que este como una loca tocando el claxon. Algo frustrada, me bajo de mi coche y lo enfrento. —Oiga, está estacionado en un doble espacio—me mira fijamente a través de sus gafas de sol y juega con su llave—¿Me escucho? —inquiero y este parece salir de su letargo. El hombre es alto, muy alto y bien construido. Lleva vaqueros y camisa de vestir blanca doblada a la altura de sus antebrazos. Se aclara la garganta. —Los siento, pero es que necesito el espacio—pasa por mi lado como si nada. ¡Esto es el colmo! —Así o más imbécil—siseo. —Demándame—le escucho decir antes de regalarme una sonrisa engreída. Hijo de… —Váyase al diablo. Pendejo. Me quedo unos segundos en mi lugar, enojada por la desconsideración de ese hombre. Miro la hora y corro al coche para buscar una plaza disponible. Simón me va a matar. Dijo que, para hoy, tenía a un cliente muy importante. Solo nos convocó a Andrés y a mí para la reunión. Perfecto. Otra batalla en contra del imbécil. Si logro este trabajo la comisión sería fantástica. Por suerte, encuentro unos metros más allá. Mientras mi móvil suena con la llamada incesante de Lola, mi asistente. Tomo mis pertenencias y corro por el parqueadero hasta la oficina. Cuando entro, Lola se levanta de su asiento. —¿Dónde estabas? Jadeo en busca de aire. Sin ceremonia, tiro mis cosas sobre su escritorio. —Después te cuento—respiro profundo—¿Ya están? —Sí. El cliente acaba de llegar y están en la sala de reuniones. Tomo mi móvil y la Tablet para la reunión antes de correr de nuevo. Esta vez, a la sala de reuniones. Abro la puerta de un tirón tratando de llevar aire a mis pulmones, después de la carrera. Definitivamente, necesito hacer más cardio. —Lo siento —susurro de manera entrecortada— Es que, un imbécil se estacionó mal… Volteo y me quedo en shock al ver quien está sentado en la sala de reuniones. El indeseable de la camioneta. Levanta la mano y me da una sonrisa cabrona. —Presente el pendejo, que estaciono mal. Registro sus palabras y mi mente se queda en blanco. Su expresión me dice que lo está disfrutando. ¡Joder! Que suerte de mierda tengo. —¿Puedes explicarte? —sisea llegando hasta mi Simón, al tiempo que Andrés se relaja y se sienta con una sonrisa de: Esto es mío. Lo cual no podría cabrearme más. —El señor y yo tuvimos un malentendido— comienzo. —Digamos que, su empleada fue un poco grosera conmigo. —¡Yo! —lo miro indignada—Usted fue, el que se estacionó con esa camioneta que podría ocupar todo el polo sur—gruño. —¡Olivia! —me reprende, Simón. Respiro profundo. —Lo siento, no fue mi intención ser grosera—farfullo tratando de no dañar el posible trato. El hombre asiente con una mirada seria. —Bien. Solucionado el malentendido, prosigamos—anuncia, Simón, antes de alejarse. Me enderezo y avanzo. Tomo asiento dejando una silla de por medio entre Andrés y yo. Tomo una de las botellas de agua ubicadas en el centro y le doy un gran sorbo. —El señor aquí presente. Es Hudson Evans— comienza Simón— Y, quiere reformar su casa en Brandon. Uno de los mejores condados para vivir, sin duda. Simón le da un botón y las cortinas se cierran antes de encender el proyector de la sala. Cuando la casa aparece en la pantalla me roba el aliento. —Me gustaría una reforma total—dice en voz ronca—La casa tiene un estilo ahora mismo muy… —Señorial—digo mirándolo y él asiente de mala gana—Tiene un estilo clásico, por lo que veo—murmuro. —Imagino que podríamos volverla minimalista—Andrés dice y evito rodar los ojos —Menos, es más. Tomo mi Tablet y con mi stylus hago anotaciones. —¿Olivia? — Simón habla. —Estoy considerando dos estilos— Anuncio en tono profesional, al tiempo que veo las imágenes de la casa. —Me gustaría tener una propuesta, lo más pronto posible. Ya que, solo estaré en la ciudad un par de días. —Por supuesto—se apresura Andrés—Sé que tienes un juego, fuera. ¿Juego? —No tengo problemas en presentarte mi propuesta mañana mismo. ¿¡Que!? —Eso sería fantástico—me mira de soslayo. —Yo… —Ambas propuestas estarán mañana a primera hora— Replica Simón desde su lugar. Se pone de pie y nosotros también, al tiempo que Simón abre las cortinas. —Que sea a las nueve—me mira serio— No quiero retrasos. ¡Hijo de su madre! Siento que me sonrojo hasta la raíz, pero no de vergüenza. No, de furia. Sus ojos claros me miran con seriedad. Antes de tenderme la mano. —Hasta mañana— Dice. —Hasta mañana— Murmuro. Su mano es cálida y me da un ligero apretón que dura más de lo debido antes de liberarla. Sale de la sala de reuniones y miro a Simón. —¿Mañana? —repito—¿Sabes lo que tengo que hacer para terminar esa presentación en un día? —Es importante, hacernos con este proyecto—me dice— No lo arruines, ya bastante has hecho en darle una mala impresión a Hudson. —Simón, Me retrasé por algo personal. —Siempre es lo mismo contigo— se mofa Andrés con una mirada de superioridad. —Que te den, imbécil —susurro antes de tomar mis cosas. —Mañana tendrán mi presentación—digo lo más serena que puedo, antes de salir de la sala... —¿Cómo te fue? —Como en feria. —¿¡Cómo!? Suspiro. —Me fue fatal—murmuro entrado a mi oficina. Rodeo el escritorio de vidrio de aspecto industrial. Abro mi portátil que ya está en su lugar, al igual que el resto de mis cosas, gracias a Lola. La miro. —Tuve un encuentro desagradable con un hombre en el parqueadero y, ¿Adivina? Chasquea los labios y toma asiento frente a mí. —Si fuera adivina, hace mucho no estaría aquí. Créeme. Sonrió. —Me peleé con el cliente de Simón. —¿¡No!? —abre sus ojos negros con horror. —¡Si!—digo en voz casi chillona— Es un mamón insufrible. —Está bueno. —¡Lola! — la amonesto. —Además, de que es un papi. Mi Josep es superfán— hace referencia a su esposo. —¿De quién? —Del bombón, Evans—me mira con incredulidad— ¡Joder, Olivia! ¿No sabes quién es? —¡No! —digo en tono desesperado. —Creo que Eric, si sabrá quién es tu cliente. —¿Qué tiene que ver mi hijo, con ese ser indeseable? —señalo. —Jesús— susurra. La miro ladeando la cabeza. —Hudson Evans, es un jugador del equipo local de la MLB—abro la boca y niego —Josep, parece que ve a Megan Fox en tanga cuando el hombre juega. Me rio de su cara, aunque no quiera. —¡Lola! Ella se ríe también. Me pongo seria. —Tengo que hacer una presentación para mañana a primera hora. —Pero, ¡Te volviste loca! —Loco, está Andrés—siseo—Fue quien dijo que podía tener la presentación para mañana—la miro seria —Ambas sabemos que tiene el antiguo proyecto Turner. El que no escogieron—asiente— Solo debe cambiar algunas cosas y presentarlo. Yo debo hacer todo desde cero. —Maldito micropene. Suspiro porque Lola es un caso muy peculiar. Ella no tiene filtro y sabe lo que ocurre en la oficina. —¿Cómo sabes que…? — levanto mi dedo meñique. —Sami, la de contabilidad—cuchichea esta vez me rio hasta llorar. Cuando se va, lo hace con una sonrisa divertida, dejándome sola para comenzar a preparar mi presentación. Imprimo las fotografías de la presentación que ya tengo en mi correo. Las ideas vienen a mi mente. Hudson Evans es un hombre que parece un guerrero vikingo por su altura. Sus ojos claros y cabello castaño. Tiene un mentón fuerte y manos grandes. Es atractivo. —Pero, un incordio—susurro tomando un folio de muestras para escoger algunas texturas. Generalmente, me tomo un par de días para tener todo listo. Pero, dada las circunstancias, debo apresurarme. Sin embargo, mi mente oscila también entre el proyecto y Eric. ⭐⭐⭐⭐ —Mami. Estoy sentada en la mesa del comedor con un desorden de muestras cuando mi hijo se acerca pasadas las diez. Este, camina sin ánimos y con cara de drama. Ya no tiene fiebre, pero le duele la tripa. Eric se vuelve un bebé cuando se enferma y quiere mi atención. Le hago un espacio y cuando creo que se negará a sentarse en mi regazo, me sorprende al hacerlo y hunde su rostro en mi cuello. Paso mi mano por su cabello n***o. —Ya no tienes calentura—murmuro —Pero, me duele la tripa. —Lo sé, cielo—murmuro— Vete a descansar. —¿No has terminado? —No —digo sintiendo el dolor de cabeza más fuerte—Me falta mucho. —¿Puedo dormir en tu cama? —levanta la cabeza y hace un puchero. —¿Desde cuándo, tú quieres dormir en mi cama? —sonrío divertida. —Me siento mal y el abuelo, ronca. Me rio. —Soy tu mejor opción. —Si—se encoge de hombros. Las palabras de Lola me vienen a la mente. —Eric. ¿Quién es Hudson Evans? Este me regala la misma mirada indignada de Lola. —Mamá. Es el mejor jugador de los Rays—comienza— Juega en la inicial y tiene un average por encima de los trescientos. Es el líder en impulsadas y está a punto de llegar a los mil hits de por vida—continúa exaltado. Abre los brazos—La temporada pasada término con un average similar. Treinta jonrones, cuarenta y tres dobles, dos triples y ciento dieciséis carreras impulsadas… —Entendí—lo corto. —Pero, ¿Dónde vives? —Debajo de un hongo—digo exasperada. —¿Por qué me preguntas por él? —Por nada—niego—Ve a mi cama y duerme allí. Prometo ir en un rato más. De mala gana, se levanta y arrastra los pies en dirección a mi habitación. Los ojos me escuecen, pero no me voy a rendir. Tengo trabajo que hacer. Y hacerle tragar sus palabras a ese arrogante.
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