— No me canso de decir que bailas muy bien — digo con una sonrisa tonta y algo achispada. Estamos en medio de la pista y la hemos pasado muy bien a pesar de las miradas feas que su madre me lanza. Hudson deja un beso en mi nariz. — Tú también lo haces muy bien. — Lo sé — replicó y él, ríe. — El champán te hace sacar tu lado arrogante. Lanzo una risa despreocupada. — Creo que necesito ir al tocador — susurro. — ¿Estás bien? — frunce el ceño. — Nop. ¿Quieres ayudarme con el vestido? — le doy una mirada sugestiva. No necesito decir más. Hudson me saca de la carpa y nos lleva hasta los baños. Cuando entramos, lo veo aspar el seguro. Ese es mi hombre. Dejo mi pequeño bolso de mano en la encimera del lavamanos. Y soy media vuelta para ver a Hudson sacándose la chaqueta de su traje y

