Cuando abrí los ojos me encontré atrapada entre sus brazos, sofocada y con tremendo dolor de cabeza. Lo único que recordaba es que había llorado lo suficiente como para que mi lado patético no dejara duda de que era completamente mío.
Moví sus brazos y le empujé suavemente. Apoyada por su pesado sueño, escapé no solo de la cama, también de la habitación sin dejar de preguntarme qué estaba haciendo.
¿Debería tomar mis cosas e irme? Era una pregunta que tampoco podía apartar de mi mente. Pero eso tomaría tiempo, y Miguel no tardaría mucho en despertar. Huir sería posible por solo algunos minutos más.
—¿Vas a salir corriendo como vil cobarde? —pregunté a mi reflejo en el espejo de la sala, y mi demacrado rostro me hizo muecas.
Suspiré.
De verdad que quería salir corriendo, y es que yo
