Presioné las teclas del piano con fuerza, la melodía que estaba tocando ahora era intensa, llena de rabia, y a quien engaño, un poco de furia y pasión también. Desde que llegué anoche a casa, me costó dormir, en lo único que podía pensar era en Jasper. Cuando nos conocimos, yo tenía solo diez años y él trece, su padre y él mío comenzaron a hacerse amigos, así que era común para mí ir a su casa o él a la mía. Pronto, nos volvimos unidos, Jasper tenía un hermano menor, un año menos que yo, aunque con él nunca pude congeniar cómo con Jasper.
A través de los dos años que fuimos amigos, éramos inseparables. A veces, podía odiarlo por ser tan jodidamente terco y tener un humor de perros, pero otras veces lo adoraba con el corazón. Si mi conejo quedaba atrapado en una zanja, él lo rescataba por mí. Si algún chico me estaba molestando en clases, me defendía. Y cuando mi padre engañaba a mamá y las cosas en casa se ponían muy feas, era él quien me recibía y trataba de consolarme.
Fue mi lugar seguro durante mucho tiempo, con él, las cosas buenas se sentían aún más increíbles, y las terribles dolían menos. La última vez que nos vimos, su padre fue a mi casa, lo dejó conmigo en la sala de estar para despedirse. Al principio, cuando me contó que se iría, pensar que solo serían unas vacaciones fuera de la ciudad, pero pronto comprendí que nunca más lo volvería a ver.
—Mi padre está teniendo problemas por dinero, nos vamos a casa de mi tía porque ya no podemos seguir pagando nuestra casa —contó, sentados sobre el sofá donde tantas veces se quedó a dormir cuando veíamos películas juntos.
—Pero ¿ya no te volveré a ver? —pregunté, mi labio inferior temblaba, y mis ojos estaban llenos de lágrimas, pronto explotaría en llanto.
—No Mic —dijo, ese era su apodo hacia mí. — No volveremos de nuevo.
Justo en ese momento, un estruendo sonó en la oficina de mi padre, dónde estaba reunido con el padre de Jasper. Mamá se acercó, estaba nerviosa, pero no entró en la oficina, tenía prohibido hacerlo cuando papá se reunía por negocios. Nos miró, había algo pasando, algo que no querían decirme, pero solo tenía doce años, ellos pensaban que no era necesario que yo supiera nada.
—¿Está pasando algo? —pregunté, y Jasper asintió, mirando hacia la puerta como yo.
—Solo sigue siendo como eres, tan perfecta y buena —pidió, mirándome de nuevo. Él tampoco estaba dispuesto a decirme qué estaba ocurriendo.
Sus ojos marrones eran como fuego en los míos. Estaba enamorada de Jasper, inclusive teniendo diez años cuando lo conocí, supe que sería el hombre que marcaría mi vida por siempre. Ahora, diciéndome que se iba de mi lado, sentía un dolor tan profundo que era imposible de describir. Mamá decía que así se sentía el desamor, pero yo estaba segura de que me encontraba enferma.
Su padre salió de nuevo de la oficina, venía agitado y su mano sangraba, como si hubiese golpeado a algo o a alguien. Ubicó a Jasper junto a mí, había furia y dolor en su expresión, lo que significaban que las cosas estaban bastante mal.
—¡Jasper! ¡Nos vamos ahora mismo! —gritó.
Jasper saltó del sofá ante la orden de su padre. Lo seguí hacia la salida, mamá estaba abriéndole la puerta, como si quisiera que se fueran lo más pronto posible. Ella no era así, había querido a la familia de Jasper tanto como yo, todo era tan extraño, ¡Hubiese sido más sencillo si alguien me explicará qué pasaba!
Jasper se detuvo abruptamente y se dio la vuelta, yo venía siguiéndole los pasos, así que casi tropecé con él. Me tomó de los hombros y se acercó a mí.
—Sé feliz Mic y no te olvides de mí, porque yo no me olvidaré de ti —pidió Jasper, y entonces, presionó sus labios en los míos, sin importarle que mamá estuviera allí, mirándonos.
Mi cuerpo se congeló, nunca había sido besada por nadie, pero sus labios cálidos me inmovilizaron, se sentía increíble. Justo cuando estaba disfrutando del beso, su padre lo tomó del brazo, jalándolo lejos de mí. Sin darme cuenta, mamá me tomó a mí antes de que pudiera lanzarme hacia él. Patalee, grité por Jasper, solo porque no quería que se lo llevarán, no quería que mi mejor amigo se alejara de mí.
Mamá me detuvo con sus brazos, enjaulándome mientras lloraba y lo miraba subirse al coche de su padre y arrancar lejos. Sabía que sería la última vez que lo vería, y estaba viendo a mi corazón y a mis tontas ilusiones adolescentes irse con él.
—¡Micaela estoy hablando contigo! —gritó mamá, sacándome de mi estupor.
Me sobresalté, las notas de la canción se distorsionaron hasta que me detuve. Volví a la realidad, doce años al presente. Mamá estaba frunciéndome el ceño, odiaba cuando hacía eso, cuando me metía tan profundo en mis pensamientos que me olvidaba de todo lo demás a mi alrededor. Puso una mano en su cintura, estaba golpeteando su pierna derecha, esperando una respuesta de mi parte.
——Perdón, no te escuché —me disculpé, cerrando el piano, de todas formas, tocar solo me hacía pensar más en Jasper. — ¿Qué estabas diciéndome?
——Que Carrie está aquí, vino a verte —respondió, un poco mal humorada. A mis padres no le caía muy bien mi mejor amiga, probablemente porque ella era libre y yo no. — No te olvides que está noche tenemos invitados para la cena, así que debes arreglarte temprano.
Ese era su forma de decirme que no me demorará mucho con Carrie. A veces papá invitaba amigos o socios a casa, entonces teníamos que sentarnos mi madre y yo a cenar, fingiendo que no estábamos escuchando, porque no podíamos opinar. Papá decía que las mujeres no debían encargarse de los negocios, se había quedado en el siglo pasado, pero era difícil hacerle cambiar de opinión.
Asentí, solo para que me dejara subir a mi habitación de una vez. No podía decirle que esas reuniones me aburrían como el infierno y que prefería quedarme en mi habitación, porque eso podría malinterpretarse cómo una ofensa a sus invitados. A veces, traían a sus esposas e hijas y podíamos ponernos hablar entre nosotras, así no nos aburríamos tanto.
Encontré a Carrie en el vestíbulo de la entrada principal, mamá ni siquiera la había hecho pasar a la sala donde recibíamos a las visitas, no le caía bien y eso era evidente.
La tomé de la mano antes de que pudiera decirme cualquier cosa y subimos hacia mi habitación, dónde me aseguré de cerrar con llave. Mis padres me trataban como si tuviera quince años todavía, así que no quería que alguna señora de servicio escuchará nuestra conversación y fuera con el chisme a mi padre de lo que había hecho anoche.
—¡Cuéntame todo sobre anoche! — suplicó, yendo directo al grano. — ¿Qué estabas haciendo que tardaste tanto en regresar del baño?
——Jasper y yo nos besamos —respondí, brincando a mi cama.
Carrie chilló emocionada.
—¡Lo sabía! No te quitó ojo en toda la noche y cuando te fuiste al baño, él se fue justo detrás de ti —contó, como siempre, ella estaba pendiente de todo. —¿Fue un beso normal o uno de esos que te roban el aliento? — preguntó, ávida de saber todos los detalles.
——Uno que te hace gemir y mojarte —respondí, sonriendo. — Pero luego nos interrumpieron y él actuó como un idiota, prácticamente me sacó de su oficina como si no acabará de besarme y restregar su pene en mí.
Carrie abrió la boca, más que sorprendida. Era muy extraño cuando un hombre te besaba de esa manera un segundo, y al otro te trataba con tanta frialdad. Pero ya conocía yo los cambios de humor de Jasper, solo que antes me había querido, ahora era solo una desconocida para él.
—Es un idiota, es cierto —respondió, dándome la razón. — Pero no puedes negar que está como para comérselo, diablos, el que sea el dueño del lugar lo hace todavía más sexy. Además, estoy segura de que algo malo pasó justo cuando estabas con él. Alguien fue al reservado y le dijo algo a Emiliano al oído, entonces, todo se puso serio y ellos se fueron casi inmediatamente después. La chica estaba furiosa, y Blake se quedó para esperarte y poder irnos.
Era bueno saber que no solo eran ideas mías. Sabía que el dueño de una discoteca como Sexy Night debía tener todo un equipo de seguridad, pero la protección excesiva, la tensión palpable cuando nos sacaban de la discoteca y el repentino cambio de humor de Jasper. Todo eso era demasiado extraño, la noche en si había sido más que extraña, comenzando por volver a ver a un hombre que juré nunca más en mi vida me encontraría.
—No importa, nunca más volveré a verlo —aseguré, tratando de ignorar el aleteo de decepción por eso. — Jasper y yo… nos conocimos de antes, cuando éramos unos adolescentes. Fuimos mejores amigos, pero después de alejarnos nunca más supe de él. Así que no espero nada diferente está vez, no después de lo idiota que fue conmigo. Ni siquiera se acuerda de mí.
—¡De eso nada! Tenemos que ir de nuevo y demostrarle que no te importa —murmuró, pero negué, aunque dentro de mí, volver a esa discoteca y verlo de nuevo era lo que más deseaba.
Después de contarme cómo siguió su noche después de dejarme, nos quedamos un rato más conversando, hasta que se fue pasadas las seis de la tarde. Carrie trabajaba como odontóloga en la clínica de su padre, era una recién graduada así que no hacía nada demasiado importante, también podía faltar los días que quisiera, nadie la presionaba. Al menos, no como a mí.
Papá me había obligado a estudiar en la universidad, solo porque no quería que me dedicara por completo al piano. Decía que no había futuro allí, que debía hacerme una carrera de verdad. No entendía la ironía en ello, porque a diferencia del padre de Carrie, él no me dejaría trabajar en ninguna de sus empresas. Solo quería que me casará con un buen prospecto, uno que trajera algún tipo de beneficio económico a la familia, si no, no serviría de nada.
No quería pasar mi vida como mi madre, yendo de compras y buscando lo que sea para divertirse en un matrimonio sin amor y aburrido como el infierno. Ella no tenía metas propias, solo las que mi padre le imponía. Quería más de la vida, no quedarme sentada esperando a un hombre para que guiara mi camino en la vida, dependiendo mi felicidad de él.
Pero cómo le dices eso a un hombre que hacía lo que quería y cómo quería. Así que me gradué en finanzas, esperando que algún día, aquello me sirviera de algo.
Para la cena, escogí un vestido veraniego azul celeste, mamá decía que resaltaba mis ojos. Era descubierto en los hombros, no tenía escote y se ajustaba al cuerpo de una manera bonito, aunque recatada. No era para nada parecido al que había usado anoche, pero eran situaciones distintas. Dejé mi cabello suelto, alisándolo hasta que estuvo lo suficientemente sedoso y brillante.
No me maquillé en exceso, solo un poco de corrector y base y un poco de sombra y labial. Me puse mis aretes y mi collar de oro, y utilicé el reloj que mi abuela me había regalado antes de morir. Me miré en el espejo, me veía bien, aunque no como hubiese querido. Cada vez el sentimiento de estar en una prisión se incrementaba, tenía veinticuatro, Carrie ya tenía su propio apartamento y yo aún vivía con mis padres, limitada de vivir como quería.
Suspiré, debía dejar de pensar en eso ahora. Escuché un auto detenerse en la entrada de la casa, justo antes de que la señora de servicio tocara mi puerta, esa era mi indicación de que ya debía bajar. Cuando abrí la puerta, no sentí nada extraño. Escuché la voz de mi madre, pero cuando bajé, ella venía hacia mí. Se detuvo de inmediato, sus hombros tensos y tenía una expresión de preocupación.
Aquello llamó mi atención, mamá no se preocupaba, a menos que la comida no estuviera a tiempo o que alguien se haya equivocado en la elección de vimos. Tenía la vida resuelta, así que verla nerviosa encendió una alarma en mí.
—¿Está todo bien? —pregunté, frunciendo el ceño.
Ella asintió efusivamente. Lucía un vestido verde y aretes enormes, el cabello rubio recogido y sus ojos azules abiertos en alerta.
—Si, tu padre dice que mejor te quedes arriba —murmuró.
Eso llamó mi atención, dándome muy mala espina. Papá nunca me pedía que me quedara arriba, por más que mi presencia fuera inútil y casi inexistente, le gustaba presumir que tenía una mujer e hija, así que prefería que asistiera a la cena y comiera con ellos. Mamá no iba a decirme qué estaba pasando, desde que tenía razón, los problemas en casa se resolvían entre ellos. Yo no contaba, y por primera vez, aquello me enojó.
——Ya estoy vestida, prefiero asistir —respondí con fuerza.
—Mica….
No la dejé continuar, seguí hacia el comedor, pasando por la biblioteca y la cocina, nuestra casa era grande, pero apresuré mis pasos. Mamá me llamó varias veces, sin gritar, pero siendo bastante persistente. Su desesperación solo me hizo seguir más rápido, hasta que llegué al comedor de doce comensales. Entonces, me detuve tan abruptamente al ver quién se encontraba allí, sentado con Emilio y mi padre, todos rígidos y con expresiones de muerte.
Casi tropiezo conmigo misma, mirando al hombre que besé anoche. Mi rostro palideció, me arrepentí de inmediato de no haberle hecho caso a mi madre. ¿Y si estaba aquí para contarle lo que había pasado? Podía tener veinticuatro años, pero seguía siendo virgen y mi padre me consideraba como una dama, no vería nada bien lo que había hecho anoche con prácticamente un desconocido.
Mamá se detuvo detrás de mí, su respiración agitada por haberme seguido en esos tacones de quince centímetros que llevaba. Los hombres se quedaron en silencio, Jasper estaba en el cabezal de la mesa de cara a mí, dónde mayormente mi padre se sentaba. Mi padre justo del otro lado tuvo que girar su cabeza para darse cuenta de que era yo.
—No quiso hacerme caso —que quejó mi madre, pasando a mi lado para sentarse con mi padre. Ya entendía todo, mi madre sabía lo que Jasper había significado en mi vida, ella estuvo allí cuando me dio mi primer beso y lo terriblemente triste que quedé cuando se fue.
Tragué fuerte, si papá ya sabía lo que había pasado, entonces iba a estar en serios problemas.
——Siéntate Micaela, pronto traerán la cena —murmuró mi padre.
Lo hice de inmediato, me senté del otro lado, frente a mi madre. Jasper seguía mirándome, pero evité devolverle la mirada. ¿Por qué me miraba de esa forma? Anoche también lo había hecho, no me hablaba, pero tampoco despegaba su vista de mí.
——Jasper te acuerdas de mi hija Micaela….
—No estoy aquí para ninguna charla social. Así que vayamos al grano Wiliam —interrumpió Jasper, sin dejarlo terminar.
Tragué de nuevo, porque aquello me dijo dos cosas. Número uno, el hijo de puta si se acordaba de mí, porqué anoche no quiso admitirlo, era otro tema. Y número dos, papá aún no tenía ni idea de lo que había pasado, si no, ahora mismo estaría golpeando a Jasper y a mí me hubiese cortado la cabeza. No sabía si sentirme aliviada o extremadamente enojada con el hombre que una vez consideré mi mejor amigo.
—Como quieras Jasper, pero no veo qué tenga que ver yo con los malos negocios de tú…
Jasper golpeó la mesa, silenciando a mi padre de inmediato y haciendo que mamá se sobresaltara.
—No me trates como un idiota, no soy mi padre, no voy a caer en tus jodidos juegos —gruñó, diciéndole de una manera tan seria e intimidante, que inclusive papá tragó saliva. Todo esto era extraño, no entendía de lo que hablaban, pero sabía que era serio, que era delicado e importante.
—No sé de qué me hablas —volví a decir papá, pero sonaba nervioso, preocupado.
—Hace diez años, tú y mi padre hicieron negocios juntos, papá te confío todo su patrimonio, invirtió en tu empresa fantasma y cuando te pidió el dinero de vuelta, ya lo habías pasado a una cuenta internacional. Lo hiciste creer que lo perdió porque los valores en la bolsa bajaron, pero tú y yo sabemos que lo estafaste, le robaste el dinero e hiciste que perdiéramos todo.
—¡Eso no es así! —gritó papá, como si de pronto Jasper se hubiese vuelto loco.
Para mí, el mundo comenzó a girar. No era posible que papá le hubiese hecho algo así a su mejor amigo, ¡No era posible que hubiese estafado y robado a alguien! Miré a Jasper, no parecía estar diciendo mentiras, miraba a mi padre con odio y rencor, uno muy sincero.
—Te investigué, llevo diez años haciéndolo Wiliam, puedes hacer todo el jodido escándalo que quieras, pero le quitaste años de esfuerzo a mi familia, a mí padre. Lo llevaste a qué se disparará en la cabeza, y puedes jurar que eso es algo que nunca voy a olvidar.
Jadee, el padre de Jasper se había suicidado. Papá no lucía sorprendido, lo que significaba que sabía y nunca nos dijo nada. Por eso su familia y la de nosotros nunca volvió hablarse, por eso Jasper y su padre se fueron lejos y no volvieron jamás.
—No tienes cómo probarlo —respondió mi padre, negando como si todavía tuviera el cielo en las manos. Había algo mal aquí, sentía que está no era mi vida, que mi padre no era el hombre que siempre respeté, porque él no sería capaz de hacer lo que lo estaban culpando.
Jasper, en respuesta, le tiró una carpeta con documentos, deslizando la a través de la mesa hasta que llegó a él, del otro lado. Mi padre, con las manos temblando, tomó la carpeta y la abrió, leyendo los documentos que había. Su rostro palideció y supe en ese momento, que allí había buenas pruebas en contra de él, que lo que Jasper estaba diciendo era cierto.
—Si quiero, puedo arruinarte a ti y a tu familia, como tú hiciste con la mía —aseguró Jasper,
Todos nos quedamos en silencio mientras mi padre terminaba de leer los documentos y pensar en su próximo paso. Le eché una mirada a Jasper de nuevo, no estaba mirándome, pero lucía muy enojado y eso no me gustó. Había tanto por digerir, que no podía ni siquiera concentrarme en un solo pensamiento a la vez. Papá había cometido un error tan horrible, que era para mí muy difícil creer que no se merecía lo que le estaba pasando.
—¿Qué es lo que quieres? —preguntó, mirando de vuelta a Jasper. Había resignación en su mirada, como el padre de Jasper hace diez años cuando salió de su oficina.
—Quiero los treinta millones de dólares que le robaste a mi padre, más otros veinte por todo el daño que le causaste a mi familia —respondió, sin siquiera parpadear.
Mamá sollozó, las lágrimas querían salirse de sus ojos. En cambio, mi padre negó con la cabeza, como si aquello fuera impensable. Tal vez en otra época, pero ahora, nuestra familia no estaba pasando por el mejor momento económico. No teníamos cincuenta millones de dólares, papá se había encargado de mal gastarlo en malos negocios.
—Está loco hijo, ¡No tengo esa cantidad de dinero! —exclamó, desesperado. — Puedo vender la casa y los coches, pero eso no llega ni siquiera a los cinco millones. Me he quedado en banca rota con las empresas, no tengo nada.
Jasper se encogió de hombros, como si esa información no le importara.
—Encontraras la manera de hacerlo, pero me pagarás así sea lo último que hagas en la vida —gruñó. — Si no, me encargaré de hacer tu vida un infierno, hay cosas peores que la cárcel y lo sabes.
Sentí un escalofrío en todo el cuerpo, estaba segura de que hablaba en serio. Papá no podía conseguir tanto dinero, no cuando las empresas estaban al borde de la quiebra, la bancarrota era inminente. Muchas veces le pedí que me dejara trabajar, para buscar alguna solución que ayudará, pero nunca quiso que me metiera en sus asuntos.
—Está bien —dijo al fin papá, cediendo. — Tendré que vender mis acciones en la empresa, pero eso lleva tiempo, no puedo tener cincuenta millones de dólares de un día para otro.
—Tomate el tiempo que quieras, me llevaré una garantía en caso de que no puedas pagarme —aseguró.
Papá frunció el ceño, inclusive yo lo miré confundida.
—Si quieres la casa y los coches, puedo dártelo…
—No me interesa eso —interrumpió, desestimándolo. — Quiero algo mejor— murmuró. Entonces, sus ojos se posaron en mí de nuevo. —La quiero a ella.
Abrí la boca, pero nada salió de ella. ¿Me quería a mí? ¿De qué demonios estaba hablando?
—Ella no tiene nada que ver en esto.
Jasper ni siquiera le prestó atención, seguía mirándome a mí, mientras yo luchaba por respirar.
—Me llevaré a tu hija como garantía, hasta que no me devuelvas el dinero, no la tendrás de vuelta —respondió, hablando como si se tratara de un mueble bonito que tenía en su casa. – Cuando hayas liquidado la deuda, te la devolveré.
Salté de la silla, mirándolo con furiosa. ¿Cómo se atrevía? Anoche me había besado sobre el sofá de su oficina, luego me había ignorado y ahora estaba qui, queriendo tomarme como si fuera un costal de papas y no una persona. Mi furia iba en aumento, había soportado suficiente del ególatra y narcisista en qué se había vuelto el niño que una vez quise tanto.
—¿Quién diablos te crees? —pregunté, furibunda. — No soy un ganado de vacas que pueden pasarse como si nada.
—Hija tranquilízate —pidió mamá, pero me negué. – No sé qué pasó con tu padre y el mío, pero no tuve nada que ver, así que deja esto fuera de mí.
—¡Siéntate ahora mismo y tranquilízate, Micaela! —ordenó papá, sonando enojado. Conmigo, por más increíble que fuera, porque yo era la que debía estar enojada con él. Miró a Jasper, que parecía casi divertido con mi arrebato. – No puedes simplemente secuestrarla, ella no tiene nada que ver en esto.
—Es tu hija, tu sangre, por lo tanto, es garantía suficiente para mí —respondió, no iba a dejarse convencer, me di cuenta de eso. — A menos que tengas los cincuenta millones de dólares para darme ahora mismo, saldré de esta casa con Micaela, lo quieras o no.
Un sudor frío me recorrió la frente. Esto era en serio, él de verdad estaba hablando de secuestrarme, de llevarme en contra de mi voluntad por una deuda que mi padre tenía con él. Yo, la más inocente de los tres, era a la que querían responsabilizar de cosas que se hicieron cuando yo aún era una niña, cuando no entendía nada.
Mamá hizo algo por primera vez en años, habló.
—Jasper, por favor, ¿no hay otra manera de solucionar esto? —preguntó.
Él negó de inmediato.
—No me iré de aquí sin ella —volvió a decir.
Papá respiró profundo, como si esto le costará, pero él nos había metido en este lío, su avaricia nos había metido en esto. Cuando me miró, sentí como si me hubiese traicionado a mí también, porque sabía que había accedido, estaba entregándome a otro hombre.
—Ve por una maleta, te irás con Jasper.