1. Deberías de venir conmigo

1995 Words
Isabella. —¿Estas bromeando? Voy a necesitar ver alguna identificación— El ladrido de advertencia del camarero me hace apretar los dientes. El actúa como si yo fuera una adolescente de dieciséis años que entra a escondidas en el bar para beber tragos de RumChata. Pero está completamente equivocado. Soy una joven de veinticinco años que busca legalmente tragos de RumChata, porque me los he ganado después de mi semana laboral. —Espera un momento— manoseo torpemente mi cartera, que también parece algo que una chica de dieciséis años podría comprar haciéndose pasar por una adulta. La encontré en una tienda de segunda mano cerca de mi apartamento, que se especializa en artículos olvidados de los años ochenta. El broche de perla, demasiado grande, se suelta y sale disparado por la barra como un fuego artificial de cincuenta centavos. Me piden mi identificación muy a menudo, así que uno pensaría que ya estoy acostumbrada a tener que demostrar que tengo cara de niña, pero no. Hoy, lo estoy superando. Mi licencia no sale de la cubierta de plástico endureció de mi billetera a presión, que también tiene toda la sección disponible para cheques. No llevo cheques, así que en su lugar guardo tarjetas de presentación interesantes en la solapa. Una revolotea: una divertida tienda de artículos sexuales con la que me topé hace poco, “Consuélate” tengo un aspecto totalmente desastroso y lo sé —Mira— Le entrego mi billetera entera y el la mira como si nunca hubiera visto una licencia en su vida. —Hoy en día las identificaciones falsas son cada vez más reales— murmura, y luego me devuelve mi billetera. —No pareces tener más de doce años— Resoplo y pongo los ojos en blanco. —Vamos. Puede que parezca joven, pero no soy preadolescente, por el amor de Dios. Así que vamos. RumChata, amigo— Me mira de reojo mientras se aleja pisando fuerte para preparar mi bebida, como si estuviera tratando de entender mi juego. Esto no es un juego. Esto es cien por ciento Isabella: Una Isabella tambaleante, desgarbada y con cara de bebe. Suspiro y me relajo en el taburete de respaldo alto. Vine aquí con un propósito expreso: olvidar el infierno que es mi trabajo, pero ahora no puedo superar el infierno que es mi vida fuera del trabajo. Llevo casi ocho años en la costa oeste. Desde que dejé Bahía Azul a los dieciocho años para estudiar en la UCLA, he estado cultivado el lado californiano de mi ADN de Wisconsin. Y, en verdad, las cosas empezaron genial. La universidad fue una experiencia salvaje y divertida. Obtuve un título. Encontré un trabajo increíble. Pero luego…las cosas se fueron al traste. Como en el sur de la Antártida. Mi trabajo soñado se convirtió en un purgatorio profesional. El alquiler de mi apartamento se disparó, porque es San Francisco. Y entonces me di cuenta de que todos mis compañeros estaban madurando en otro universo. Mis contemporáneos, con sus rasgos delineados, parecen unos extraterrestres preciosos comparados con mis rasgos sencillos y sin rímel del Medio oeste. No sé cómo alcanzarlos y, lo que es más importante, no estoy segura de querer hacerlo. Y, más que eso, el único hombre con el que me atreví a salir resulto ser apenas un poco más estable que el tipo de hombres que se pueden ver en esos programas sobre crímenes reales. ¿Cómo puedo tener veinticinco años y estar tan perdida como un octogenario con un iPhone? Todos los memes inspiradores que me imploran que viva con sinceridad y sea mi yo autentico me sacan de quicio. ¿Cómo puedo ser sincera y autentica y pagar el alquiler? Supongo que esto es lo que llaman la crisis del cuarto de vida. Excelente. En este salón se oyen voces a mi alrededor. Es el bar mas cercano a mi lugar de trabajo y he estado aquí varias veces. Pero nunca con el camarero gruñón. Debe de ser nuevo. Este es el tipo de lugar elegante que tiene suelos de madera y espejos en las paredes. Así todos pueden ver lo ricos y poderosos que son mientras beben los dulces néctares que nos distraen de nuestros terribles trabajos. Si esta no es la definición de #adultez, no sé qué es. Gruñón finalmente regresa con mi RumChata, gracias al cielo. Bebo un sorbo en silencio, sintiendo finalmente que parte de la tensión abandona mis hombros. Ehh, así es la vida. Convenciéndome a mi misma de olvidarme de mi agobiante jefa antes de volver a casa, sola, a mi caro departamento y sin vida social. Una de las mesas cercanas, un grupo de hombres de negocios se disuelve con una oleada de clichés y aplausos de buen humor. Estaban allí cuando entre y mientras se dispersan, uno de los hombres de negocios me llama la atención. Tiene hombros anchos y ni siquiera su camisa gris abotonada puede ocultar el hecho de que esta musculoso debajo de su ropa. Una sonrisa con hoyuelos me deja sin aliento cuando se gira hacia m Conozco esta cara. Él es Enzo Parker. Ese galán rubio y tonificado que trabaja en la misma empresa que yo. Uno de los infames hermanos Parker de mi pueblo. El hombre por el que la joven de dieciséis años que bebe RumChata dentro de mí de repente está chillando. En lugar de irse con el resto de su equipo de negocios, Enzo se dirige al bar. La sonrisa desaparece de su mandíbula cincelada y algo crudo brota de el. Probablemente no se da cuenta de que lo estoy mirando. Me adapto a cualquier ambiente de los ochenta, así como a la mayoría de los espacios lounge. No puedo apartar la mirada de el mientras se sienta en un taburete a unos cinco asientos de mí. El camarero le sirve inmediatamente, sin importarle su edad, y muy pronto, Enzo tiene tres tragos preparados frente a él. Ahora, tengo mucha curiosidad. Enzo siempre ha sido el chico de oro, incluso en nuestros días de escuela. No lo veía todo el tiempo, ya que él estaba un grado por delante de mí, pero eso es tan cierto ahora como lo era entonces. En la época en que lo admiraba, era porque daba sermones amables sobre no beber y conducir. Y ahora lo admiro porque es uno de los mejores desarrolladores de nuestra empresa. Se toma un largo trato y luego otro. Después de beber el tercero, no puedo resistir la tentación de saber más. Tomo mi cartera rígida y me dirijo hacia él. Él no puede notar mi presencia. No importa. Nadie lo hace ya. No desde la universidad. Es el tema de mi adultez: ya no soy una niña, pero de alguna manera no soy una mujer. Así como lo canta Britney Spears. No sé cuál es el código secreto que todas las mujeres recibieron, pero el paquete nunca apareció en mi puerta, y pensar que me habían prometido la entrega en dos días. Me aclaro la garganta mientras me acomodo en mi lugar y le hago señas al camarero, que aparece un momento después. —Otro RumChata, por favor— Hago una pausa y miro a Enzo. —Y lo que tenía allí, dos más de esos— Enzo resopla y su mirada desenfocada se dirige hacia mí. tiene los mismos ojos azules como algunos de sus hermanos, que es el tipo de azul que le permite a la mayoría de las personas conseguir un contrato como modelos en estos lugares. Es casi doloroso mirarlo a los ojos. Su belleza es un presagio. Como si fuera a romperme el corazón, y yo aún no lo sé. Aunque eso es imposible. Enzo nunca estaría con alguien como yo. ¿Cómo lo sé? Por qué el esta con mi jefa. Y esa bruja malvada es mi opuesto. Así que, gracias a las matemáticas, sabemos científicamente que él es incapaz de estar con alguien como yo. —¿Me invitas otro trago? — me pregunta, y el fuerte olor a ron me llega. Me encojo de hombros. —Parece que te estas lamentando por algo. Yo también. ¿Por qué no nos lamentamos juntos? — Mi corazón late a toda velocidad. Dios, es muy difícil sonar despreocupada. Pero tal vez este sea el comienzo de mi nuevo viaje como mujer de verdad. Entablar conversaciones en el bar con mi descontento colega y ex rompecorazones. Estoy bastante segura de que Enzo y yo no hemos intercambiado más de treinta palabras en nuestra vida, pero eso no importa. Estoy aquí para aumentar ese número a cuarenta. Enzo exhala un suspiro largo y prolongado. —Mi abuela murió— Hago una mueca. —Oh, mierda. Lamento mucho oír eso— me pellizco el puente de la nariz, intentando buscar su nombre en mis bancos de memoria. No se mucho sobre los Parker, aparte de lo siguiente: todos los hermanos son estúpidamente sexys; y todos los hermanos están estúpidamente fuera de los límites. Mis padres se pelearon con los padres de Enzo hace mil millones de años y nadie lo ha superado. Crecí sabiendo que los Parker eran un grupo malvado sin saber nunca por qué. pero eso no me importa. Estamos en San Francisco. Mis padres no me verán a menos de que mi trasero les haga una videollamada por FaceTime, algo que ya había hecho antes durante una sesión de besos. Confraternizaría con el diablo si quisiera. Especialmente si tiene el físico de un modelo de Abercrombie convertido en un nerd del software. —Padecía una demencia muy grave— dice Enzo, y parece que ahora está luchando contra la emoción. Fruto el ceño y me acerco a él. Resisto el impulso de pasarle el brazo por los hombros. —Eso es lo peor— le digo. —¿Acabaste de descubrirlo? — Sacude la cabeza. —Estaba trabajando antes de enterarme, pero tuve una reunión justo después— —Ah. Así que todavía estas…fresco— Gruñón regresa con nuestros tragos y yo le paso uno inmediatamente a Enzo. Levanto el mío en el aire y lo señalo con un gesto como si quisiera preguntarle ¿Estas listo? El asiente y lo recoge. Entonces su mirada se eleva y se encuentra con la mía, la electricidad no solo provoca chispas, si no que casi me quema los huesos hasta convertirlos en polvo. Mis antebrazos se calientan y me pregunto si él también lo sintió. O tal vez este sea mi amor adolescente no correspondido que vuelve a actuar. Tomamos los tragos con una mueca. Una vez que deja el vaso en la barra, se agarra la parte delantera del cabello. —Tengo que volver a Bahía Azul— Asiento y observo el vello rubio oscuro de su escote. —Hace mucho que no voy allí— digo. ¿Cómo lucirá el hombre bajo este atuendo informal de negocios? Le he pillado la camisa desabotonada hasta el tercer botón en dos ocasiones, pero normalmente esta desabotonada solo dos botones. No es que lleve un registro de esto en una hoja de cálculo. No, ya no, quiero decir. Parpadea un par de veces y luego vuelve a mirarme. Algo se agita detrás de esos ojos, pero no puedo sostener su mirada el tiempo suficiente para descifrarlo. El resopla y luego extiende su brazo alrededor de mis hombros. Me atrae hacia él, como un abrazo lateral. —Mi amiga de Bahía Azul— canta. Vuelve a apretarme el hombro, lo que hace que el calor se deslice de puntillas entre mis piernas. Quiero fingir que se trata de un abrazo romántico, pero no lo es. Me empuja como si estuviera saludando a un hermano de fraternidad después de años sin verse. Me río nerviosamente y él se inclina hacia mí con los ojos brillantes. Cuando abre la boca para hablar, la fuerza contundente del ron me llega antes de sus palabras. —Deberías de venir conmigo—
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