Cleo - Esp.

La respuesta

Quiero hacerte saber que amo la forma en la que me miras, en que ronroneas y me haces sentir que todo está bien. No te imaginas lo que ahora d***o, al verte así, tan frágil, sostenerte muy alto y robarme tu dolor.

Me faltarán millones de palabras para agradecerte todo el tiempo que estuviste a mi lado; soportando mis berrinches, mis pataletas y hasta el dolor más profundo producto del desamor. Pero ningún dolor podría compararse con el que siento ahora al perderte poco a poco. Siento como si con cada respiro dejase ir parte de tu vida y me da tanto miedo perderte que hasta me cuesta respirar.

Pero no quiero perder el tiempo ahora diciéndote lo que me duele; quiero hacerte saber que he sido inmensamente feliz a tu lado. No sólo cuando llegaste a mi vida, también con tus travesuras; ¿recuerdas cuando volcaste la jaula de mis pajaritos y tratando de huir rompiste dos botellas del bar de mi mamá?, aún puedo reírme de la confusión y éxtasis reflejados en tus ojos. ¿Recuerdas cuando traían perros a la casa y los incitabas a jugar, rompías algo y huías para que los culpáramos?, el día que te descubrí en eso pensé que era el ser más afortunado del universo por tener una gata tan mala e inteligente como tú.

¿Cómo olvidar las veces que me dejabas empapar tu pelaje con mis lágrimas, sólo para acabar tendida a mi lado, durmiendo conmigo?, siempre has estado para mí más que cualquier otra persona y eso lo atesoraré toda mi vida. No sólo nos vimos crecer y madurar mutuamente, ¿cómo olvidar la primera vez que ibas a dar a luz?, yo estaba muy niña y no entendía qué rayos necesitabas. Me perseguiste por todo el apartamento, maullando y tratando de guiarme hasta tu cama. Al principio creí que sólo querías que te sobara la pansa, hasta que comenzaste a jadear y entendí que ese día, por fin tus gatitos iban a nacer. Fueron hermosos, no podía esperar menos de su preciosa madre.

No creas que me olvido también de las lágrimas y los momentos de angustia que me hiciste pasar, cuando yo en mi ignorancia, no sabía que debía esterilizarte. Te escapaste durante una semana en la que muy poco pude dormir, pensando que te habría sucedido algo; pasaba los días y las noches esperando a que regresaras, tenía tanto miedo de perderte que ese dolor no cabía en mi pecho. Volviste, justo la noche anterior a mi cumpleaños, y embarazada, ¡qué gran regalo me habías traído!

Y así fue pasando nuestra vida, con sus altos y sus bajos, siempre la una junto a la otra sin importar lo que nos deparase el destino. No te niego que maldigo cada segundo el día en que te vacuné, aunque lo haya hecho para cuidar de tu salud, algo me decía que no la necesitabas; pero soy terca y siempre he querido darte lo mejor del mundo. Una lástima que eso no haya sido exactamente “lo mejor”.

Ahora al verte así, aunque no demuestres que te duele ni nada, no puedo evitar romperme en mil pedazos. Pienso que si no te afectara ese tumor ni siquiera te estarías rompiendo esa zona rascándote como lo haces. No sé qué hacer… o mejor dicho, sí lo sé, pero no quiero. No es fácil sentir que estoy perdiendo a mi mejor amiga en todo el universo; la única que me entiende, que me ama tal y como soy y que, sobretodo, me complementa como si fuésemos dos esferas divididas en partes iguales. Siempre sabes lo que quiero y lo que necesito y a tu manera, acabas entregándome todo eso y más. Nos entendemos perfectamente, como si ambas habláramos el mismo idioma.

Lo peor está pasando ahora y quizás, después de todo, finalmente podamos respirar y encontrar un poco de paz. Quizás al hacerme a la idea de que tú estás mejor, yo pueda descansar y continuar mi vida, hasta que finalmente sea nuestro momento de reencontrarnos. Pero esto duele; intento dejarte tranquila y al mirar tu fotografía no puedo evitar desmoronarme. Me encantaría sostenerte alto, muy alto, fuera del alcance de todo y robarme tu dolor, porque verte así me rompe el alma y no me siento como si fuese lo suficientemente fuerte para soportar esto…