Capitulo 02

1478 Words
Lyra ​El viaje con Kael fue un ejercicio de silencio tenso, no hablamos, el como un monolito de ébano, caminaba con una zancada poderosa yo lo seguía, observando su espalda ancha, el único hilo que me quedaba en un mundo que se había deshilachado por completo. Había aceptado ir con él por necesidad, por la promesa de venganza y por ese vínculo infernal que latía en mi pecho, un reconocimiento que gritaba: Mate, Mate, Mate pero si bien mi loba interior lo reconocía, mi parte humana, la que recordaba el calor de mis trillizos y la traición de mi manada, lo observaba con cautela helada. Él era la única ruta que me quedaba, pero no me hacía feliz. ​La Manada de la Sombra de Acero no estaba oculta entre los pinos como mi antigua guarida era una fortaleza tallada en la ladera de una montaña, una arquitectura de piedra oscura y madera gruesa, inexpugnable, no era un hogar era una base militar. ​Al cruzar el perímetro exterior, sentí veinte pares de ojos clavándose en mí, los lobos duros, de pelaje oscuro y miradas frías, eran grandes, más grandes y más disciplinados que cualquier lobo que hubiera conocido en los Bosques de Obsidiana, susurraban y me señalaban y entonces, caí en la cuenta, había estado tan inmersa en la pena, el escape y el encuentro con Kael, que había olvidado mi estado. Me detuve en seco, sintiendo la miseria en mi piel. ​Mi ropa de cuero estaba rasgada y cubierta de barro seco, había costras de sangre por todas partes, la sangre de mi padre, de mi madre, de los cachorros que intenté salvar en vano antes de la llegada de Krag, la batalla había sido hace días, pero yo llevaba el campo de batalla conmigo, llevaba a mis hermanos, mi cuerpo, magullado y agotado por el ayuno no era el de una Alpha, sino el de una fugitiva, parecía una cosa rota y sucia, arrastrada por la corriente. ​Por eso me miraban con tanto desprecio y extrañeza no veían a la última hija del Linaje del Sol Ceniza veían a una criatura sucia y andrajosa que su todopoderoso Alpha había arrastrado a su hogar. ​Kael se detuvo unos metros más adelante y esperó, como si esperara que yo me adelantara o me excusara por mi aspecto. No lo hice simplemente junté lo que quedaba de mi dignidad y caminé, con la cabeza alta, sobre la piedra fría. ​— Alpha Kael —llamó una voz femenina, dulce y aguda, desde la entrada principal de la fortaleza mi cuerpo se tensó, el aire que hasta entonces había olido solo a piedra, nieve y la esencia almizclada y poderosa de Kael, fue invadido por un perfume de jazmín y miel. ​Una mujer emergió del arco principal. Era... perfecta, cabello castaño brillante, largo y sedoso, ojos grandes y cálidos y un vestido elegante que la hacía parecer una reina de los prados, una visión cálida en ese lugar frío. ​Y lo peor al verme, la mujer no me notó en absoluto su atención se centró completamente en Kael con un grito alegre, se lanzó a sus brazos. ​La rabia me golpeó con la fuerza de una ola no era un celo normal era el rugido primario de mi loba, gritando ante la usurpación de su derecho sentí una furia tan intensa, tan caliente, que por un instante vi mi propia forma de loba blanca lista para abalanzarse, ​Kael la tomó no la apartó de inmediato, la sostuvo por la cintura y sus ojos carmesí tan penetrantes se levantaron para buscarme. Me miró con esa mirada extrañamente expectante, como si esperara que yo hiciera el primer movimiento que yo gritara "¡Mío!" Pero yo no hice nada, apreté mis puños clavando mis uñas rotas en las palmas. No iba a darle ese gusto mi dignidad era lo único que me quedaba y era más valiosa que un ataque de celos, mantuve mi rostro en una máscara de hielo, como me había enseñado mi madre: Una Alpha nunca revela su debilidad. ​La mujer se separó de él, radiante.​— ¡Kael, por fin! Creí que no llegabas, la organizadora... ha llegado está en la sala del consejo. ​La organizadora... La palabra resonó en mi mente como una campana de iglesia golpeada con un martillo. La organizadora... No la organizadora de la cosecha, la organizadora de la ceremonia, la de la boda, mi mate, el hombre al que el destino me había atado por el resto de mi vida, el Alpha que había venido a ofrecerme ayuda y venganza, el... el se iba a casar con esta mujer perfecta. ​La rabia se transformó en una humillación aplastante en una tristeza tan profunda que me sentí hueca había intercambiado el fuego de la traición de mi manada por la fría ceniza de la traición de mi Mate, se había reído de la conexión. Me había ofrecido el poder y la esperanza, sabiendo que ya estaba tomado sentí que toda la sangre de mi familia se había derramado en vano. Quería vomitar mi angustia. ​La mujer, por fin, desvió su mirada y me vio sus ojos grandes se entrecerraron con confusión al notar mi aspecto lamentable.​— ¿Y ella? —preguntó, con un tono condescendiente, como si preguntara por una mascota extraviada, ​Kael me miró por un instante, y luego, con la indiferencia de quien aparta una mota de polvo, empujó suavemente a la mujer, despegándola de él. ​— Es una loba que encontré de una de las manadas que Krag ha... desmantelado —dijo Kael, usando una voz puramente formal, sin rastro del tono íntimo que había usado en el valle, me había convertido en un "hallazgo", en un "objeto rescatado" ante los ojos de su prometida. ​La mujer pareció satisfecha con la explicación. ​— Ya veo, pobre chica —dijo, ofreciéndome una mirada de lástima, lo que me hizo apretar la mandíbula—. Bueno, Kael, te espero dentro, hay que revisar la distribución de las mesas... ​Kael asintió, su rostro inexpresivo. ​— Tengo trabajo, Lia. Te veo en breve. ​Lia, su prometida asintió con una sumisión silenciosa y se dirigió a la fortaleza. El contraste entre la diferencia de la mujer y mi propia furia incontrolable era otro pinchazo de dolor. ​Cuando Lia desapareció, Kael se giró hacia mí, no había disculpa en sus ojos, solo una expectación constante.​— Sígueme —ordenó. ​Caminé tras él por pasillos oscuros y fríos quería gritar, quería golpearlo, quería preguntarle cómo podía ser mi Mate y planear una vida con otra mujer, quería exigir la verdad sobre lo que significaba ese vínculo para él, pero no podía si gritaba, si lo confrontaba él sabría cuánto me había afectado y yo no podía darle esa victoria, no podía mostrar mi debilidad ante el hombre que había destrozado mi última esperanza. La lección de mi madre era mi único escudo. ​Llegamos a un pasillo lateral, abrió una puerta.​— Esta será tu habitación por ahora —dijo Kael, sin adornos. ​La habitación era amplia, de piedra lisa, con una cama gruesa y una chimenea fría, era funcional, pero impersonal, me paré en el umbral sintiendo el silencio entre nosotros, era un silencio denso, cargado de todas las palabras no dichas. ​Kael se quedó quieto, sus ojos rojos fijos en mí. Por un instante, por un solo y fugaz instante, sentí que él quería decir algo, algo que explicara a Lia, la boda, la traición, algo que justificara la humillación pero no lo hizo suu rostro se cerró, como la tapa de una caja fuerte.— Descansa —dijo, la palabra vacía de calidez y sin una mirada más se dio la vuelta y se fue. ​Me quedé sola, sola en una habitación desconocida en la manada de mi Mate con el olor de su prometida aún flotando en el aire. Cerré la puerta detrás de mí, caí sobre la cama sintiendo el vacío que me había dejado el reconocimiento roto del vínculo. ​Había perdido a mi familia por la guerra, había perdido a mi manada por la traición y ahora, había perdido a mi mate por la crueldad. Mi mundo no estaba roto; estaba pulverizado, mi esperanza de un futuro se había evaporado, dejando solo la sed de la venganza. ​Miré mis manos, aún sucias de tierra y de la sangre de los caídos, el juramento era lo único que me quedaba y ahora, ese juramento se extendía, no solo iba a recuperar mis tierras y castigar a los cobardes iba a asegurarme de que el Alpha Kael se arrepintiera del día en que me había convertido en un peón en su tablero.
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