CAPÍTULO 7

1040 Words
El papel de yerno diligente y afectado por la muerte de su suegra lo interpreta Ricardo a la perfección, a ninguno de los presentes le quedan dudas de la suerte que tiene Violeta al estar casada con un hombre como él. Los días fueron pasando y así transcurren siete meses desde que Ágata falleció, el dolor es constante en el corazón de su hija, pero se niega a hundirse en la depresión, tiene un hermano y un hogar que sacar adelante y por ese motivo, se obliga a sonreír para levantar el ánimo de su hermanito Diego. —Cariño, ¿podemos salir a comer solos tú y yo?— pregunta la chica, quien ha estado esperando todo el día, que su marido recuerde el aniversario de bodas. —¿No hay comida en esta casa?— interroga y la chica aunque mira con decepción, lo deja pasar. —Tú sabes que sí hay, pero quería hacer algo especial en este día para pasar un tiempo solos nosotros dos— le dice tratando de rescatar lo que un día tuvieron y tal vez así recuerde el evento. Ricardo luego de aceptar la salida, conduce por las calles de Asunción hasta la avenida Santísima Trinidad, se detiene en el restaurante Tierra Colorada, sin pedir la opinión de su esposa de a qué lugar deseaba ir y qué es lo que quiere comer. —Aquí vienen mujeres muy bonitas y bien arregladas, espero que eso no te acompleje, mi amor— al final de la frase deja aún beso en sus labios, pero el trasfondo en sí de esas palabras, hace mella en el autoestima de la chica. La conversación durante la cena es un monólogo del chico, hablando de sus hazañas deportivas en la universidad, Violeta come en silencio, más que prestar atención, busca el momento adecuado para entregarle el pequeño regalo de aniversario que pudo comprar con su dinero. —Feliz aniversario mi amor— dice sonriente mientras desliza el regalo sobre la mesa, está decidida a hacer que su matrimonio funcione. —¿Y esto es?— pregunta mirando en el interior del envoltorio. —Hoy cumplimos un año de casados y entiendo que por tanto trabajo no lo recordaras, pero yo tengo algo para ti— responde con una sonrisa, aunque la decepciona saber que su esposo en ningún momento le dió importancia. —No es que no recuerdo nuestro aniversario, es que en este momento hay cosas que son verdaderamente prioritarias... Así pasa el tiempo, la muchacha decidida, hermosa e independiente, cada vez hace más concesiones que la alejan de su verdadera personalidad, producto de una relación pasivo-agresiva; Ricardo Amaya la ha cambiado sin pedírselo explícitamente. Poco a poco Violeta se va quedando aislada, cada pequeño detalle de su docilidad, ha sido estudiado milimétricamente por su marido. Desde hace un tiempo, Ana y Elba dejaron de invitarla a reunirse para al menos tomar un refresco, en vista de que cada vez tiene una excusa para no asistir, prefieren dejarla vivir lo que ellas creen que es su luna de miel prolongada. Por otro lado, el hombre sigue controlando no sólo sus cuentas bancarias, tambien maneja sus r************* , cada vez se siente más ahogada, de lo único que tiene la certeza es de que necesita trabajar, pero cuando intenta habla de eso, él consigue un argumento para frenarla y esta vez no será la excepción. —Ricardo, ¿podemos hablar?— pregunta Violeta rogando a los cielos para que su esposo no se altere. —Sí, dime— responde cruzando ambos brazos sobre su pecho. —Quiero comenzar a trabajar nuevamente, ¿será que en la empresa de tu familia habrá un puesto que yo pueda ocupar?— habla con inseguridad, sintiéndose como una niña pidiendo un permiso difícil de conseguir. —¿Estás segura de que eso es lo que quieres?— inquiere —no sé que tan buen trabajo puedas hacer en la empresa, si apenas puedes cumplir con la casa, ni siquiera en la cama me atiendes como se debe. La rubia frunce el entrecejo, pues le ha dado al tema un giro de ciento ochenta grados (180⁰), quiere seguir defendiendo su derecho a trabajar, pero que esta vez le diga que no le sirve sexualmente la aturde y no sabe qué responder, así que negando, gira sobre su eje y sale del lugar... El enamoramiento de la chica se fue disipando; no obstante, los halagos de otros hacia su esposo y recordar la forma en como se comportó con Ágata la hacen cuestionarse, ¿qué tiene ella de malo?, esa pregunta asalta a su mente cada vez que un mínimo gesto, pueda hacerlo estallar en ira. Unos meses después, ella camina por las calles de San Antonio, luego de dejar a Diego en el Colegio Alberto Schweitzer, cuando se encuentra con su antiguo jefe. Después de hablar un poco, él le ofrece un cargo en el consecionario automotriz, sin pensarlo mucho, Violeta acepta, ya que no quiere seguir dependiendo económicamente de su marido. Ricardo al enterarse no dijo nada, no la felicitó, pero tampoco se lo prohibió, únicamente le enfatizó que espera que ella no descuide la casa, además de que ya era hora de pensar en tener descendientes. Sumisamente, ella asiente a las palabras del hombre; no obstante, aún no quiere tener un hijo, siente que la montaña rusa emocional en la que se encuentra su vida, le indican que este no es el momento... Mientras se adapta nuevamente a su puesto laboral y diligentemente capta nuevos clientes, generando buenos ingresos, Ricardo le pide a su abuelo que lo deje dirigir la sucursal de la importadora Amaya en Brasil, alegando que quiere sacar a su esposa de la depresión, porque aún no supera la muerte de su madre... Es fin de mes, los reportes de ventas le dan a Violeta una ventaja sobre sus compañeros, se emociona al saber el monto en comisiones que le fué depositado, con esa alegría llegó a su casa; sin embargo, una hora después esa euforia muere, cuando Ricardo le comunica que desvió el dinero a su cuenta personal y que prepare todo porque en quince (15) días se estarán mudando de forma indefinida a Río de Janeiro.
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