La rabia consume a Violeta, su esposo la ha dejado literalmente sin nada, no solo la despojó de su alegría, de sus ganas de vivir; si no que ahora tampoco tiene un lugar a dónde volver. Camina un largo tramo ensimismada, pensando en lo que debe hacer; sin duda, lo primero que necesita es un empleo, por ello, mientras deambula, llega a un centro comercial. Visita los establecimientos, uno por uno en busca de un trabajo, pero no encuentra vacantes.
Mira la hora y se da cuenta de que su hermano ya debe estar de regreso, así que se apresura a volver al departamento. Llegando al edificio, escucha cuando una mujer mayor le pregunta al conserje si conoce a alguien que trabaje por día haciendo limpieza, aún con temor de lo que Ricardo le pueda decir, interviene ofreciéndose a hacerlo. La anciana
