Diego guarda silencio, porque a pesar de ser un adolescente, puede ver la angustia y el nerviosismo en la mirada de su hermana mayor, mientras le sirve la comida a Ricardo. —No quiero seguir jugando fútbol— dice mirando directamente a Violeta. —¿Por qué?, ¿sabes lo que cuesta una afiliación en ese club?— cuestiona el hombre extrañado ante las palabras del chico, aunque internamente él celebra la decisión de su cuñado, pero debe aparentar que le importa. —Por eso, es mejor que dejes de gastar ese dinero en mí, ya no quiero jugar más— responde sentándose en el sofá cercano al comedor. Ella no dice nada, pero intuye que le ocurre algo, porque lo ha visto emocionarse en cada gol y recuerda la vez que le dijo con ilusión que quería hacerse profesional; además cada vez sale menos de su habit

