La decisión de Zenda

1039 Words
Cuando Enrique salió de la reunión con los representantes de la universidad local, cogió su teléfono para llamar a Zenda y cerciorarse que hubiese llegado sin problemas a su casa. Al hacerlo, se dio cuenta que tenía un mensaje de ella, al terminar de escucharlo, temió lo peor. Llamó insistentemente al móvil de Zenda, pero no contestaba. Se apresuró en ir a buscarla a su casa. Al llegar, vio a la señora Smith saliendo a toda prisa junto con unos policías, se dirigían al hospital para ver a Samantha. -Señora, ¿Zenda esta con usted?. Enrique abrumado, interceptó a la señora Smith para saber sobre el paradero de su novia. Fue entonces, cuando la señora Smith se percató que Zenda no estaba en casa. Enrique cogió su cabeza con ambas manos, exasperado le comentó sobre el sentimiento de culpabilidad que había estado experimentando Zenda y temía que eso le afectara a ella y al bebé. -¿De qué bebé hablas Enrique?. La señora Smith hizo un alto en su andar para más que interrogar, recriminar a Enrique. Con la garganta seca, producto de la inquietud de no saber cómo reaccionaría la señora Smith a su confesión, Enrique dijo: -Del bebé que Zenda y yo tendremos. Ella está embarazada. La señora Smith cogió a Enrique por los hombros, por un instante quiso abofetearlo, pero en lugar de eso se echó a llorar. Sintió todo el pecado sobre ella, olvidó por completo que no solo Samantha era su hija, sino también Zenda. Todo ese tiempo la dejó en el olvido y ahora estaba metida en un lio. La agente policial que había acompañado a Federica durante todo el proceso de búsqueda de Samantha, le anunció que debían ir hacia el hospital, la ambulancia en la que iba Samantha llegaría en cualquier momento. Enrique le prometió a la agobiada madre que encontraría a Zenda, cueste lo que cueste. Enrique llamó a su hermana y le pidió que por favor lo llevara en el auto a buscar a Zenda. Recorrió los lugares que por lo general frecuentaban: Los parques donde montaban patineta o donde iban a los conciertos urbanos, la biblioteca y a los museos, incluso el centro de apoyo para madres adolescentes. Pero no tuvo el resultado que deseaba. Solo le quedaba ir al lago, al llegar a él, camino de canto a canto, sin suerte. Entonces recordó el acantilado. Solicitó a su hermana que estacionara a unos cuantos metros, pues para llegar al lugar solo podía hacerlo caminando. Esquivando ramas y rogando que Zenda estuviera bien, Enrique la encontró. Estaba sentada al borde del desfiladero, con la mirada hacia el horizonte, acariciando su vientre. Enrique se acercó despacio hacia ella y la abrazo por detrás, para luego increparle: -¡Nunca más vuelvas a hacer algo similar¡ Zenda se dio la vuelta para llorar sobre su pecho, se sentía mal por Samantha, se sentía mal por su madre pero sobre todo se sentía mal por él, por haberlo arrastrado en su culpa. Enrique le contó que Samantha ya había sido rescatada y la estaban trasladando al hospital, no tenía que temer. Tomo su mano y cuidadosamente la ayudó a salir. Subieron al auto, Enrique no soltaba la mano de Zenda, ella le pidió que por favor la llevara al hospital, quería ver a su hermana. Al llegar al hospital, la hermana de Enrique aparcó el auto frente a la puerta de urgencias. Enrique bajó con Zenda, al momento de intentar cruzar la pista, Zenda se detuvo pues la pulsera que Enrique le regalo grabada con su nombre se soltó de su muñeca, cayendo por el suelo. Zenda se agacho para recoger aquel regalo que significaba mucho para ella, no logrando ver la moto que daba la vuelta a toda velocidad en ese momento. Ante el grito de Enrique y la inverosimilitud de las personas alrededor, Zenda fue atropellada. Enrique exasperado, entró a la sala de urgencias, cargaba en sus brazos a Zenda inconsciente y pedía a gritos que por favor la ayuden. La señora Smith no daba crédito a lo que veía, no sabía que hacer o decir, la vida le había regalado dos hijas y ahora la vida también parecía quitárselas. Zenda y Samantha entraron ambas a sala de operaciones, todo quedaba en manos del destino. -Abuela, ¿dónde estoy? Zenda contemplaba todo a su alrededor. Lindas flores adornaban el lugar donde se encontraba. Su abuela estaba sentada en una pequeña banca, armando una pequeña corona de rosas para ella. Al ver a Zenda, sonrió y respondió: -Mi niña, siempre te dije que el Noruz era una época de florecimiento. Mira como floreciste, te has convertido en una mujer. Diste vida pero nunca debió ser a merced de otros. Ahora estas donde el universo te ha tenido que colocar luego de tu ofrecimiento. Zenda observaba a su abuela, comprendía muy bien a lo que se refería. Ella pidió un deseo, pero el equilibrio del universo no debe romperse. Si algo te da, debes saber que tendrás que entregar algo a cambio. Por eso cuando fue al acantilado gritó que sea su vida la que se ofrenda a cambio del amor de Enrique, representado en su hijo, él era la muestra viviente que Enrique la amaba. No tenía que desaparecer Samantha para que eso suceda. Se sentó junto a su abuela, se colocó la corona de rosas y pacientemente espero que Ostara o el destino decidieran. -Señora Smith, hemos logrado sustraerle la bala a su hija Samantha. Felizmente no hay órganos comprometidos. Ya está fuera de peligro. Federica, recibía entre sollozos de alegría, la buena nueva. Samantha muy pronto estaría con ella. Se colocó junto a Enrique para ver que noticias le traía el médico respecto al estado de Zenda. -El bebé está en perfecto estado de salud, es un varón. Enrique junto a su hermana y sus padres, que llegaron para acompañarlo, recibió con júbilo la llegada de su hijo. Pero la presencia silenciosa del doctor parado frente él, le borró la sonrisa del rostro, comprobando lo que tanto temía: Zenda no pudo resistir. Le tocó jugar el papel de la ofrenda en el equilibrio cósmico del universo, el equilibrio de la vida.

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