CAPITULO 1

1675 Words
SafeCreative Esta obra tiene todos los Derechos reservados por leyes de Copyright Registro –  2104227588575 Los papeles cayeron sobre su escritorio, mientras trataba de contener el enojo, la decepción, en su vida nunca se había sentido más burlado que hoy y precisamente por la mujer que amaba, su esposa, su compañera de vida desde hace más de diez años. Paso su mano sobre su cabello, castaño canoso, a sus treinta y  ocho años, se imaginó una vida feliz, con  niños corriendo por su jardín, un sueño que nunca había sido posible, porque era estéril, sonrió mientras su puño se apretó arrugando el papel, todo era una maldita mentira, toda su vida era una mentira y la única responsable no era otra más que su amada esposa. Salió dando un portazo la necesidad de enfrentarla fue creciendo en su interior. Los papeles volaron sobre la cama de su habitación, el lugar donde fue feliz… —Te creí, te creí. Durante diez años de mi vida, ¡diez años! —gritó —Cálmate por favor Fernando, explícate no te estoy entendiendo —la mirada de su marido sobre ella le hizo temblar. —¿Cuánto tiempo más pensabas mentirme? —ella se levantó para recoger los papales que su marido había lanzado a la cama. —Puedo explicarlo —dijo después de un largo momento. —Eres lo peor que puede conocer en mi vida y pensar que te amé. He sido un estúpido ¿te has divertido viéndome la cara? — estaba furioso, no podía explicar con certeza las emociones que arrasaban su corazón. —No fue mi intención mentirte, tú querías niños y temí que si descubrías que era yo quien no podía dártelos me echarías de tu lado —con llanto en sus ojos trato de explicarse. —Y te fue mejor culparme, fue mejor mentirme que decirme la verdad. ¿Qué tipo de hombre crees que soy? Te amaba, habría tratado de entenderte. —Hazlo ahora entonces, si me amas, no me juzgues tan duramente. Lo hice para no perderte, ¡te amo!—gritó desesperada. No sabía cómo se había enterado de la verdad y se lamentó, sobre todo porque no quería perder la vida que tenía a su edad conquistar un marido rico sería difícil. —No  te creo, quien ama no daña como tú —Camino hacia la puerta para salir no quería verla —Tenía miedo, tenía mucho miedo, por favor perdóname, podemos intentarlo, alquilemos un vientre —la sonrisa atravesó la estancia —Estás completamente loca si crees que pudo seguir confiando en ti. ¡Quiero el divorcio!—gritó en respuesta a la petición de su esposa, su corazón estaba herido, completamente destruido, no fue solo la mentira de diez años si no también los diez años de culpa que cargo sobre sus hombros por no ser un hombre “completo” —¡No! —Gritó aferrándose al brazo de Fernando —no voy a darte el divorcio, por favor, seré la comidilla de la sociedad, mi nombre estará en boca de la gente —se limpió el rostro para ver directamente a su marido. —No voy a renunciar a la vida que tengo contigo, lo quieras o no seguirás unido a mí —Fernando sonrió ante las palabras de su esposa. —Como quieras. Si no firmas el divorcio en cuanto el abogado tenga los papales listos, voy a entablar una demanda en tu contra por falsificación de documentos médicos, perderás no solo tu pequeña fortuna, sino también tú prestigió como médico —no espero a ver el rostro de su futura ex esposa, salió de la habitación dejándola sola, la quería fuera de su casa y de su vida para siempre.   Un años después… —¿Estás seguro? —El hombre vestido con bata blanca sonrió —Por supuesto que se ha hecho todos los procedimientos correctamente, soy tu amigo, sabes que puedes confiar en mí, ¿alguna vez te he fallado? —preguntó enarcando una ceja —Espero que no lo hagas jamás, odio las mentiras Arturo lo sabes perfectamente —asintió el fin era sacarle una sonrisa a su amigo, pero era misión imposible, después de un año de su separación parecía amargado y frío, atrás había quedado el hombre amable que había conocido desde su juventud —No te preocupes hombre, todo saldrá bien —aseguro más serio —Confió en ti Arturo, si algo sale mal serás el único responsable —Fernando. No te fallare —se levantó y dirigió a la sala donde sería atendido para extraer sus muestras. Había sido difícil después de un año había decidido tener un hijo, pero no confiaba en las mujeres como para casarse de nuevo así que recurrió a su amigo de toda la vida para llevar a cabo el procedimiento de inseminación artificial. Sería Arturo el encargado de todo, el sólo esperaría el momento para llevarse a su hijo.   ⧓⧓ Lágrimas de angustia rodaron por su mejillas, cuando recibió le llamada del jardín de niños donde estudiaba su pequeña niña, pidió permiso para dejar su trabajo. Salió corriendo a la dirección que le habían indicado que había sido llevada la pequeña, rogaba interiormente porque nada malo le hubiera pasado y sobre todo porque no se le ocurriera a su maestra llevara a una clínica privada, no tenía recursos para pagar un servicio de esa categoría. Bajo del autobús una cuadra antes de la dirección señalada, corrió hasta las puertas del edificio Santa María, se pasó la mano sobre su rubio y maltratado cabello, en el lugar atendían varias especialidades y era conocida también por ser extremadamente cara  ¿Qué haría para pagar el servicio?, respiró profundo y camino hacía la recepción, dio el nombre de su hija y también su identificación, cinco minutos después estaba subiendo al elevador, sus manos sudaban su preocupación por la niña y por el pago estaban provocándole un dolor de cabeza terrible. Su respiración se cortó tan pronto dio un paso fuera del elevador, todo gritaba lujo, por donde quiera que sus ojos veían. Las personas se veían de dinero. Ella desentonaba en el lugar con sus jeans desgastados y rotos en las rodillas, su playera negra. Cualquiera que no la hubiera visto en sus mejores momentos pensaría que era gris. Se dio cuenta que ni con el sueldo de un año podría pagar una noche de hospitalización. Sumida en su pensamientos camino hacía la secretaría para pedir información, tan distraída estaba que no vio venir al corpulento hombre que se dirigía en su dirección, hasta que fue impactada por el duro pecho de este y fue a dar al piso. —¿Qué diablos? Ten más cuidado niña. Fíjate por donde caminas —El hombre ni siquiera le tendió la mano para ayudarla a ponerse de pie. Ella siempre había pensado que la gente con dinero no tenía educación ni consideración para lo que no fueran de su misma clases social y  este hombre con su acción le dejaba en claro que tenía razón. Sobándose disimuladamente sus nalgas magulladas continúo su camino le había dicho ¡niña! No era ninguna niña tenía veintitrés aunque por su rostro no lo pareciera. —No deberían admitir gente de este tipo —su cuerpo tembló de enojo al escuchar la voz del hombre, quería regresar sobre sus pasos y responderle, estaba seguro que no había sido el hombre con quien choco sino el de su compañero. —Buenas tardes señorita, podría ser tan amable de darme la información sobre Belén Sáenz, fue ingresada desde el jardín de niños Nueva Esperanza. Se mordió el labio para no decir una sola palabra cuando la mujer la miro bien  y espero a que le diera la información que necesitaba —¿Usted es? —preguntó. —Soy su madre —mostró su identificación, la mujer con cara de estreñida tomo sus datos para ingresarlos al sistema —Pase al área de traumatología, toda la información se le dará allí, solo recuerde que antes de tener el alta médica debe pasar a cancelar la factura y entonces le devolveremos su identificación —asintió, estaba segura que esa regla sólo se la aplicarían a ella, quizá temía que se fugara sin pagar, aunque la idea se le hizo tentadora, camino hacía donde la mujer le indicó. Su corazón dolió al ver a su pequeña, sus ojos estaban rojos debido al llanto y su pequeño brazo enyesado. —¡Mami! —la niña gritó tan pronto la miro, estiro su brazo sano para alcanzarla. —Mi cielo, lamento la demora —limpio sus lágrimas y le dejo un beso en la mejilla, para luego sostenerla entre sus brazos —¿Es usted su madre? —el doctor parecía sorprendido —Sí, lamento la demora —se disculpó, el hombre vestido de blanco le sonrió —No  se preocupe señora entiendo —por fin alguien amable, pensó para sí, mientras él le daba las indicaciones para cuidar el brazo de Belén, además de suspenderla del kínder por las primera dos semanas, tendría el yeso alrededor de cuatro semanas y el riesgo estando entre niños de volver a herirse existía. Era principalmente por seguridad. Salió de la oficina de traumatología con su hija en la seguridad de sus brazos, ahora tenía que pasar a la oficina de pagos, sus nervios se triplicaron, ¿Cómo haría para pagar? Sus bolsillos apenas contaban con el primer pago del día, no le alcanzaría. —Cariño espérame un momento, iré por la cuenta, no muevas de aquí —pidió amorosamente mientras la niña asentía —Señorita perdone, podría darme la cuenta de Belén Sáenz —la mujer arrugó la frente, “otra” pensó Cristina, pero espero con paciencia,  mientras recibí la factura, agradeció al cielo haber dejado a su hija sentada, porque su mundo estaba empezando a girar a su alrededor —Señora ¿se encuentra bien? —una persona preguntó. Mientras era auxiliada por otra, pero no pudo enfocar su vista todo se volvió negro...
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