Mi lugar en el infierno estaba ahora doblemente reservado y triplemente sellado. Ningún dios justo, por muy compasivo que fuera, permitiría que el tipo que hizo que su hermanita se chupara el presemen de los dedos entrara en su reino. Aunque realmente esperaba que existiera un dios que hiciera la vista gorda. Pero ni siquiera yo era tan débil de mente como para creer que existía un dios que le hubiera dado entrada a su reino al tipo que hizo que su hermana lo masturbara y le chupara el presemen mientras ella se retorcía de placer mientras el apetitoso aroma de los jugos de su coño recorría la habitación, asegurándome de que yo supiera que estaba derramándose en el fondo. Tenía muchísimas ganas de comérmela, deleitarme con su coño durante días, sorber sus jugos de una copa, engullir su hum

