Me besó con fuerza y al instante me agarró la polla para deslizarme de nuevo hacia su cálido y húmedo canal. Necesitaba estirarla de nuevo mientras su vulva se encogía de nuevo a sus dimensiones originales: extremadamente apretada. Mi polla volvía a pinchar el tenaz himen de mi hermanita, y Brooke se apretaba aún más, aunque menos nerviosa que antes. Tuve que asimilarlo. Mi hermana tenía mi polla metida a la fuerza, sus labios vaginales tensos a mi alrededor. Su triángulo dorado de césped femenino estaba justo encima de su regordete montículo, supervisando la desfloración. Los capullos rosados de mi hermana estaban erguidos y estimulados, y su clítoris, manchado con mis marcas de amor, colgaba tan alto que mis ojos se deleitaron con él. Ella me sonrió, agitada. "Te amo." Le devolví la s

