Ya sospechaba que Verónica podría ser tímida y estar indecisa al tener mi dedo dentro; no me sorprendió. Ya entendía bien qué clase de persona era, y no era una loca de coches. Tenía que liberarla de su culpa, para que no solo pudiera follarla, sino que también se permitiera disfrutar, como se merecía. Seguí deslizando mi dedo dentro y fuera de su canal resbaladizo. "Te respeto más que a nada, y quiero entrar en ti, Verónica. Ahora mismo." Ella irrumpió en mi boca en respuesta y jadeó: "Qué coincidencia: yo también lo quiero. Saca tu polla y empuja tu asiento hacia atrás lo más que puedas". Saqué mi dedo de ella y lo chupé hasta dejarlo limpio. El sabor de su lujuria le sentó de maravilla a mi sensible paladar, amante de las v*****s, y ahora tenía más ganas que nunca de empalarla. Recli

