—Por el puto amor de Dios, Jeff, no es agradable jugar con tu comida —gruñe mi hermano Noah al teléfono.
No respondo. Ese es el asunto de estar en un callejón oscuro, espiando una reunión secreta. Hablar no es realmente una opción.
Así que no lo hago.
Aunque, para ser justos, quizá tampoco hubiera contestado de todas formas. Soy un tipo que hace lo que le da la gana.
—¿Vas a eliminar este problema o no? —retumba. —Lo haré yo mismo si no estás a la altura— dice mi hermano.
Me está provocando. Eso es el amor fraternal para ti. Los dos sabemos que, de los dos, yo soy el asesino. No él. Está en mi maldito nombre de asesino serial, por el amor de Dios.
Es entonces cuando oigo a su prometida, Gianna, murmurar somnolienta:
—¿Todo bien, Noah?
—Todo está bien, cariño. —Mi hermano suena como un jodido imbécil, con ese tono meloso que le sale cuando habla con ella. —¿Tienes frío? Ahora mismo voy a calentarte.
—Jesús —susurro, rodando los ojos en la oscuridad.
—¿Me estás juzgando, puto loco? —oigo que se abre y se cierra una puerta al otro lado de la línea; claramente se está moviendo a otra habitación. —Se supone que debes deshacerte de Elijah Cooper. Deja de joder y hazlo ya.
Cuelgo.
No respondo a Noah, pero debería saberlo: siempre hago mi trabajo.
Frente a mí, observo cómo se desarrolla la escena semanal.
Ese imbécil de Elijah Cooper recibe un gran fajo de billetes de parte de un ruso enorme y muy tatuado.
Me apoyo contra la pared, mirando todo.
No estoy jugando con mi comida.
En absoluto. Elijah Cooper es un problema que está a punto de resolverse solo. Se está mezclando con la Bratva rusa aquí en Chicago, intentando vender secretos de los Walton.
Soy un puto demente y ni yo me atrevería a aliarme con los rusos.
Por el lado positivo, esos cabrones de la Bratva seguro que van a matar a Elijah ellos mismos. He escuchado varias de estas reuniones y Elijah en realidad no sabe nada valioso, y los rusos se están cabreando mientras él sigue sacándoles dinero.
—Eso mismo dijiste la vez pasada —escupe el que creo que se llama Andréi—. Y no es nada que no pudiéramos sacar de registros públicos.
Elijah se retuerce, su jodida cara pálida poniéndose aún más blanca.
—Eso es, cabrón —susurro—. Baila como la perra que eres.
No es que me importe matar. Pero Elijah ni siquiera supone un reto. Estúpido, débil, podría haberlo matado un centenar de veces en los últimos dos meses. Pero sería aburrido.
Y además estos rusos se perfilan como la verdadera caza, y cuanto más tiempo viva Elijah, más aprenderé del nuevo enemigo de mi familia.
Ya sabía que les gustaba este piano bar. Uno de ellos es una especie de maldito prodigio, y viene aquí a tocar. Yo estaba vigilando el lugar y observando a los rusos después de que nos arrebataran un trato sobre un casino justo delante de nuestras narices.
Pero mi atención hacia los rusos se desvió cuando mi hermano Noah decidió quedarse con la prometida de Elijah, Gianna Walton.
He de ser honesto: Elijah casi fue listo. Casi. Casarse con la princesa Walton quizá no le habría dado acceso a sus secretos, pero sí el control de las acciones de Gianna y un asiento en la junta directiva de los Walton.
Estamos ganando dinero a raudales en Chicago, pero los Walton… ellos son los reyes actuales, los ganadores absolutos en el juego inmobiliario de la ciudad. No por mucho tiempo…
Pero me desvío. Elijah se envalentonó, pensó que tenía a la chica asegurada y se buscó un amante incluso antes de la boda.
Entonces entró mi hermano. Noah tiene esa clase de atractivo que vuelve locas a las mujeres. Elijah Cooper no tenía ninguna posibilidad. En cuestión de días, Noah rompió el compromiso y se quedó con Gianna.
Lo que me sorprende es lo sincero que parece con ella. Lo serio que se lo toma. Debe tener un coño mágico.
Ninguno de mis hermanos es un hombre de gran profundidad emocional. Yo menos que nadie, pero esa es una historia completamente distinta y jodidamente retorcida.
Lo importante es que, cuando Gianna rompió con Elijah, él le dio una paliza. Y la gente cree que yo soy el sociópata.
Fue entonces cuando Noah decidió que Elijah debía morir.
Imagínate mi suerte: mis dos proyectos —los rusos y Elijah Cooper— se convirtieron en un dos por uno.
Y el hecho de que ellos maten a Elijah, mientras yo aprendo cómo eliminarlos a ellos… ¿podría la situación ser mejor?
Pero justo entonces escucho la puerta del restaurante que da al callejón sacudirse. Joder.
Debe de ser alguien del personal sacando la basura.
Los rusos son despiadados y cualquiera que se cruce en su camino desaparece.
Lo cual a mí me da igual; no me importa quién muera, siempre que no sea ella.
Hay una camarera que no puedo evitar mirar cada vez que vengo. Es la manera en que se mueve, el sonido de su voz, la curva de su sonrisa. Las otras camareras la llaman Madison.
Aún no he decidido si quiero follarme a Madison o ensuciarla de formas mucho menos inocentes, pero no tengo intención de dejar que esos putos rusos la toquen antes de decidirlo.
Los rusos se funden en las sombras y Elijah se agazapa detrás del contenedor.
Un cocinero sale, silbando mientras avanza, lanzando dos bolsas grandes al interior del contenedor.
El sonido al golpear el fondo resuena en el callejón, mientras el cocinero vuelve a entrar y cierra la puerta con llave tras de sí.
En cuanto a mí…
Ya he visto suficiente. Si los rusos no se ocupan de Elijah en la próxima semana, lo haré yo mismo.
Ha dejado de ser útil tanto para mí como para ellos. Pobre y patético Elijah.
Seguiré observando a los rusos aquí en el bar. Me ha resultado muy útil lo que he aprendido en este lugar.
Y de paso, puedo seguir vigilando a Madison. ¿Qué dijo Noah que estaba haciendo? ¿Jugando con mi comida?
Una sonrisa lasciva se dibuja en mis labios. Sí. Eso suena bastante acertado. Con respecto a mi pequeña camarera, creo que definitivamente estoy listo para jugar y esto es…
un Juego que apenas comienza.