Sé que estoy jugando con fuego, pero quiero escuchar mi nombre en sus labios. Entro en la habitación y me agacho para recoger el bolígrafo. Pero ella también se inclina, nuestras manos se encuentran sobre el bolígrafo, mis dedos cubriendo los suyos. Su piel es tan sedosa como imaginé, y paso el pulgar sobre el dorso de su mano. Su cabeza se alza de golpe, sus ojos se agrandan, sus labios a solo unos centímetros de los míos, abriéndose suavemente en sorpresa. —Oh. Lo siento, señor Williams… digo, James. Mi polla se endurece. —No hay necesidad. —No intento moverme, su embriagador aroma floral-miel inunda mis sentidos—. ¿Cómo va el papeleo? —Bien. —Empieza a retirarse, pero aprieto mi agarre en su mano. Fue una mala idea. Debería simplemente follármela—. Estaba… eh… leyendo el acuerdo d

