Besar a Madison para despedirme es la cosa más jodidamente difícil que he hecho en mi vida. No llora, pero sus ojos muestran toda su preocupación. Su miedo. Le doy un beso largo y lento mientras el taxista revisa su reloj. —Nos vemos en uno o dos días. —¿Promesa? —aprieta mis bíceps. Nunca le he hecho una promesa que no tenga intención de cumplir. Y haré todo lo que esté en mi poder para mantener esta, pero no puedo decir la palabra. No quiero engañarla. —Haré lo mejor que pueda, nena. —Te amo —susurra, sabiendo lo que quiero decir. —Yo también te amo —le aprieto la cintura. La amo más que a nada ni nadie. Incluso más que a mí mismo—. Es hora de irnos. Ella asiente con cautela. La ayudo a subir al auto y cierro la puerta. Verla alejarse me destroza y me quedo en la calle hasta

