Capítulo 1

2138 Words
Capítulo uno. Diana El calor del desierto. El sol despiadado del desierto arde en su máximo esplendor, aumentando la fatiga de cada uno de los camuflados que corren por el mortal desierto. Las respiraciones pesadas se mezclan con las pisadas sigilosas y los maullidos de dolor de uno de los miembros, quien lleva agonizando varias horas. Pasando de un estado de inconsciencia a consciencia cada vez que nuestros gritos se vuelven fuertes y feroces, anunciando un nuevo ataque. La esperanza nos ha abandonado hace años, pero en este momento rezaríamos a cualquier deidad por la vida de nuestro compañero, aunque no seamos creyentes. Pero parece que Dios no está de nuestro lado, porque no hay ninguna respuesta a la súplica, solo el sonido desgarrador que sigue saliendo de la garganta de Harry. Maldigo con todo mi ser el momento donde Harry fue herido, cuando bajamos la guardia y los rebeldes tomaron la delantera. Desearía estar más cerca del terreno donde se encuentra la base, así sabría que hay alguna salvación para nuestro médico. No deseo repetir esa sensación de desolado y terror cuando uno de los compañeros cae. No quiero pasar una vez más por eso, aunque estemos entrenados para morir en cualquier situación. Nuestras posiciones y misiones son peligrosas, pero nos negamos a dejar a uno de los nuestros. Tomo la delantera, escudriñando cada sección del desierto por donde vamos corriendo; fijé la mirada en las ruinas adonde se pueden esconder rebeldes, tratando de descifrar si la línea de pensamientos está en lo correcto. —Debemos salir de este maldito desierto; Harry va a terminar muriendo—masculla con impotencia Neft, perdiendo la cordura en cada entonación, dejando que la desesperación se haga presente con fuerza. Ajustan el agarre sobre Harry, temiendo por su vida. La respuesta de Jeik se ve interrumpida por el sonido de una bala rompiendo el aire, el tan conocido de un detonante se hace presente al mismo tiempo que una bala roza la oreja de Neft, dejando una larga línea roja en la zona. Grito una orden con fuerza respondiendo al fuego armado. Controlo la respiración, dejando que el pulso y los latidos desbocados se tranquilicen para disparar, apuntando a las coronillas de los rebeldes que se asoman entre las ruinas. A punto con precisión, sin fallar ningún tiro, dándole varios disparos a un rebelde que ha decidido actuar como un héroe y correr hacia donde nos encontramos. En la guerra no se puede tener misericordia, aunque no sea tu batalla. Es tu vida y la de tus hombres o las del rival, la moralidad se pierde cuando portas un arma; no importa que tengas motivos para responder, no significa que tú seas el bueno y el otro el malo. Nadie tiene la razón en este lugar… En estas circunstancias. Un mascullo ahogado rompe entre los sonidos de disparos y detonaciones, un balbuceo que sabemos de quién proviene. Aunque todos permanezcamos en silencio, poseemos el mismo pensamiento. La vitalidad de Harry está en picada cada vez más rápido. Las alucinaciones se hacen presentes, seguido de gritos de guerra, difamaciones y maldiciones, donde expresa el horror que está creando su mente, el horror que hemos vivido a lo largo de estos años. Aprieto la mandíbula clavando los dientes contra el labio inferior, haciendo oídos sordos a los gritos de dolor del rubio, esperando que las balas silencien la agonía que está experimentando, porque, aunque sea letal y peligrosa, no tengo el poder de hacer algo por Harry. Maldigo mi incompetencia, descargando la frustración contra el siguiente rebelde que sale de su escondite, idiotas que se colocan como blanco fácil. —Maldita sea, Harry, resiste —exhala Neft alzando la mirada al cielo esperando ver un milagro, pero el azulado cielo está quieto igual que hace días. Es inmutable e imperturbable, como debería ser. —Resiste, tonto—susurra Jeik cuando las balas dejan de romper el aire, el desierto se queda en silencio y los rebeldes se esconden detrás de las ruinas, observando como dos de sus soldados se desangra a pocos centímetros de distancia. Ellos tienen a dos hombres heridos y nosotros tenemos a uno. Todos nos encontramos en una posición de desventaja. Pero si deciden acercarse hacia donde nos refugiamos, se darán cuenta de que tienen la ventaja sobre nosotros, que pueden ganarnos por número y municiones. Estamos en una posición al azar donde el destino decidirá quién vive y muere en estos segundos. Contengo la respiración, desviando leve la vista hacia el cuerpo de Harry, mirando con tranquilidad como su pecho sigue subiendo y bajando. —Podemos irnos, no van a hacer nada —anuncia Jeik después de analizar los movimientos de los rebeldes, los cuales han intentado recuperar el cuerpo de sus hombres caídos—, tenemos una oportunidad para que salgamos de este maldito desierto ahora mismo. —Resiste, Harry —pido, colocando el arma en la espalda, caminando en dirección al rubio, quien ha abierto los ojos azules después de horas. —¿Qué está pasando? —pregunta mirando hacia los lados todo lo que sus ojos le permiten. Está desorientado y con la mirada vidriosa. —Estamos llegando —responde Neft con una mentira, dedicándole una sonrisa torcida, tirando del cuerpo herido del rubio sobre él— andando. Corremos por las montañas del desierto, hundiendo las botas militares con fuerza en las arenas finas del lugar, agilizando el paso hacia donde está la base. El silencio nos invade, amarrando nuestros pensamientos y la lengua. No hay nada que deseemos decir en voz alta, a menos que sean gritos de alegría cuando la vida de Harry deje de estar en peligro; de resto son innecesarias las palabras. Alzo la cabeza tratando de ver más allá de las dunas, las cuales tapan varios kilómetros a la redonda. Es desesperante solo ver mares de arena fina hasta donde alcanza la vista. No hay ningún pequeño rastro metálico con el logo y colores del ejército… Solo arena y más arena. —No enloquezca ahora —demanda Jeik cuando ve que estoy a punto de tirar el arma y maldecir con todo lo que aguanta los pulmones y la garganta. Desvío la mirada enloquecida hacia Jeik. El moreno de cabellos oscuros y ojos negros me observa con seriedad, mesurándome con esa mirada tan fría. No puedo contener más la tranquilidad, aunque me dirija esa mirada o un arma a la cabeza—puedes aguantar un poco más, no actúes como un demonio en este momento, Dith—insiste con la voz gélida; sería cargada de autoridad y obediencia. —No me pidas lo imposible—mascullo recordando cómo nos llaman a nuestra espalda. Los perros locos de la elite. Y quiero enloquecerme en este momento, sin mirar en las consecuencias, pero no puedo hacerlo. No debo hacerlo; tengo que resistir hasta que pueda descargar la impotencia y rabia que me recorre. Agitó la cabeza, tirando de la orilla del sombrero, casco hacia abajo, tapando durante cortos segundos los rayos del sol. Las pocas horas del sueño me están pasando factura en este momento, aunque nunca he sido la persona más controlada al momento de actuar. —¡Sáquenme! —susurra Harry casi como si estuviera rompiendo la garganta al soltar la palabra —¡Sáquenme de este agujero! ¡No veo! —grita agitándose el hombro de Neft. Los tres pares de miradas se clavan sobre el rubio, esperando que los movimientos se detengan y las súplicas que se escapen entrecortadas y sin aliento. Desviamos las miradas siguiendo adelante por el desierto, acercándonos con cada paso a nuestra meta, la cual aún no se puede ver. Neft gruñe de entusiasmo al ver el primer indicio de las instalaciones. Las piernas se vuelven rápidas hacia la base, acortando los metros que nos separan. —Ábranos —exige con fuerza Jeik, observando a los soldados que resguardan las puertas. Entiendo las miradas cargadas de sorpresa y estupor que nos dirigen. Han pasado semanas desde que nos perdimos en el desierto y no hemos tenido comunicación con la base. —Abre ahora la jodida puerta, tenemos un herido —exige Neft maldiciendo con renovadas fuerzas. La mirada de los soldados se dirige hacia Harry, quien está descolgado como un costal sobre el hombre de Neft sin emitir sonido o movimiento. Parece un muerto. —Abre las puertas; ha llegado el escuadrón cero—cinco—siete—ordena el soldado de la izquierda. Las puertas metálicas con el logo del ejército se abren despacio, dejando ver el interior de la base. Los soldados del otro lado de las puertas corren de un lado al otro y algunos están estáticos observando hacia nosotros. Jeik entra tomando la delantera, abriéndose paso entre el mar de soldados que nos acechan como si fuéramos espectros del más allá. Me molestan las miradas de sorpresa que nos dirigen, como si ya nos hubiera dado por muertos hace días… No fastidia que nos hubieran creído muertos; me jode que están siendo un maldito estorbo cuando llevamos a un hombre que su vida cuelga de un hilo. Neft grita sin retener las maldiciones, empujando a varios soldados sin importar quienes sean, abriéndose paso hacia la carpa que se usa como hospital. Odio este lugar, lo caliente y caótico que se siente, cómo la sangre está presente en cada lugar, desde su olor a manchas. Es donde se pueden escuchar más gritos y sollozos en todo el mundo, porque pocas veces se tiene la suficiente cantidad de anestesia para hacer operaciones, así que los soldados tienen que sentir durante horas la tortura de ser abiertos y cocidos. Muchos lo llaman el infierno y pienso que esa palabra se queda corta para describirlo. —Hombre herido, necesitamos un médico ahora —ordena Jeik imponiéndose en la mitad de la carpa del hospital, llamando la atención de los médicos y enfermeras que están terminando su turno. Una mujer de cabellos rojos corre hacia nosotros tirando de otros dos sujetos, los cuales rodean a Neft quitándole rápidamente del hombro a Harry, quien está en completo silencio. Me alegra que se encuentre en un estado profundo de inconsciencia donde no va a sentir como lo abren y arreglan lo que está mal en su cuerpo. Porque lo último que deseo es que a esos días y noches que llevamos escuchando los gritos y murmullos de Harry se unan otros aún más desgarradores y atroces. Nos mantenemos estoicos en el mismo lugar, retrocediendo algunos pasos para darle espacio al grupo médico, pero aunque muchas veces nos ordenen salir de la carpa, no lo hacemos. Vemos a Harry en cada momento de la operación. Nos mantenemos a su lado durante horas, aunque el cansancio se haga presente con fuerza, pasándonos factura. Somos tercos y queremos ver el momento donde los signos vitales de Harry vuelvan a la normalidad… Que esté estable. —Está vivo —exhala Neft sintiéndose aliviado cuando los médicos se alejan del cuerpo de Harry limpiando la sangre seca que había en él y el pecho de nuestro compañero sube en un ritmo uniforme. —Lo está—responde una voz fuerte a la exclamación de Neft; no tenemos que girarnos para saber de quién es ese tono de voz, pero el sonido que le sigue nos hace inclinarnos ante ella como máquinas en perfecto funcionamiento, adquiriendo una posición firme y sin ninguna expresión en los rostros. —Hemos llegado —responde Jeik haciendo un saludo militar ante nuestro jefe de escuadrón. —Eso puedo ver, Jeik —esa manera tan seria y con una inclinación en la ceja al pronunciar esas cuatro palabras y el nombre completo de Jeik. Nos hace saber que se encuentra aliviado de nuestro regreso, pero que también podría matarnos en este momento—lárguense a descansar ahora mismo, Harry está fuera de peligro. No vuelvan dentro de veinticuatro horas, es una orden sin quejas soldados—emite señalando fuera de la carpa médica. Caminamos fuera de la carpa médica, despidiéndonos del jefe con un saludo militar; él inclina la cabeza observando nuestra caminata sin energía y humor hacia la tienda que ocupamos. El cansancio se hace presente, llevándose las pocas fuerzas que nos habían mantenido de pie durante horas en la operación de Harry. Ahora que sabemos que la vida del rubio no está en peligro, los días que pasamos sin dormir, sin comer, caminando durante las noches en el desierto escuchándolo, los alaridos de Harry nos cobran factura. Ignoramos las miradas poco discretas que nos dirigen los demás soldados, las cuales van acompañadas de susurros de admiración, pero, aunque los comentarios estén cargados de estima hacia nosotros, no nos importa cómo nos ven los demás. No tenemos derecho a escoger qué imagen queremos mostrar; ese privilegio lo perdimos al decidir convertirnos en la primera línea de la élite.
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