Prólogo
Una sonrisa cómplice hizo juego con esas dos miradas que se consumían entre sí, mirándose con adoración y un amor infinito, que no se ve manchado con el ambiente que los rodean. Ruidos intensos y desgarbados, chillidos que hacen juego con el chasquido de las balas al romper el aire y estrellarse contra las paredes. Una sinfonía de locura, que se va tejiendo en diversas situaciones que no tienen sentido, la mano delgada y morena empuña con fuerza el arma, alzándola alto y rápido en el aire, apuntando con precisión hacia un objetivo. El ojo gris observa por la mirilla del arma antes de jalar el gatillo, dando inicio al fuego cruzado.
A una guerra sin cuartel, entre dos organizaciones poderosas.
La sangre se escapa de los cuerpos con la misma facilidad que los gritos llenan el lugar, cargados de maldiciones y lamentos. El suelo, las paredes, las armas, la ropa… Todo se tiñe de un intenso rojo, un rojo que anunciara la victoria de alguien. El tiempo corre y se acaba con facilidad, los minutos parecen cortos y se transforman en largas horas donde hay una agonía incierta, pero la realidad es que son solo minutos… Minutos que se vuelve largos y extenuantes.
Esos ojos grises miran por última vez a unos azules, los cuales se despiden con una pequeña mueca en los labios que tiene la intención de pasar por una sonrisa torcida, el arma cae al suelo rechinando contra la superficie, los ojos grises miran el techo cayendo hacia atrás pensando una última vez en lo que han dejado en este mundo.
Ellos han caído, el distrito este ha caído.