Capítulo 3

1337 Words
Capítulo tres. Diana 10 horas.  Harry se inclina en la cama, echando el dorso hacia adelante, probando los puntos que adornan su cuerpo, una mueca de dolor adorna su rostro rápidamente, provocando que Jk y Neft rían y lo regañen por forzar su cuerpo a moverse. El médico rubio, quien tiene un color de piel tan blanca como la arena de muchos desiertos, rueda los ojos azules dejando salir un pesado bostezo. Estamos a unas horas de dejar este campamento, misión cumplida, nuevo objetivo planteado con unos meses de descanso merecido. –Si los puntos se abren el mismo se los puede hacer, pero no lo jodan por querer salir de este lugar–anuncio dándole una mano, callando las risas de Neft. Harry niega susurrando cuando basta sigo siendo. –Nunca cambias, Dith, nadie en su sano juicio se cogería los puntos solos–afirma Jk negando suavemente, Neft se encoge de hombros dispuesto a debatir ese comentario de Jk, pero este último recibe un puñetazo que lo hace permanecer callado–tú no hables–murmura mirando por el rabillo del ojo a Neft, quien se soba la parte afectada dejando salir gimoteos de dolor. – ¿A qué hora sale el avión? –pregunta Harry con lentitud. –Dentro de media hora y quince segundos–informo, el rubio asiente levantándose de la camilla colocándose poco a poco el camuflado, una sonrisa se posa en sus labios con fuerza. Esa típica sonrisa que siempre damos cuando hemos sobrevivido a la muerte después de una misión. Que mal estábamos al creer que habíamos terminado con esta misión y sobrevivido a lo peor, no sabíamos que dentro de poco tiempo esas sonrisas y palabras se volverían efímeras, remarcando el comienzo de algo mucho mas grande que nosotros y nuestras creencias. El sonido ensordecedor de un avión aterrizando inmunda la base, dándonos a conocer que la media hora ha terminado, nos dirigimos hacia el aeropuerto improvisado entre burlas y comentarios mordaces que retan a la muerte como si fuéramos dioses. Solo unos dementes se expresarían como nosotros lo hacemos. –Así es como se sobrevive a tres días y noches en terreno enemigo, sin comunicación, estando moribundos y sin ninguna escapatoria–grita Harry sobre el sonido de las alas del avión. –Somos un grupo de demente con mucha suerte–anuncia entre gritos Neft, empuñando la mano hacia arriba, dando un pequeño grito de victoria–la muerte no nos quiere o nos tiene miedo–se mofa el moreno con picardía, dejando que los ojos azules resalten con fuerza. –No tentemos a la suerte, pero tus palabras levanta tanto la moral, Neft como todas las conquistas de Harry–el rubio bufa ofendido, dirigiéndome una sonrisa torcida. Sonrió con inocencia envueltas entre las risas de Neft, quien recalca una y otra vez que al menos sus frases suben la moral, porque Harry no es capaz de conquistar ni a la persona mas desesperada del mundo. Jeick nos observa en silencio camuflando la sonrisa que jala de las esquinas de los labios, tratando de aguantar la risa que le provoca cada uno de los comentarios y reacciones que tenemos. De los cuatro que nos encontramos en el avión y que conformamos uno de los escuadrones de elite, Jk es el mas serio de los cuartos, siempre mantiene un rostro libre de emociones, el cual es difícil de saber que está pensando o que emociones lo afligen. Nadie conoce el pasado de Jeick, tampoco es que sea importante conocerlo, somos familia sin importar de donde vengamos. Harry es el mas inteligente, calmado y pacífico del grupo, mientras Neft es el bromista, capaz de destruir cualquier organización desde adentro, con sus habilidades. Dos morenos, un rubio y una castaña, somos los que conformamos esta rara familia que se creó al coincidir en un equipo de elite. El avión se agita con fuerza, pasando por varias turbulencias, moviéndose con brusquedad, provocando que nuestros cuerpos se inclinen de un lado a otro como marionetas. Los órganos suben y baja rápidamente cuando el avión comienza a descender, suelto un gemido de dolor al golpear las paredes de metal con la cabeza, provocando que vea manchas negras y blancas. –No comiencen–se queja Harry–nunca podremos terminar una misión sin que ustedes dos se burlen–negamos con rapidez–son unos demonios insoportables–se queja soltando un suspiro pesado cansado. –Una misión no se termina, si no hay bromas de por medio. Es lo único normal que tenemos en este momento–murmura Jeick, todos asentimos dándole la razón sin querer agregar algo mas. No es necesario expresar palabras mas profundas para que sea mas relevante ese comentario y su significado. Poseerá el mismo valor sin importar como se diga. – ¿Qué se trajeron esta vez? –pregunta Harry. La mayoría hurgamos el bolsillo, delantero, del camuflado, sacando la pequeña pieza que conseguimos en este lugar. Un recordatorio de la misión y lo que sucedió. Muestro la pequeña arma automática que le quite a un rebelde, es compacta, algo pesada y de un metal brillante n***o. Algunas de las terminaciones son mates y tiene diversos grabados en los costados, un idioma que no entiendo con números escritos al revés. Las decoraciones y el color no es lo especial de esta automática, el mecanismo que utiliza es la primera vez que lo veo, aunque solo tiene una bala, la cual me niego a usar; porque es única tanto en su calibre y potencia. Es una reliquia pequeña y bonita. Jeick enseña la bala de fusil que decidió guardase esta vez, fina y de un color n***o; nada en especial. –Siempre con sus gustos excéntricos–susurra el rubio negando–no jodas, Neft–exclama mirando fijamente el arma cortante que se ha traído, el moreno, punta curva con doble filo; el ángulo de agarre y ataque es extraño, poco cómodo. El mango es tallado en madero con pequeños adornos metálicos de un n***o oscuros y mate, Neft gira el mango entre sus dedos, rozando varias veces el filo de la cuchilla contra sus dedos, dejando líneas blancas y rosadas a su paso. – ¿Cuándo vas a robarte una katana o sable? –inquiere Jeick apreciando los detalles del arma cortante que hace unos segundos estaba en la mano de Neft. –Cuando estemos en china, Japón o un país donde las usen–murmura sin debatir que el extraño cuchillo ha sido robado–tienes que ser la mejor de su tipo, no cualquiera bastara–afirma con una sonrisa maliciosa en los labios, pensando a detalle cuál sería la mejor katana para su extensa colección de arma cortantes. Cierro los ojos sintiendo el último movimiento brusco del avión, el aterrizaje se ha completado sin muchos problemas. Jeick jala de las puertas del avión, abriéndolas mostrando el exterior; la base militar de la elite, paredes negras y con logos sencillos nos reciben, un lugar iluminado por luces artificiales y frío como un páramo, cinco aviones mas están alrededor del avión que acabo de aterrizar, cada uno enumerado del uno al cinco y con el escuadrón al que pertenece. Bajamos de uno en uno, asintiendo hacia el mayor que nos recibe, quien está acompañado por el capitán de nuestro escuadrón. El viejo no ha cambiado nada en estos meses que estuvimos fuera del país. Las mismas canas y arrugas surcan sus rasgos dándole la seriedad y experiencia que denota en su porte y rango. –Jefe–exclamamos los cuatro al mismo tiempo, con una amplia sonrisa cuando el mayor se ha retirado, dejándonos solos. Los mas alegres y despreocupados saltamos sobre el jefe, atrayéndolo en un fuerte abrazo asfixiante, trasmitiendo de una forma tosca y brusca lo mucho que lo hemos extrañado. Nuestro capitán nos devuelve el saludo diciéndonos que seguimos siendo unos críos malcriados. Y no se equivoca, el capitán de sesenta años es la nuestra figura paterna y apoyo.
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