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1750 Words
12 Gabrielle Smirnov Lo miro y me rio nerviosa, no sé en realidad si lo que me está pidiendo es en juego o en realidad lo está haciendo. Observo la oscura carretera, realmente no tengo nada que perder, porque en este justo momento no tengo a donde ir. En teoría mi mejor y única amiga es Artemisa y ella vive en mi casa, así que no hay nadie más quien me pueda ayudar. Esto es tan frustrante, Izan esperan mi respuesta, la cual no sé qué decirle, llevo algunos días de conocerle, pero ahora es mi única oportunidad para revelarme en contra de mi padre. —¿Dónde sería eso? —pregunto haciendo que el rubio levante la comisura de sus labios. Izan me pide que salga del coche para él manejar y le agradezco, el alcohol ha hecho estragos en mi sistema y si sigo así, podría ocasionar algún accidente. Llevo mis manos hacia mi cabeza, tengo un dolor en la parte trasera de mi nuca, que está haciendo que pierda el control. Izan me observa a cada cinco segundos colocándome nerviosa. Empezamos a salir de la ciudad y le quedo viendo, los árboles enormes se visualizan en mi campo de visión. Coloco en mi reproductor de música la canción «Perfect de Ed Sheeran» y me arrepiento de inmediato. Intento quitarla, pero mi mano y la del italiano se conectan haciéndonos sonrojar de inmediato. —Lo siento… —susurro con dificultad. Izan no me mira y sigue mirando hacia la carretera, parpadeo un par de veces, decido dormir un poco, son pasadas las diez, creo y en definitiva hoy no fue mi día. Mis ojos están tan cansados que no los puedo abrir, alguien toca el puente de mi nariz, mis mejillas y frente. El cosquilleo me hace reír, abro los ojos asustada cuando la mirada azulada de Izan me observa con ternura. Me veo en el espejo de mi coche y estoy espantosa, tengo el delineador derramado en la marca de agua de mis ojos y resto de saliva en mi boca. Me tapo el rostro con rapidez y lo escucho reír. —Ya hemos llegado. —hago silencio. Realmente no me esperaba esto, siendo sincera no me lo esperaba. Izan Russo vive en un edificio antiguo, en un suburbio peligroso de Greentown, hay un grupo de hombres de color que nos quedan viendo apenas nos ven. Uno de ellos se le acerca al heredero de Go Space y le saluda de manos. Uno de ellos se me acerca y brinco al sentir como tocan mi cabello, corro detrás del italiano para que me auxilie y con una sola mirada de él, los chicos se apartan. Trago grueso. Subo las escaleras de madera rechinantes, al parecer el ascensor no está en funcionamiento y no era para menos, este lugar tiene como mil años de antigüedad. Una mujer anciana sale de uno de los apartamentos, apenas visualiza a Izan, le llama para entregarle el periódico del día y una bolsa con víveres, le sonrío porque de ve que es una buena mujer que lo ha ayudado todo este tiempo. El rubio le da un beso en la frente y continúa caminando, no he sido capaz de decirle o emitir palabra algunas. Las paredes del pasillo están agrietadas y sin color alguno. Apartamento diez treinta, visualizo apenas lo veo detenerse al frente de una puerta de color esmeralda, suspiro hondo. —Bienvenida a mi hogar—parpadea un par de veces y se me detiene el corazón. Introduce la llave en la perilla y en un dos por tres esta cede. Izan me pide su chamarra para colocarla en el perchero que esta justo en la entrada, lo primero que veo es una pecera, corro hasta ella, toco el cristal y llamo a los peces como si éstos pudieran escucharme y atender. Brinco al sentir algo peludo tocar mis piernas, miro hacia el suelo dándome cuenta que un hermoso gato blanco me mira con ternura. Lo tomo entre mis manos, para luego darle un beso en su pequeña frente. —Es un milagro, Luna no gusta de personas desconocidas—espeta desde una pequeña cocina. —Ella siente las energías y las mías están llenas de amor y luz—dejo a Luna en su cama improvisada. Me siento en un sofá viejo, empiezo a detallar todo, estamos en el penúltimo piso del edificio, hay ventanales en la parte frontal del apartamento. Hay plantas en la mayor parte del lugar. No hay paredes que dividan las cosas, así que de la cocina puedes ver al cuarto y del cuarto al baño. Mierda… —Me imagino que debes tener hambre, verás no traigo chicas aquí y podrás darte cuenta que es un apartamento de soltero. Tengo una sola cama—abro los ojos asustada—¡Espera! ¡Espera! No pongas esa cara. Tengo un sofá, allí dormiré yo y pues tú en mi cama. Con sus sábanas… Mi estómago gruñe, Izan me mira—Lo siento, salí de casa sin cenar. —Ya he pedido una pizza, solo tengo leche, cereal y huevos en la nevera—frunzo el entrecejo. —¿No haces mercado? ¿Alex no te da dinero? —el hombre delante de mí, luce incómodo por mi pregunta. Alguien toca la puerta y me siento salvada por la campana. Un joven con gorra nos ha traído la pizza, camino hasta la cocina, me siento en uno de los bancos, esperando a que Izan me sirva un poco. Ambos comemos en silencio, al parecer el tema de Alexander es algo sensible para él. Llevo la pizza a mi poca y el sabor explota en mi paladar, tenía tanto tiempo que no comía pequeñas cosas como estas, que no me sentaba con tranquilidad y gozaba de momentos así, llenos de paz. —Alex y yo no tenemos la mejor relación del mundo, hay una cuenta bancaria con muchos millones que jamás he tocado. Un apartamento lujoso que nunca he pisado y creo que nunca lo haré. Muerdo de nuevo la pizza, el italiano me da otro pedazo. —¿Por qué estas aquí entonces? —chasquea la lengua y una risa burlona reemplazo su ceño antes fruncido. —Porque era la voluntad de mi madre llevarme con él—emite con voz tranquila—Aunque creo que no he cumplido a cabalidad su última palabra. Cierra la caja de pizza, se levanta del banco, coloca los platos del fregadero y camino detrás de él. Le observo con determinación. Su nariz es pequeña pero fina, sus labios son gruesos y sus ojos son tan azules que no creo poder encontrar en este mundo unos más hermosos que los de él. —He peleado con mi padre, la persona que más amo en el mundo… porque no puedo seguir viviendo de esa manera. Quiero tomar mis decisiones y vivir de la manera en cómo yo decidida vivir. —Gabrielle, la princesa valiente—lo miro sin saber a qué se refiere—¡No me digas que no sabes quien es valiente? Muevo los hombros, siento un salpicado de agua en mi rostro—¡Porque me mojas! —Porque cualquier mujer en el mundo sabe quien es esa princesa… Bueno, no es que yo sea mujer, solo que tengo una pequeña prima que adora a valiente y bueno… La habitación resuena por mi risa burlona, Izan esta tan rojo como un tomate. —Te has visto tan lindo… —me callo. —Ahora soy lindo—mira hacia el suelo, muerde su labio inferior. Mi corazón pega fuerte en mi pecho—Digo—cierro los ojos—Tengo sueño ¿Tú no tienes sueños? —asiente. Lo observo buscar algo en el armario de madera que está a unos pasos de su cama, sostiene con sus manos una camiseta negra con un estampado extraño y me mira—Es lo único que tengo—lo tomo, vuelve a hurgar entre sus cosas, sacando un diminuto paquete—Es un bóxer que nunca usé, está todavía en su empaque original. Le sonrío en agradecimiento. —Todo es perfecto. Mueve la cabeza de arriba hacia abajo—El baño es de cristal, pero tiene cortinas, las puedes cerrar; te prometo que no veré nada. Lo aniquilo con la mirada, tomo la toalla que está sobre su cama, deslizo la puerta de cristal. Izan esta pendiente de cada uno de mis movimientos y me ha puesto nerviosa por completo. Dejo las cosas sobre la tapa del inodoro. Lo escucho respirar hondo y sin dudarlo dos veces cierro la cortina. El chorro de agua fría cae en mi cuerpo y grito, ¿Qué esperabas Gabrielle Smirnov? Con manos temblorosas busco el jabón de baño y lo paso por todo mi cuerpo. Papá debe de estar buscándome por cielo y tierra y de solo pensar que si descubre que estoy con Izan Russo, las cosas empeorarían en nuestra relación de padre e hija. Introduzco mi cabeza en el chorro de agua, apoyo mis manos en los azulejos del baño, papá, me duele tanto como a ti esta situación, pero solo quiero que sepas que te amo, te amo tanto que no puedo permitir que pases por encima de mi deseo, porque me amo más yo. Pero eso no quiere decir que no te respete o te haga menos; todo esto lo hago para que crezcas como papá, para que así sepas enfrentar la situación con Akim y podamos vivir en tranquilidad y armonía. Cierro el grifo del agua, envuelvo la toalla sobre mi cuerpo, busco las prendas que el italiano me prestó y las uso. La camisa me queda más corta que lo que debería, pero peor es nada, Izan se encuentra usando solo un pantalón de dormir y me quedo estática al verlo acostado boca arriba y apoyándose sobre sus codos. —¿Estás bien? —pregunta y asiento. —Quería agradecerte todo esto, sé que no es tu deber y aún así me has ayudado. —dejo de moverme al ver un tatuaje en su dorso en forma de dragón, mi pecho empieza a dolerme. Izan… Izan… —¿Te sucede algo? —no puedo decirle nada. El rubio se levanta de la cama, corre hasta donde estoy, pero me echo hacia atrás —Tú… tú ¡¿Tú me harías daño?! ¿Por eso me has traído aquí? Quie res secuestran y después pedirle dinero a mi papá ¿Verdad?
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