Tiempo perdido

693 Words
¿Qué pasa cuando se termina algo que parecía nunca tener final? Andy se preguntaba lo mismo una y otra vez mientras aumentaba la velocidad de aquella caminadora. “Los hombres nunca terminan de madurar. Ni a sus treinta, ni a sus cuarenta, ni nunca.” Pensó vagamente, recordando cómo había gastado cuatro años de su vida al lado de una persona que no se quedaría. A punto de cumplir los treinta, con una carrera concluida y un trabajo que le pagaba un sueldo promedio, se había quedado casi vestida y alborotada. Las falsas promesas de amor y la espera en vano de un compromiso que nunca tocó su puerta la hacían sentir que estaba destinada a fracasar en el amor. Y es que… Si a los veinte ya se sentía demasiado mayor y vieja. Entrar a los treinta viviendo con sus padres, atada a un trabajo regular y ahora solterona, se lo ponían todo más complicado. ¡Maldito Ayden! Si no pretendía quedarse hubiera sido más sincero desde el principio. No debió engañarla con frases de amor eterno y un compromiso a largo plazo que nunca llegó. ¡Qué estúpida había sido como para no darse cuenta que solo estaba jugando! –Disculpe… señorita. De haber sabido que ese hombre solo venía a alborotar su vida, ocupar un lugar que no le pertenecía en su mesa junto a su familia. Y a estafarle los sentimientos, no le hubiera dedicado esa primera sonrisa. –Señorita… –¡¿Qué?! La reacción de Andy fue impulsiva e involuntaria. Se quitó uno de los audífonos y miró a quien se atrevía a sacarla de esos pensamientos amargos que la acompañaban a todo momento. –Disculpa, yo solo quería preguntarte si te faltaba mucho para terminar. Es que también quiero usar la maquina… Andy quedó perpleja. Por un momento enrojeció avergonzada por su reacción y por olvidar que se encontraba en un gimnasio al que asistían muchos miembros, no solo ella. El sonrojo se esfumó de su cara cuando la atención volvió a su cuerpo y se fijó en el pedazo de cielo frente a ella. El muchacho que amablemente se había acercado a ella, llevaba consigo unos ojos verdes que amenazaban con quedarse en su mente por un par de días. La mirada no era lo más profundo que tenía, puesto que la dejó muda mientras observaba su cabello n***o intenso y corto, sus pómulos ligeramente coloreados y labios gruesos. ¡Santo cielo! Ese chiquillo debía oscilar entre los dieciocho o veinte, pero era demasiado guapo para su propio bien. –Lo siento, estaba muy metida en la música. –fingió actuar normal, como si aquel muchacho nunca la hubiera descolocado tanto– Yo… –verificó en la pantalla de la máquina que ya llevaba casi cuarenta minutos corriendo sin parar– creo que se me fue el tiempo. –Tranquila, puede pasarle a cualquiera. Lo peor de todo no fue descubrir que él era mucho más alto, tampoco que optara por un comportamiento más pasivo o educado a diferencia de ella. Lo peor de todo fue descubrir que habían captado la mirada de casi todos los presentes por la manera en la que le había gritado. –Mierda… –susurró empezando a tomar sus cosas para buscar otra máquina– –Eh… Señorita… Andy se detuvo justo cuando ya estaba por retirarse. Las piernas le fallaron al haber corrido de tal forma por más de treinta minutos sin descanso. Por poco y cae al suelo, pero logró resistir bien y controlar las contracciones de sus músculos inferiores. –¿Si? –No olvide su toalla… Aquel mocoso señaló la toalla tirada en suelo, quizá la había tirado con tanta prisa. Andy se tragó la vergüenza y sonrió hipócrita, agradeciendo de manera implícita. –Claro… ya me iba. –Suerte… Le dijo él simplemente antes de colocarse los auriculares y empezar con su propia rutina de cardio. Andy se sintió aún más desafortunada, ahora además de todo hacía el ridículo con mocosos. Afortunadamente era mejor con una persona a la que no volvería a ver que con un conocido. O eso más o menos creía…
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD