La hermana apartada.

2698 Words
01 La hermana apartada. ☆☆ Rink... rink. Suena el timbre del apartamento. La señora Danna de Bronw está tirada boca abajo en la cama, sin duda, no se ha calmado después de aquel diagnóstico, ¡esta devastada!. Rink... rink... Sigue sonando. Su estado de ánimo por el piso le indicaba que es más prudente estar sola, aunque su mente le da otro mensaje, cree que es correcto abrir y así no pasar el dolor sola, más bien era bueno compartirlo con alguien. Decide levantarse, está echa polvo. Su maquillaje se ha corrido a los lados de su cara, ya no hay nada de la perfecta maestra de indasis con uñas arregladas y bello rostro, lo que hay ahora es una mujer vulnerable que no consigue respirar. Abre la puerta. Allí está... justo lo que necesitaba. —Marisol...—susurró cayendo en sus brazos. Mareandose con el perfume dulzón que habitualmente usaba y Danna odiaba. El llanto se intensificó cuando Marisol acarició su cabello de la misma forma que lo hacía su padre cuando aún vivía. Cariño, todo está bien, estoy aquí. Eran las palabras exactas de su papá. —Todo va a estar bien, tranquila—murmuró Marisol sin saber que decir. En medio de una situación que a la otra persona le afectaba, con toda honestidad, no sabía consolar, era malísima en el arte de palabras fervientes y emotivas en las dificultades. Reconsideró darle el mismo consejo que ella aplica en los momentos tristes, le venía dando vuelta desde hacía rato, sin embargo, terminó desechandolo, podría ser muy insensible al decirle palabrerías que solo funcionaba con ella porque conocía el tipo de mujer que era. Marisol con amabilidad cerró la puerta guiando a su amiga al mueble en forma de L que adornaba la sala con una mesita de vidrio y un jarrón de rosas ya marchitas. —Siéntate querida—la posicionó frente a ella, Danna seguía inconsolable. Marisol la miró sin decir nada, solo escuchaba los lloriqueos que parecían nunca acabar. Gruesas lágrimas bajaban por las mejillas coloradas de Danna. Su pelo azabache no se desordenaba aunque su flequillo estaba al lado izquierdo un poco desaliñado, la costumbre de llevarlo era al frente. Toda ella era un mar de lágrimas con perfección incluida, porque aún en sus peores momentos se veía hermosa, o al menos, eso lo consideró Marisol que hace un año conoció a una Danna alegre, soñadora, risueña. Siempre andaba con una sonrisa iluminando el día a cada compañero, incluyendola. Debía devolverle el favor a Danna, porque cuando Marisol se sintió sin aire, una palabra de ánimo siempre brotó de los labios de Danna, sin duda, se lo debia. Le tomó de las manos, se encontraban frías, en sí, el apartamento había un frío impresionante, de inmediato, sin poder evitarlo, los ojos de Marisol se fijaron en todas las cortinas cerradas que no dejaba que un destello de sol entrara a calentar el lugar. Hizo una nota mental: antes de irse, correría las cortinas. —Danna, lamento que los médicos te dijeron eso. Sé lo mucho que has estado ilusionada por embarazarte—comenzó a decir. La parte embarazarse provocó que Danna intensificara el llanto. Marisol tragó saliva—. Te he conocido como una persona religiosa, optimista, alegre, pero sobre todo, de mucha fe—suspiró hondo antes de proseguir—. ¿Te acuerdas cuando mi marido me dejó? Danna la miró con los ojos empapados en lágrimas. Asintió. —Dijiste que orarias por mí. Dijiste que Dios me daría las fuerzas para superar ese proceso que para mí... fue mortal. Confíe en Dios Danna, tanto que fue mi motor para no echarme a morir. Leí la biblia cada noche, la misma que me regalaste, y lloré de rodillas un millón de veces. ¡Fue un infierno! y sé que en estos momentos estás cruzando por ese valle de sombras, pero déjame decirte amiga, que Dios está contigo. En la Biblia hay muchas mujeres que no pudieron embarazarse y buala...Dios le dió la oportunidad de hacerlo. ¿Se te olvidó Sara? ¿Ana? La mirada de Danna se encontraba fija en Marisol, la escuchaba con tanta atención que la misma Marisol se sorprendió. Nunca pensó que de su boca salieran esas palabras, supuso que fue por tanta lectura bíblica todas las noches antes de acostarse, ya se había convertido en un hábito, en una de los buenos. —Querida... oremos juntas... cree en los milagros de Dios—sonrió de medio lado. Danna asintió, se secó las lágrimas cerrando los ojos, su respiración se encontraba algo pesada, inspiraba hondo cada vez que abría la boca para efectuar la oración—. Dios... tú sabes de que cosas tenemos necesidad. Te pido por Danna, pido que la ayudes, que la fortalezca y conceda los anhelo de su corazón. Yo he visto tu benevolencia y tu bondad, y sé que mis ojos verán el fruto de su vientre. Amén. Danna abrió los ojos reconfortada, quizás era eso lo que necesitaba, un amiga en quien confiar. —Gracias...—susurró. Sus ojos mostraba una inmensa gratitud, en el fondo, sabia que Marisol tenía razón, no podía rendirse, era el momento de confiar en ese Dios que ella siempre cantaba. Ambas alzaron su mirada al techo cuando el ruido grotesco se pronunció con una guitarra eléctrica. —Oh no—murmuró Danna. —¿Que es?—seguia mirando al techo Marisol. —El chico de arriba. Es todo ruidoso con esa guitarra, ese instrumento, ese rock pesado que hace que me duela la cabeza—se levantó del sillón caminando directo a la puerta. —¿Que haces?, ¿a dónde vas? —A recordarle que tiene vecinos—dijo parada en el umbral, luego, subió las escaleras hasta que llegó a su puerta. Suspiró. Ese chico le daba miedo por su apariencia. Vestía de n***o, con esos tatuajes en todo el brazo derecho, algunas veces le había visto con sus ojos pintados de n***o, espeluznante, Danna creía que este hombre era medio satanista o pertenecía a un culto extraño. Siempre evitaba encontrarselo por los pasillos. Ya tenía varios días escuchando su rock pesado, su instrumento ruidoso, y lo había soportado a toda costa para evitar intercambiar palabras con él. Pero, en estos momentos no estaba bien, le dolía la cabeza, se sentía mal y por un maldito momento quería tener paz, y tranquilidad. Cerró su mano en un puño. Tocó. No hubo respuesta. Volvió hacerlo con más fuerza. La puerta se abrió. Danna retrocedió de inmediato observándolo de arriba abajo sin ocultar su desagrado. Una camisa negra que tenía calaveras manga corta que dejaba parte su brazo tatuado descubierto. Unos Jean anchos, aretes. Su pelo desaliñado le indicaba a Danna que acababa de levantarse de su cama. —¡Señora!—dijo en un tono divertido. A Danna no le agradó ni una pizca. —Por favor, puede bajarle un poco a la guitarra—rogó con una pizca de molestia en cada oración, por más que quiso que sonara como un ruego amable, terminó siendo antipatica. Dió media vuelta sin mediar más palabras con él, dictaminando la finalización de una plática que ni siquiera existió por la sencilla razón que Danna no dejó que por lo menos el chico reaccionara, estaba dispuesta a irse de mala gana cuando le escuchó decirle algo que hizo que se quedara sin moverse. —¡¿Que?!—se volteó con el ceño fruncido. —Tú tocas el piano cada noche, y yo no estoy llamando a tú puerta para que se calle—frunció el ceño sin perder la diversión en sus ojos–. Además, el problema aquí no es lo que dice, si no en la manera en que lo dices. Oh no... no era el momento de entrar en discusión, ni mucho menos con ese hombre temible frente a ella. Respira Danna, respira. —Primero...—comenzó a decir acercándose un poco. Su expresión no era nada amable, parecía que se había transformado en algo peligroso, que ha ese chico le gustó—,no nos tenemos la suficiente confianza para que me tutee, así que, cuando se dirija hacia mí hágalo de "usted" y con mucho respeto. Segundo, lo que toco en el piano sí es música y no basura. Las palabras salieron sola de sus labios como un río. No quería insultar su género musical pero ya no podía retirar sus dichos. El chico sonrió ampliamente. Dos hoyuelos aparecieron enseguida en cada extremo de sus mejillas. —Habla de respeto, y... me insulta en mi propia casa llamando basura a mis gustos musicales...—hizo un mohin con sus labios—. ¿Quien le falta el respeto a quien? Danna se estremeció, ahora sus mejillas ardían de vergüenza que se extendía por todo su rostro, quiso por un segundo retroceder el tiempo y retirar sus palabras, más ya no podía, oh no, volvería a llorar, el día era uno de esos que no te dejaba tranquilo hasta verte hundido en la mierda. —Yo... —Si, ya sé. Se va disculpar porque ha caído en su error —dijo él con un tono sarcástico. —¡Lo siento!—musitó, bajando la mirada. —¿Que siente?... ¿sus palabras? ¿su falta de respeto? o ¿por qué que cada vez que me mira me menosprecia?. Rápidamente Danna alzó su vista encontrándose con sus ojos grises acusadores, molestos, intimidantes. —Oh, no. ¡No es así! —¿Como es entonces señora?. En todo este tiempo en este edificio siempre se queja de mí con el dueño—se apoyó del umbral–. ¿Por qué? ¿me odia? ¿soy un pecador indigno? Danna abrió más los ojos. Estaba temblando, asustada por tener esa conversación con ese desconocido que realmente habia querido sacar del edificio por su música ruidosa, además, de no inspirarle confianza. —¡No! —¿Entonces que es...? Retrocedió dos pasos atras... su cabeza dió vueltas, oh cielos, espíritu santo, creyó desmayarse, eran demasiadas cosas en un día. No estaba acostumbrada a las confrontaciones, más bien las evitaba a toda costa. Tambaleó, el chico fue consciente de su palidez, no dudó en ayudarla. La tomó de su antebrazo mientras que Danna buscaba la forma de respirar, lo hacía abriendo la boca, por la nariz con pesadez, su pecho subía y bajaba frenéticamente, eran los síntomas que él conocía muy bien, lo había visto un día antes de que su novia se quitara la vida. Le tomó de la mano atrayendola contra su pecho, por un momento se sintió miserable por el haberle causado eso a una mujer. Él no era así, en lo absoluto, solo quería... ¿qué quería? ¿una excusa? ¿una manera de llamar su atención? no sé lo había planteado. —Respira... vamos... todo está bien... respira—susurró con una voz tan apaciguada que Danna consiguió regular su respiración. Se quedó con la oreja pegada a su pecho escuchando los ritmos acelerados de su corazón, notando lo duro, lo fuertes que eran sus brazos y lo bien que sentía estar ahí. —¡Danna!—pegó un respingo quedando a una distancia bastante prudencial de él. Miró a Marisol un poco débil, con lágrimas. —Querida... estas como un papel. Es mejor que descanses—corrió a su encuentro. La mirada de Danna se quedó fija en el muchacho que por alguna razón tambien la estudiaba con tanta intensidad que la asustaba. —Ha entrado en un ataque de pánico—dijo. Marisol lo miró abrazando a Danna como si fuera su hija. —Si, no se siente muy bien—le sonrío. La expresión del chico cambio a una apenada. —¿Esta enferma? perdón por preguntar—notó que Danna lo miraba con mala cara. —Ha tenido un mal día, es todo—respondió—. Vamos a tú apartamento, llamaré a tu esposo. Él la vió bajar las escaleras regresando a su apartamento. ☆☆☆☆ Marisol cerró la puerta tras entrar. Danna se acostó en el mueble. —Creo que Cole debería venir a cuidarte—dijo tomando el celular para marcar el número. —No, por favor, no quiero molestarlo. Esta en una conferencia y no quiero preocuparlo—alzó su torso quedando sentada. —Pero... es justo que él esté aquí apoyándote. —Pero tampoco quiero decirle por teléfono que su esposa es estéril. Entiendeme. Eso es una información que es justo que se lo diga cara a cara y no por teléfono. Marisol suspiró no muy convencida. —No quiero dejarte sola así Danna. Danna la miró con ternura. —Estaré bien. Más bien estoy muy agradecida por tus palabras, fueron el detonante que necesitaba para tener fe. No sé que haría sin ti mi Mari. Las lágrimas iniciaron su recorrido nuevamente. —Oh, querida—caminó hacia el mueble para volverla abrazar—. Todo será mejor. Asintió. —No quiero dejarte sola. Pero... —Tienes que irte. Lo sé. Gracias—musitó secándose las lágrimas. —Llámame por favor, prometelo... prometelo —insistió —Lo prometo. —Bien—le dió un último abrazo de despedida, y con un tez de melancolía miró a su amigo que quedaba en el mueble. Cerró la puerta. Danna sintió la soledad de albergaba en el apartamento. El silencio que se expandía por cada paredes, el frío que habitaba sucumbiendola de pies a cabeza. Recostó su cabeza en el mueble, su mente seguía perdido en aquel encuentro con el doctor. Es estéril señora Danna. Cerró sus ojos con una extraña presión en el pecho. ¿Por qué soy un pecador indigno, por eso me mira con menosprecio? Oh dios... si solo hubiese soportado escuchar el horrible sonido de su guitarra. Lleva meses, días, escuchándolo, porque no pudo cerrar la boca. Definitivamente, no fue sabia al ir a hablar con él. Por lo menos, el ruido de la guitarra ya no estaba, aunque no sabía que era más perturbador: esa maldita y ruidosa guitarra o el silencio que gobernaba en su casa. Odiaba las dos cosas por igual. ¿Te olvidaste de sara? ¿De Anna? Por supuesto que no. Sara y Anna eran dos mujeres conocidas en la Biblia por ser estéril y así dar a luz. Sara dió a luz a Isaac que es llamado el hijo de la promesa y Anna a Samuel, la cual, fue un gran profeta y seguidor del señor. Marisol tenía razón, debía tener fe. Se quitó todo resto de lágrimas en los ojos, alzándose con determinación del mueble, dispuesta a pensar diferente. Abrió las cortinas, las ventanas, recibiendo la brisa de afuera. La casa se iluminó, se comenzaba a calentar la sala. Suspiró en busca de su teléfono, al encontrarlo entre las sábanas de su alcoba, lo revisó. Cinco llamadas perdidas de un número desconocido. Dos de Marisol. Dos de Cole. Llamó primero a Cole. No hubo respuestas, así que decidió por enviarle un mensaje: Te extraño amor. Vuelve pronto. Asimismo, se le quedó mirando al otro número, no tenía la remota idea de quien pudiera ser. Dudó si en marcarle o dejarlo así, sin embargo, antes de decirlo, el número desconocido llamó. Respiró hondo. Contestó. —¿Bueno? —Señorita Danna Michelle Alvarados. ¿Alvarado? su apellido de soltera, de su padre. Nadie la llamaba por ese apellido, todos la conocían por la señora de Brown. —Si. ¿Quien habla? —Soy el doctor Timoteo del hospital regional. Le llamo porque su hermana a tenido un accidente. Danna arrugó las cejas. —¿Hermana? —Si. La señorita Kudrent Adriana Alvarado. ¿Es su hermana? La mente de Danna quedó en blanco, los sentimientos se convirtieron en un mar bravío porque ni ella misma sabía lo que ocurría. Kudrent Adriana Alvarado... era la niña. La niña a la que su madre eligió en ves de ella. Kudrent Adriana Alvarado era su hermana, la que fue apartada de su lado. ♡♡♡♡ Notita: mis amores, miles de gracias por sus comentarios, votos y seguir esta historia. Dejemne sus primeras impresiones, las leeré con gusto. Un abrazito emotivo.
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