Capitulo 3

1676 Words
DongHae Otra vez. Una vez más quedaba completamente pobre. Sin un centavo en el bolsillo. Y era mi culpa en su totalidad, yo debí haber cambiado la cerradura de mi casa. La mujer que me dio a luz y crió, tenía esa manía de meterse en casa, tomar mi dinero e irse a gastarlo con hombres jóvenes que vendían su cuerpo. Me había salido de su casa sólo para que ella dejara de tomar mi dinero, pero eso sólo lo empeoró, pues antes por lo menos algo me dejaba, pero ahora entraba a casa y se lleva todo. Igualmente el tonto era yo.. ¿Por qué no cambiar de cerradura? En el fondo sabía el porque.. porque me sentía en deuda con ella. Sabía que estaba mal, que sólo se aprovechaba de mi, pero si se lo negaba, ella recordaría todo lo que yo quería olvidar. Había sido rápida y en apensas media hora que había salido a despejarme en el centro comunitario, el domingo en la tarde, ella me dejó vacío. Como siempre lo hacía.. en todos los sentidos. Me pesaba mas el vacio en el pecho, que el vacio material. Hacía un día desde que no comía, mi estómago dolia un poco, y no tenía ni un centavo. Ya no tenía a Liz que me prestara algo. Aparte de ella, no había nadie más. A las 7 am, salí de casa, para ir al trabajo, sin desayunar. Llegué a las 9 y me puse manos a la obra, dirigiriendome hasta la máquina que me correspondía, tomé todos los cajones de madera que pude y comencé. La máquina desde la derecha soltaba limones, mi trabajo era empacar los que estaban en mejores condiciones, esos serían exportados; el resto, los defectuosos se quedaban aqui, para ser vendidos a bajó precio... ese siempre era el destino de todo lo imperfecto. Nos pagaban por cantidad de empaque que hacíamos, por lo que siempre me apresuraba para empacar la mayor cantidad posible, hasta que se hicieran las 6 de la tarde. A ese horario las máquinas se detenían, mis brazos quedaban doliendo, por dentro debido al cansancio y por fuera, debido a las espinas que tenían algunas ramas. A los minutos llega el encargado a pagar lo que correspondía a cada uno. Una vez con el dinero en mano, salí como siempre casi corriendo hacía ese lugar. Ese lugar que estaba muy cerca del trabajo, el que me hizo elegirlo.. teniendo otros trabajos mucho más cerca de casa. No entré, ni siquiera pisé la vereda, me quedé en la del frente, detrás de un árbol para que no me vieran. Miré mi reloj, conté los segundos para que se hicieran las 18:30 en punto, la puerta se abrió y los niños comenzaron a salir. No era difícil identificar a Ian, era el más pequeño de su salón, y su cabello era castaño, casi rozando a rojizo. Con su mochila colgada en sus pequeños hombros, salió y se quedó a un costado, hablando con uno de sus compañeritos, hasta que llegaron por el. Su padre y su madre. Los dos lo fueron a buscar. El se lanzó a los brazos de su madre y la abrazó fuerte, le dio un beso en la mejilla; luego lo hizo también con el. Ian era feliz cuando veía a sus padres, cuando los abrazaba, cuando estaban juntos. Los tres subieron a su automóvil y volvieron a su hogar. Siempre que lo veía, mi corazón se sentía un poquito vivo, pero al irse, quedaba más frío y más roto que antes. Amaba a Ian, desde su nacimiento lo hice, y daría mi vida por ser merecedor de estar cerca de el, pero no era así. Yo no era digno de estar a su lado, yo sólo lo mancharia, lo arrastraria conmigo a mi miseria. Siempre fue asi, siempre arrastraba hacía el pozo a las personas que me querían. Es por eso que a pesar de amar a algunas personas, las mantenía lejos para no hacerles daño. Suficiente lo hice en el pasado. No me quedé ni un minuto más, giré sobre mis talones y fui a la parada del bus, ya tenía dinero para volver. El dinero que gané ese día ya tenía uso. La mitad lo enviaría a otra cuenta bancaria, lo demás me serviría para salir a beber algo. Ya no tenía a Liz pidiendo que me quedara en casa con ella, o que vayamos al cine. Ya no la tenía rogando que la ame. Le hice daño, intentado no hacérselo. Típico de mi. Bajé del bus una calle antes de mi casa, pero antes de llegar a la esquina, la puerta del centro comunitario se abrió, y otra vez ese hombre se cruzó en mi camino. Sonrió al verme y levantó su mano. -Buenas tardes DongHae ¿Cómo estás?. -Buenas.- le contesté. Había algo extraño en el, miraba a los ojos y los suyos eran algo intensos. ¿Se daría cuenta de como miraba?. -¿Vuelves del trabajo?.- preguntó HyukJae. -Si.- contesté seco, pero no quería ser asi.. me estaba hablando con amabilidad ¿Por qué ser odioso? El mundo necesitaba más personas amables. -Woao!.- exclamó.- Tus brazos están lastimados. Sus manos blancas y limpias, tomaron mi muñeca para observar mis pequeñas heridas, en mis morenos y sucios brazos. Sentí calidez por su toque; eso no estaba bien. -Empaco limones.- informé.- a veces las ramas pueden hacer daño. -Deberias lavarte rápido, para que no se infecten. -Iré a ducharme ahora. -Oh ve, no te quito más tiempo.- me soltó y ese calor que sintió mi piel, de repente desapareció.- Puedes venir después si tienes algo de energía. Los niños y adultos ya recibieron sus clases y también merendaron. Quedó algo de chocolatada con medialunas, si gustas ven a merendar conmigo. Negué con mi cabeza.- Gracias, pero debo salir en un rato. -Oh. Bueno, puedes venir otro día, yo estoy de lunes a viernes aqui. -Lo tendré en cuenta. Adios. -Adios DongHae.- saludó con su mano mientras yo daba los últimos pasos hasta llegar a casa. Entré, y sin mirar mucho a mi triste casa, fui al baño. Necesitaba agua, por la suciedad, por el calor y quizás para calmar un poco el dolor de cabeza que sentía. Una vez limpio, salí del baño envuelto con una toalla, y fui hasta mi cuarto, donde obviamente estaba mi armario, pero antes de que pudiera abrirlo, no pude evitar mirar por la ventana. Mi ventana daba a mi pequeño patio en el sólo alcanzaba para poner una bicicleta vieja que tenía , y también al patio del centro comunitario. El chico, HyukJae aún estaba acomodando solo las mesas y sillas, en medio de la oscuridad. Bufé y me acerqué a la ventana. -Hey!.- grite con la voz suficientemente alta para que me oyera. Saltó en su lugar, lo que me hizo querer reír, pero me contuve. Giró y me miró. -Hay un interruptor al lado de la puerta.- le informé. Miró hacía el lugar que le indiqué , caminó hacía el y las luces de ese patio se encendieron. Lo vi sonreír, se le notaban las encías. -¡Gracias DongHae!.- exclamó.- Te debo una más. Supuse que dijo "uno más" por haber salvado a su hermana y prometida. Hice un movimiento con la cabeza, y cerré la ventana, para poder vestirme. Un Jean gastado, y una camiseta negra era suficiente para ir a tomar algo. Me quedaba bien, como casi toda la ropa que usaba. Tenía la "fortuna" de ser alguien guapo físicamente. Lo único bueno de mi, era mi cuerpo. Me coloqué colonia, y puse a lavar la ropa del trabajo antes de salir. Eran las 20:45 cuando salí de casa, pero antes de ir a algún bar, pasé por un lugar de transferencias, allí pasé la mitad de mi dinero a la cuenta bancaria de Yesung. Yesung, el chico que había conocido en una fiesta una vez. El se encargaba de una fundación para animales de la calle. Desde hacía 3 años que le mandaba dinero para los animales, y los iba a visitar cada semana. Por ellos no me importaba dar dinero, al fin y al cabo los animales son los únicos dignos de vivir en el planeta. Una vez terminado el trámite, salí de allí y entre al primer Bar que encontré. Pedí vodka, lo más eficiente y barato para quedar ebrio en menos tiempo. Me senté sólo en la barra, a un costado, y como siempre alguien se me acercó. -Hola.- una mujer fue la que me habló. La miré y no estaba nada mal. Era muy guapa en realidad. -Hola.- tomé un sorbo de la bebída.- siéntate. Le señale el taburete a mi lado. Se sentó y me miró coqueta. -¿Por qué alguien tan guapo como tu está sólo aqui?. -Estaba esperando alguna buena compañía.- le sonreí falsamente.- Pero ya llegó. -¿Si?.- se mordió el labio. -Si, y es muy guapa por cierto. Ella llevó su mano a mi rodilla.- Creo que tu compañía quiere que vayan a un lugar privado. Me puse de pie, y la miré sonriendo. Rapido y fácil, sin rodeos. -Solo para aclarar.. sólo será una vez y si no quieres eso, será mejor que no vengas conmigo.- advertí. Su sonrisa se amplió.- No te preocupes guapo, yo también quiero sólo una vez. Se puso de pie también. Estuve con ella hasta pasando la medianoche, en un motel, teniendo sexo y tomando alcohol. Desde hacía años que era fácil para mi conseguir sexo, a las mujeres les gustaba bastante mi cuerpo, y eso se había detenido cuando acepté ser novio de Liz. Como ya no estaba con ella, volví a esos hábitos. El sexo con desconocidas, era lo único que me daba un poco de cariño, eran los únicos momentos en los que me sentía un poco deseado. Deseado, y no querido como mi corazón quería ser. Los únicos momentos en los que tenía los brazos de alguien rodeando mi cuello. Enfermizo, pero no podia salir de alli.
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