Capitulo 1. Adalind

1002 Words
Adalind, aunque todos le decían Ada, estaba limpiando la taza del vater con un pequeño cepillo de dientes. ¡Malditos animales! Pensó con bronca. Hacía poco había cumplido los 18 años. Era una joven de apenas 1.58, muy delgada pues la realidad era que en su hogar no había mucho para comer y sus hermanos menores tenían prioridad. Había noches que ella y su madre solo tomaban un té para que los trillizos pudieran cenar. Siempre habían sido pobres pero todo se había ido a pique desde la muerte de su padre. Ella había tenido que dejar el colegio, que le gustaba mucho, para ayudar a su madre a trabajar. Ambas trabajaban en una empresa de limpieza. Hacían el aseo en apartamentos de changers ricos. Malditos animales, pensó con un odio apenas contenido. Se sintió tentada a usar el cepillo de dientes de la dueña del apartamento, pero ellos tenían cámaras. Seguramente la agarrarían in fraganti y tanto ella como su madre se quedarían sin trabajo. Hacía años que vivían en la zona pobre de Sacramento. Al menos sus hermanos seguían yendo al colegio. Quizá podrían ser policías, o militares o algo más que personal de limpieza. Estudiar quedaba descartado excepto que ganaran una beca y el cupo para humanos era casi inexistente. Mientras hundía el cepillo con más bronca en la taza sacó de un recoveco un pedazo de mierda seca. Que apropiado, pensó. "Va a tono con mí vida de mierda". Esa casa le pertenecía a una changer loba ejecutiva del pack Summer. California se dividía al norte y noreste por la manada de lobos Summer y al sur por las panteras del pack Falcone. Y los humanos pululaban lamiendo botas por allí y por allá. Había muy pocos humanos ricos, la mayoría eran pobres o de clase media baja y servían a los packs que manejaban el mundo. Los pocos humanos ricos que había , estaban asociados con las manadas y de alguna forma también subordinados a éstas. Cada país tenía un primer ministro elegido por el consejo changer. Cada consejo changer, a su vez, estaba compuesto por los alphas que manejaban las manadas de cada país. Los humanos no tenían ni voz ni voto en lo que refería a las personas que manejaban la política que digitaba el mundo, y por ende sus vidas. Siempre le había parecido sumamente injusto a Ada pero así era la vida. Suspiró mientras pasaba el cepillo por última vez. — ¿Terminaste Ada? — gritó su madre desde la sala. — ¡Estoy finalizando!!! — respondió con otro grito. Su madre entró con el balde para reprenderla. Era una mujer de cabello castaño por arriba de los hombros, ojos grises y regordeta. Aunque tenía 52 años tuvo una vida dura y eso se notaba en su cuerpo pues parecía más vieja. Y desde que su padre había muerto estaba peor. —¡ Apúrate que no llegamos al otro apartamento! — le dijo, alentandola. — Ahí voy, ahí voy — respondió Ada gruñendo y la luz del baño parpadeó. — ADA — Pfffff A su madre la asustaba cuando sus poderes se manifestaban pero no era algo que ella pudiera controlar a su gusto (ya quisiera ella). La primera vez que se habían manifestado sus poderes, ella era pequeña pero aún podía recordarlo, tenía unos dos años o quizá un poco menos. Estaban dando Dora La Exploradora en la vieja TV mientras su mamá estaba intentando alimentarla. Cómo no podía darle de comer ya que Ada se distraía, su madre se enojó y apagó la televisión. Y al instante volvió a encenderse. Lo hizo varias veces hasta que finalmente se dió cuenta de que era su bebé. Cuando su padre llegó le mostró horrorizada lo que ella podía hacer. Sus padres le dijeron que era preciso que escondiera sus poderes. Sus padres tenían miedo que un comando changer los visitara si se sabía que su hija tenía alguna clase de poder. Era un secreto a voces que el comando changer se deshacía de cualquiera que representara una amenaza al poder de los changers. Ya quisiera tener poder. Así se teletransportaría y robaría un banco changer. Pero no. Lo máximo que podía hacer era doblar una cuchara, tirar algo cuando estaba enfadada o hacer que la luz parpadeara. Ella no sabía ni entendía porqué tenía ese poder ni para qué podía servirle. Ni siquiera sabía si había más humanos en el mundo como ella. — Ya terminé — dijo finalmente y se levantó con dolor de cintura, se estiró en su metro 58. Ada era una joven bonita a pesar de ser pequeña. Tenía unos inusuales ojos color lavanda y el cabello de un rubio plateado natural. Igual, en ese momento, tenía el cabello en un moño desastroso, tenía ropa vieja y de segunda mano varios talles más grandes y siempre miraba para abajo para no llamar la atención. Nadie quería que un changer se fijara en ella y su novia changer la desgarrara en represalia. Eran cosas que podían pasar, y de hecho pasaban. Intentar establecer contacto visual con un changer podía ser considerado un desafío. Y eso podía llevar a la muerte. De hecho, que un humano mirara a un changer a los ojos con desafío era contra la ley. Así de sometida estaba su r**a. Ella sabía, porque sus padres le habían contado, que hubo una época cientos de años atrás donde los animales solo eran animales. Debieron quedarse así, creía ella. Claro que seguía habiendo animales no changers. La diferencia entre un changer y un animal era que los changers tenían casi el doble de tamaño que un animal de una r**a similar. — Vamos, que no llegamos Ada... — Si ma, voy voy...— Ada se sentía cansada. Se levantó a las seis y solo tomó un café. Su cutis cremoso se veía más pálido de lo normal y oscuras ojeras surcaban su cara. Ada no lo sabía en ese momento pero su día estaba a punto de empeorar.
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