Era martes por la tardecita. Ezequiel estaba escondido detrás de un árbol muy cerca de la vivienda de los hermanos Medina. Sabía que muy pronto, Isabel iría a visitar a su vecina. Si bien Horacio Aguilar le había pedido que vigilara atentamente a dicha joven, él lo hacía por placer, y no para obedecerlo. Le gustaba mucho esa muchacha. Si bien era menuda y muy delgada, tenía rasgos bonitos y un carácter muy especial. Era testaruda, osada y apasionada. Esperaba con ansias el día que Isabel abandonara a Samuel para ser él mismo quien la consolara. En ese instante, la joven Medina salió de su casa, y tocó timbre en la vivienda de los Haro. Saludó a su mejor amiga, y tuvieron un diálogo superficial, que derivó en información interesante: —¿Puedo alquilar la cabaña de tu tía el viernes por

