La hija rebelde
La casa de los Linares siempre había sido un reflejo de la disciplina militar. Cada mañana, el exgeneral Lisandro Linares leía el periódico en el mismo sillón de cuero desgastado, mientras la radio reproducía las noticias del día. Mariana, su esposa, supervisaba la cocina con una eficiencia digna de una estratega. Pero esa mañana, el orden se rompió.
—Papá, he tomado una decisión —dijo Erin, irguiéndose con valentía frente a la mesa del desayuno.
Sus hermanos mayores, Esteban y Lucas, ambos militares de carrera, se detuvieron a medio bocado y la miraron con una mezcla de sorpresa y expectación. Lisandro dejó el periódico con calma estudiada, pero el leve fruncir de su ceño delataba su incomodidad.
—Quiero ingresar a la academia militar.--- dijo Erin
Un silencio pesado cayó sobre la habitación. El único sonido era el tictac del reloj de pared. Mariana dejó caer una cuchara sobre la encimera y giró hacia su hija con una sonrisa tensa.
—Erin, cariño, no bromees con cosas así.--- dijo su madre con aparente calma
—No es una broma, mamá. Lo he pensado mucho. Quiero seguir los pasos de papá y de mis hermanos.--- respondió Erin
Lisandro inclinó la cabeza, analizando a su hija como si fuera una recluta frente a él.
—¿Por qué ahora? —preguntó con voz grave.
—Porque siempre lo he querido, pero nunca me atreví a decirlo. Pensé que no me tomarían en serio —confesó Erin, sintiendo cómo su corazón latía con fuerza.
Lucas soltó una carcajada incrédula.
—Erin, esto no es un capricho. La academia no es un lugar para...---
—¿Para mujeres? —interrumpió Erin, levantando la barbilla.
Esteban alzó una mano para calmarla.
—No quiso decir eso. Solo que no es fácil. Es un compromiso para toda la vida.--- dijo Esteban en tono calmado
—Y estoy lista para asumirlo —dijo ella, mirando directamente a su padre.
Lisandro la observó en silencio por un largo momento. Finalmente, asintió.
—Si estás decidida, tendrás que demostrarlo.--- la voz de Lisandro era calmada.
Mariana, sin embargo, no estaba dispuesta a ceder tan fácilmente.
—¡Lisandro! ¿Cómo puedes siquiera considerar esto? Erin no está hecha para esa vida. Ella debería casarse, tener una familia...--- dice Mariana nerviosa
—¿Casarme? —replicó Erin, incrédula.
—Sí. Y tengo una idea al respecto —dijo Mariana, recuperando su postura.
Erin sintió un escalofrío. Su madre siempre tenía ideas.
—Hablaré con Stifler Montesano —continuó Mariana. —Su hijo Marcos es un muchacho ejemplar, y nuestras familias se conocen desde siempre.--- dijo Mariana apurada
—Mamá, no estoy interesada en casarme con un desconocido —dijo Erin, tratando de mantener la calma.
—No es un desconocido —replicó Mariana, con una sonrisa que no llegaba a sus ojos. —Es un buen hombre, y ustedes harían una pareja perfecta.---
Lisandro frunció el ceño, pero no dijo nada. Erin sabía que el silencio de su padre era una aprobación tácita.
—Esto no es justo —murmuró Erin, sintiendo cómo la rabia se acumulaba en su pecho.
—La vida rara vez lo es —respondió Mariana con frialdad.
Esa noche, mientras Erin miraba el uniforme de su padre colgado en la pared del despacho, una sola idea se repetía en su mente, No voy a rendirme, no me casaré.
Esa noche, cuando la casa quedó en silencio y la familia se retiró a descansar, Mariana se dirigió al estudio de Lisandro, donde Esteban repasaba unos documentos militares. Su primogénito siempre había sido el más razonable, el más dispuesto a cumplir sus deseos sin cuestionar.
—¿Tienes un momento, hijo? —preguntó Mariana, entrando con una taza de té en las manos.
Esteban levantó la vista y asintió, dejando los papeles a un lado.
—Claro, mamá. ¿Todo bien?--- dijo Esteban
—Eso espero. Necesito que hables con tu hermana.--- respondió Mariana
Esteban arqueó una ceja.
—¿Sobre qué?,--- pregunto mirando a su madre analizando cada gesto, en eso se parecía mucho a su padre.
Mariana cerró la puerta detrás de ella, como si el simple acto de aislarse garantizara la privacidad de la conversación.
—Sobre la boda.--- dijo Mariana su tono seco.
—¿Qué boda? —preguntó él, desconcertado.
—La que estoy organizando con los Montesano. Marcos es un buen muchacho, y esta unión beneficiará a ambas familias. Pero ya conoces a Erin... Siempre tan terca. Necesito que la hagas entrar en razón. Ella te escucha,---- dice Mariana
Esteban se recostó en la silla, observando a su madre con cuidado.
—¿Estás segura de que esto es lo mejor para ella?, --- preguntó con duda Esteban
—Por supuesto. Erin no tiene idea de lo que es bueno para su futuro. Cree que puede sobrevivir en ese mundo militar, pero sabes tan bien como yo que no durará. La vida de una mujer está en el hogar, con una familia.--- respondió Mariana
—Mamá, Erin no es como tú. Siempre ha sido diferente.--- dice Esteban
—Precisamente por eso te necesito —insistió Mariana, su voz teñida de urgencia. —Eres su hermano mayor. Ella te respeta. Si le hablas desde el corazón, entenderá que este matrimonio es su mejor opción.---
Esteban suspiró, pasándose una mano por el cabello corto.
—No sé, mamá. Convencer a Erin nunca ha sido fácil.--- respondió Esteban
—Hazlo por mí, por tu familia. Si ella sigue con esa absurda idea de la academia, se va a destruir.--- dice Mariana
La mirada de Mariana se suavizó, y colocó una mano sobre la de su hijo.
—Eres su modelo a seguir. Si tú se lo dices, lo aceptará.---
Esteban dudó por un momento, pero finalmente asintió.
—Hablaré con ella.--- dijo Esteban, su tono de voz resignado.
Mariana sonrió, satisfecha.
—Gracias, hijo. Sabía que podía contar contigo.---
Cuando Mariana salió del despacho, Esteban se quedó solo, mirando la puerta cerrada. Algo en su pecho le decía que esto no terminaría bien, pero su lealtad hacia su madre siempre había pesado más que sus dudas.
Esteban conocía lo terca que era su hermana menor, pese a todos los esfuerzos de su madre, para que Erin sea una señorita de sociedad, fueron en vano. Ya que Erin prefería hacer todo lo contrario.
Recuerda a su pequeña hermana siendo arrastrada por su madre a clases de balet, piano. Pero Erin es de espíritu libre, siempre se ingeniaba para escapar e ir a las clases de esgrima, equitación, arqueria, karate.
una sonrisa aparece en el rostro de Esteban al recordar ese día, cuando apareció vestida con su traje de karate, y un labio partido, a su madre casi le da un infarto.
Erin nunca hizo lo que su madre quería, para Mariana, era la hija rebelde, mientras que su hermana disfrutaba ver a su madre hacer rabieta por todo.
Cuando intento enseñarle a cocinar y Erin casi enciende fuego la casa, ni hablar de la jardinera, su madre no se rendía fácilmente, pero simplemente Erin no estaba hecha para las tareas domestica.
Era feliz rodeada de tanques militares, su habitación estaba pintada de verde, con póster y todo relacionado al ejército, algo que para Mariana era inaudito.
Mirando por la ventana que da al jardín Esteban suspira profundo, porque sabe que no será fácil convencer a su hermana, que esa boda es lo mejor para ella, y no la academia militar. Esteban es un teniente reconocido, su carrera empieza a surgir, su especialidad es franco tirador, el mejor de su generación.
Lucas el hermano del medio es alférez, se graduó como piloto, puede volar cualquier cosa que tenga alas, como su hermano fue el mejor cadete, llevando nuevamente el apellido Linares a ser reconocido como la mejor genética de militares.
Erin creció rodeada de las historias de su abuelo el ex General cinco estrellas Gregor Linares, un héroe por salvar a su batallón en guerra.