capítulo 10el pequeño delfín
Luego de ese día, el pequeño delfín nos acompañó siempre. Para todos los lugares donde íbamos, él iba con nosotros. Se había vuelto nuestro amigo; no se separaba nunca de nosotros. Mi amiga Selena pudo curar su herida: la sanó con sus lágrimas. El delfín, en agradecimiento, se quedó junto a nosotros y fue nuestro mejor amigo. Incluso iba al colegio junto con nosotros.
Yo me sentía feliz. Un nuevo amigo y compañero nadaba por todo el arrecife junto a nosotros. Nos hicimos amigos inseparables.
Esa noche vino el joven tripulante, y le presenté a mi nuevo amigo. Mis hermanas y mi tía lo conocieron. Fue bonito.
Él se volvió especial para Selena y para mí. Esa noche, el joven tripulante vino a saludar y a ver cómo estaba yo, ya que tenía días sin visitarme.
Me puse a nadar junto a mi amiga Selena, el delfín y Andrés. Yo, por mi parte, no dejaba de mirar esos lindos ojos que me tenían enamorada. Mientras recorría el mar junto a él, me tomó la mano. Cada gesto suyo me permitía soñar con un futuro juntos.
Yo sabía que era imposible… Él no decía nada. Mi amiga iba delante; nosotros íbamos atrás.
Ella iba con el pequeño delfín, el cual no dejaba de darle las gracias ni de nadar junto a ella.
Así fue como corrimos, como un par de niñas traviesas, junto al mar. Contemplamos la noche todos juntos hasta después de las doce. Luego, Andrés me acompañó a casa. Yo le di un beso en la mejilla y nos despedimos.
Después, él zarpó en su nave. No volví a verlo, ya que tenía que viajar al otro lado. Y fue así como casi me vuelvo loca por no saber nada de él. Tiempo después, recibí una correspondencia: una carta de parte suya.
Quiero decirte que estoy viajando al otro lado por órdenes de trabajo, pero vuelvo pronto.
Tu amigo, Andrés.
La leí y lloré mucho. Me daba miedo que no volviera.
Duré noches sin salir. Casi no comía ni dormía. Solo iba a mis clases y regresaba a mi cuarto, encerrada.
Fue así como mi tía me preguntó:
—¿Qué tienes, hija? ¿Qué te pasa? No estés triste. Él volverá, te lo ha dicho. Así que ánimo.
—Es que me da miedo que se aleje de mí —respondí a mi tía—. Me da miedo.
—No lo hará. Confía en él. Ya, arriba ese ánimo. Te preparé sopa, como te gusta.
—Gracias, tía querida. ¿Qué haría sin ti?
Luego de tomar mi sopa, me quedé dormida hasta la mañana siguiente.
Amaneció. Mi amiga vino a verme.
—Tu tía me llamó al celular —me dijo—. Me dijo que no estabas bien.
—No es nada… es Andrés. Se fue, y me llegó esta carta.
—Pero dice que regresa pronto. Confía en él. Arréglate. Saldremos a dar una vuelta con el delfín. Sabes que te quiero, y no dejaré que te deprimas
_No permitiré que caigas en depresión eres mi amiga y te quiero.