Capítulo 4

1450 Words
El recuerdo la atravesó como un rayo. Un temblor involuntario recorrió su cuerpo. Aterrada, depositó a la bebé en la cuna y se dio vuelta de inmediato, tratando desesperadamente de abotonarse la ropa con manos temblorosas. La mirada de Adrián Moretti era fría, y no mostraba la menor intención de apartarse. Observó cómo los dedos delgados de Aria temblaban mientras intentaba abotonarse la ropa. No sabía si era por nerviosismo o miedo. Le tomó un buen rato lograr cerrar el primer botón. Él, lejos de apartar la mirada, se inclinó con descaro. —Me preocupa —dijo con voz baja— que mi sobrina se ensucie la boca con leche materna envuelta en ropa tan barata. El rostro de Aria se encendió de indignación. —Yo también temo por tus ojos —respondió entre dientes—. Aparta la vista, no vaya a ser que un día estén tan sucios que ni siquiera puedas ver el mundo. Era la primera vez que una mujer le hablaba así. Adrián le sujetó la mandíbula con dos dedos y le levantó el rostro. —¿Eso ha sido una maldición hacia mí? —preguntó con una sonrisa ladeada. Sus caras estaban tan cerca que sus narices casi se rozaban. Su aliento cálido caía sobre la piel de Aria mientras él hablaba. Solo entonces ella pudo ver claramente su rostro. Ojos profundos, labios finos, nariz recta, un perfil tan perfecto que superaba al de cualquier celebridad. Aria había creído que Dereck Moretti era guapo… pero este hombre era incluso más impresionante. Sin embargo, cada palabra que salía de su boca era insoportablemente arrogante. —¿Te desnudas el pecho y culpas a otros por verlo? —se burló—. En esta casa he visto a muchas mujeres usando ese truco para seducir a los hombres de la familia. Aria ignoró su comentario. Apartó su mano con firmeza y volvió su atención hacia la bebé. La pequeña había quedado sin terminar de comer y ahora lloraba con desesperación. Adrián las miró a ambas. —¿Puedes terminar? —preguntó con una ceja alzada. Aria se puso roja de ira. —¡Por favor, lárgate! —exclamó. Este hombre tenía un carácter podrido hasta la médula. Adrián, por supuesto, habría salido… pero debía cumplir con la tarea que le asignó su padre: ver a la hija de Dereck. Mientras la bebé estuviera a la vista, su misión se consideraba cumplida. Se acercó para tomarla, intentando levantar la mantita. Aria se sobresaltó. Había escuchado que los dos hijos del señor Moretti no compartían madre, y que su relación era tensa. Y este hombre… parecían sobrarle la crueldad y el descaro. ¿Quién sabía de lo que sería capaz? Instintivamente, protegió a la bebé, tomándola en brazos con rapidez. El movimiento fue tan brusco que terminó atrapando la ropa de la niña… y la camiseta abierta de Aria. La mano de Adrián quedó enterrada entre su pecho, cálida y suave. —No toques a la bebé —le advirtió Aria con frialdad—. Si quieres verla, vendrás mañana. Adrián apretó los labios. —Eres sorprendentemente leal al señor Dereck para ser nueva —comentó con malicia. Su mirada descendió a su pecho, como si evaluara algo más que su carácter. —Aunque me pregunto si esa lealtad oculta otras intenciones. Aria comprendió al instante la insinuación: él creía que estaba intentando seducir a alguien de la familia. —Puedes estar seguro de algo —respondió con frialdad—: aun si tuviera motivos ocultos, estos trucos jamás los usaría contigo. Abrazó con más fuerza a la bebé, sus ojos llenos de una mezcla de miedo y determinación. —Ahora, por favor, vete. O llamaré a alguien. Adrián sonrió, satisfecho. —Para que me vaya, deberías soltarme primero —dijo tranquilamente. Solo entonces Aria se dio cuenta de que él aún tenía la mano atrapada entre su pecho y la manta del bebé. Avergonzada, aflojó el agarre lo suficiente para que él pudiera retirarla. Adrián retiró lentamente la mano, y las yemas de sus dedos rozaron su piel en el proceso. Suave. Cálida. Peligrosamente adictiva. Pero Aria no tuvo tiempo de procesarlo; la bebé lloraba tan fuerte que su corazón se rompía. Colocó a la niña en la cuna e intentó apartarlo empujándolo con ambas manos, aunque para él apenas era un roce divertido. Adrián soltó una leve risa. Si hubiera querido quedarse, ni toda la fuerza de Aria podría haberlo movido. Pero tampoco deseaba tocar a la criatura que Dereck había traído al mundo. Después de luchar para despedir a Adrián, Aria cerró la puerta con rapidez. Tomó a la bebé de nuevo y se desabotonó la ropa para continuar alimentándola. Pero antes de que pudiera calmar sus gritos, unos pasos apresurados resonaron en el pasillo. La puerta se abrió de golpe: Zoe Adams entró con impaciencia. La bebé lloraba tan fuerte que no solo Zoe se había despertado; Emma también llegó enseguida. Dereck Moretti se acercó detrás de ellas y frunció el ceño. —¿Qué sucede? ¿Por qué sigue llorando? —En este momento… —intentó decir Aria, pero Zoe la interrumpió de inmediato con irritación. —¡Qué ruidosa! ¿Así es como cuidas a mi hija? ¡Si no puedes hacerlo, vete de una vez! Emma añadió, con aire acusador: —La bebé ha llorado toda la noche. Si se lastima la garganta, ¿puedes pagar por eso? Aria intentó explicar: —Está llorando porque tiene hambre. Estaba por darle de comer, pero alguien entró y… —Ese hombre ya se fue —la interrumpió Zoe—. Entonces ¿por qué sigue llorando? Aria abrió la boca para continuar, pero se quedó sin palabras. No podía amamantar a la niña frente a todos, y la bebé lloraba por hambre, no por capricho. Emma, aprovechando la tensión, añadió con burla: —¿Y quién vendría tan tarde? Seguro es tu excusa para ser holgazana. Las palabras encendieron aún más la furia de Zoe. Ella ya estaba resentida desde la tarde, cuando Dereck defendió a Aria. Ahora, con nuevos y viejos rencores acumulados, su paciencia estalló. Zoe se acercó sin importarle que Aria sostuviera al bebé y le soltó una bofetada sin previo aviso. Aria, desprevenida, tropezó hacia atrás. Casi dejó caer a la bebé. Afortunadamente, Dereck dio un paso adelante y sostuvo a ambas, estabilizándolas con sus manos firmes. —¿Estás bien? —preguntó, su palma cálida sosteniéndola por la cintura, atravesando incluso las capas de tela. Aria afirmó con un leve movimiento de cabeza. —Estoy bien… Dereck solo le había dado un pequeño apoyo, pero para Zoe fue una provocación imperdonable. ¡Estaba protegiendo a esa niñera otra vez! ¿Olvidaba acaso que ella era la señora Moretti? Fuera de sí, Zoe levantó la mano para golpearla de nuevo. Esta vez, Dereck reaccionó al instante. Rodeó a Aria con un brazo para protegerla. La posición era casi un abrazo. Zoe no alcanzó a detener el golpe, y sus uñas arañaron la mejilla de Dereck, dejando una línea roja. El silencio cayó como un golpe en la habitación. Aria quedó paralizada. Emma contuvo la respiración. Dereck llevó los dedos a su mejilla arañada. Su voz salió fría como acero. —Zoe Adams. Estás loca. Zoe perdió completamente la razón. —¡¿De verdad preferiste que yo te lastimara solo por proteger a esa niñera?! ¿La quieres para ti? ¿Quieres tenerla como amante? —dijo tironeando su ropa como si quisiera desgarrarla—. ¡Respóndeme, Dereck! ¿Es eso lo que quieres? Dereck la miró fijamente. La paciencia en sus ojos desaparecía segundo a segundo. Zoe, incapaz de controlarse, continuó: —¡Lo sabía! ¡Estas mujeres jóvenes que amamantan a los hijos de otras nunca son chicas decentes! ¡Debí haber insistido en despedirla hoy! ¡Así no te seduciría! —¡Ya basta, Zoe! —tronó Dereck. Su voz profunda cortó el aire. Su rostro estaba tenso, conteniendo con dificultad su furia. —Te voy a dar una última oportunidad. Son las once y media. Si no te vas a dormir, alguien más lo hará. Sigue con tus escándalos y haré que la familia Adams te lleve de regreso… para que te calmes un tiempo. Zoe se congeló. Ser enviada a la casa de sus padres, después de dos años de matrimonio, sería una humillación absoluta. Sabía que allí no la tratarían bien. Con el rostro lívido, murmuró: —Emma, vámonos. Emma miró la expresión oscurecida de Dereck y luego a Aria. Aunque Dereck solía ser difícil de leer, rara vez perdía el control así. Y esta vez, perdió la paciencia… por una niñera.
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