11 años atrás.
Delia se encontraba en la cocina preparando el desayuno para su pequeña hija, mientras esperaba con evidente preocupación en su rostro la llegada de su marido, quien no había ido a dormir.
Miró el reloj por quinta vez en la mañana, este actualmente marcaba las 5:00 am, al terminar de preparar el desayuno salió de la cocina con dirección al cuarto de su hija, subió la escalera con cuidado; una vez que llego a la puerta, la abrió despacio para no asustar a su hija, quien dormía acurrucada entre las sabanas violetas que más le gustaban, al ver tal escena y apreciar el rostro sereno de su hija, sonrió con ternura.
De a poco se fue acercando a la niña y depositó un cálido beso en su frente. –Cariño despierta, hoy es tu primer día. -Susurró en su oído.
La pequeña se removió y fue abriendo sus ojos con dificultad por la luz natural que se filtraba por las cortinas, de inmediato al procesar lo dicho por su madre se incorporó lanzándose a los brazos de ella, quien con gusto la acogió en sus brazos. –Si mami hoy por fin será mi primer día de clases. -Gritó de emoción con una gran sonrisa que dejaba ver todos sus dientes.
Delia oyó el ruido de la puerta principal abrirse y sabia de quien se trataba, dejo a su hija en la cama nuevamente. –Ada ve a prepararte y luego baja para desayunar, sí? -La pequeña asintió repetidas veces y salió corriendo hacia el baño, mientras tanto ella se encaminaba a la planta baja.
–Cielo, ¿te encuentras bien? -Le preguntó al hombre castaño que se encontraba de espaldas en el lava manos, al no obtener una respuesta de su parte se acercó y al hacerlo vio como sus nudillos se encontraban lastimados, con rastros de sangre y suciedad, sin darse cuenta, dejo escapar un pequeño grito de horror, al percatarse de esto cubrió su boca con ambas manos.
–No te espantes, sabes que tengo que ensuciarme las manos en mi trabajo, aceptaste casarte conmigo aun sabiendo eso. -Dijo de forma seca.
Al oír las palabras crudas de su marido sus ojos se cristalizaron y un nudo en su garganta se formó. –Lo se y lo acepté porque te amo. -Dijo con un hilo de voz. –Pero entiende, todo esto es nuevo para mi y me duele verte lastimado, lo siento, pero aun no me acostumbro a todo esto. -A gachó la cabeza y continuo. –Por favor no dejes que Ada te vea así, recuerda que solo tiene seis años.
Paul terminó de limpiar sus manos y se acercó a su esposa con arrepentimiento por las palabras dichas, levantó con delicadeza el rostro para poder verle a los ojos. –No te disculpes cariño, el que lo tiene que hacer soy yo. -Hizo una pausa y continuo. –Lo siento, intentaré ser mas cuidadoso. -Le aseguró. –Iré a limpiar mis heridas y a darme un baño. -Le informó y antes de salir de la cocina le dio un corto, pero cálido beso en los labios a su esposa, no quería que Ada lo viera con la ropa manchada de sangre ajena, porque después de todo sabía que Delia tenía toda la razón, así que intentó no hacer ruido para no llamar la atención de la pequeña, pero lamentablemente el plan de Paul no funcionó, ya que en el pasillo que conducía a su cuarto se cruzó con Ada quien salía del baño dando pequeños saltos.
Ada al ver a su padre corrió hacia él. –Papá. -Gritó para llamar su atención, mientras extendía sus pequeños brazos para que este la cargara, su padre con miedo en sus ojos lo hizo.
Ada miró con curiosidad el estado en el que se encontraba su padre. –¿Papi, comiste un sándwich? -Preguntó con inocencia.
Su padre la miró confundido por su repentina pregunta. –¿Por qué lo preguntas cielo? -Dijo mientras le regalaba una sonrisa sin dientes.
Con mucha inocencia Ada respondió. –Por que tienes kétchup en la ropa papi. -Dijo mientras reía por lo bajo y observaba las pequeñas gotas rojas en su camisa.
Su padre volvió a sonreírle. –Claro cielo, sabes lo delicioso que es el sándwich con mucho kétchup. -Mintió.
–Si papi es muy delicioso. -le aseguró.
–¿Estas preparada para tu primer día? -Le preguntó a la pequeña, quien asintió repetidas veces mostrando su gran entusiasmo.
–¿Vendrás conmigo y mamá? -Preguntó con ilusión en sus ojos.
–Si, no me lo perdería por nada en el mundo. -Le aseguró. –Además, hoy quiero presentarte a unos amigos.-Ada asintió. –Bien Ada, ahora ve a desayunar. -Le ordenó, mientras la bajaba de sus brazos y comenzaba a caminar, al igual que la pequeña bajaba las escaleras dando saltos en cada escalón.
Una vez abajo se encontró con su madre, quien la esperaba con el desayuno listo, ambas desayunaron juntas y luego de un rato se unió su padre. En cuanto los tres estuvieron listos, salieron en camino al instituto.
Ada estuvo todo el camino tranquila observando la ventana, mientras sus padres intercambiaban una que otra palabra, al llegar los tres bajaron del coche y comenzaron a caminar a la entrada del establecimiento. Ada estaba encantada por la cantidad de colores y dibujos que decoraban la pared externa del instituto. En ese momento Paul reconoció el auto de su amigo, quien se encontraba estacionando el auto cerca del suyo, les pidió a su hija y esposa que esperaran a su amigo.
Paul se acercó a su hija. –Es hora de presentarte a mis amigos Ada.
Ada observó detenidamente a las tres personas que bajaban del auto, el primero en aparecer en su campo de vista fue un hombre que lucia muy elegante vistiendo un traje n***o clásico, era quizás un poco mas alto que su padre, sin duda era un hombre aun joven, ya que en su cabellera castaña no se veía la presencia de ninguna cana, la segunda persona en aparecer fue una mujer muy bonita con un cabello muy rubio y largo, pero eso no fue lo que mas le llamó la atención, Ada se sintió encantada por los ojos verdes que poseía esta mujer, eran aun mas bonitos que los ojos celestes de su madre. La última, pero no menos importante, un niño con una sonrisa deslumbrante, llena de felicidad, tanta que Ada no puedo evitar sonreír al verlo, los ojos avellanas del niño capturaron los de Ada al instante, creando un leve sonrojo en las mejillas de ambos.
–Buenos días Paul. -Saludó Vince con entusiasmo en su voz y estirando su mano en dirección a Paul.
Paul le devolvió el saludo estrechando su mano. –Vince ella es mi esposa Delia y mi hija Ada. -Presentó a su familia con orgullo.
–Es un gusto conocerlas por fin. -Dijo y se agachó a la altura de la pequeña. –Hola Ada, soy Vince. -Ada musitó un leve “Hola” con evidente timidez en su voz. Vince le regaló una agradable sonrisa y se acerco a su hijo. –El es mi hijo Alex, serán compañeros de clases este año. -Le informó a la pequeña. –Y ella es mi esposa Nadelyn. -La presentó mientras se ponía de pie nuevamente.
–El gusto es nuestro. -Habló Delia mientras se acercaba a Nadelyn, para saludarla con un beso en la mejilla, y luego se acerco a Alex, quien le extendió la mano, tal y como lo había hecho su padre con Paul ; Delia soltó una risita, pero aceptó su mano.
–Bien, la ceremonia de inicio está por empezar. -Informó Nadelyn. –Entramos? -Propuso, a lo que ninguno protestó y comenzaron a caminar a la entrada del instituto.
Ada se mantuvo callada durante la ceremonia, se sentía intimidada por la mirada de Alex, quien no dejaba de observarla y al mismo tiempo también se sentía incómoda por el uniforme que llevaba puesto. Mientras tanto Delia y Nadelyn se encontraban detrás de ellos intercambiando una que otra palabra.
Alex se acercó a su madre y tiró de su vestido azul para llamar su atención. –¿Mamá, donde está papá? -Su madre buscó en diferentes direcciones, pero nada.
–Debe estar afuera con el padre de Ada, ya vendrá, no te preocupes cariño. -Le aseguró su madre.
Alex volvió a sentarse junto Ada, no muy seguro de lo que le había dicho su madre, pero aun así intento confiar en su palabra.
La directora comenzó con su discurso, deseándole suerte a aquellos que hoy tendrían su primer día y felicitando a otros que llegaron a su último año.
Delia se encontraba nerviosa buscando con la mirada por toda la sala a Paul, quien se retiró con Vince afuera, sabía que nada bueno estaban haciendo.
La ceremonia estaba apuntó de terminar cuando por fin Paul y Vince entraron a la sala.
Paul llegó a su lado y la tomó de la cinturas.
Inmediatamente el rostros de Delia se tornó serio. –Donde estabas? -Interrogo.
–Estaba con Vince afuera, ya sabes hablando de cosas de hombres. -Desvió la mirada de los ojos de su esposa para dirigirlos a sus pies y Delia conocía ese gesto más que nadie, sabía a la perfección que su marido le estaba mintiendo.
–No puedo creer que solo hallas venido a la ceremonia de Ada para hacer negocios.-Dijo con indignación.
Paul abrió los ojos con evidente sorpresa, sabía que Delia tenía toda la razón, suspiró profundamente. –Quizás no lo entiendas, pero Vince puede ayudar a que seamos más reconocidos en el mundo hotelero, ambos nos dedicamos a lo mismo y juntos podemos hacer que las ganancias sean aún mejor.-Justifico.
–Ambos sabemos que ustedes dos no solo se dedican al ámbito hotelero. -Contra atacó.
–Sabes que tenemos que aparentar tener una vida común y corriente.-Le recordó.
Delia abrió la boca para hablar, pero esta fue interrumpida por Ada. -Mami, porque luces tan enojada?
Ambos estuvieron tan concentrados discutiendo que se olvidaron por completo de que la pequeña estaba cerca de ellos, Delia suspiró y de agachó a la altura de su hija. –No lo estoy cielo, solo le decía a tu padre lo mucho que me duele la cabeza por el terrible calor que hace aquí dentro.
Ada no creía nada de lo que le decía su madre, no era tonta, sabía que le estaba mintiendo, pero solo por esta vez lo dejaría pasar, no quería que su primer día fuese arruinado.
–Ya es hora de que entres a clases. -Informó.
Su madre colocó su mochila morada sobre sus hombros. –Bien cielo, espero que te vaya muy bien. -Le dijo su madre mientras depositaba un beso en su frente.
Su padre se agachó, también a su altura y tiró de sus cachetes. –Has muchos amigos. -Soltó sus cachetes dejando una pequeña marca roja. –Pórtate bien, suerte. -Dijo antes de estrechar a su hija en un cálido abrazo.
Ada observo de reojo como los padres de Alex también se despedían de el, mientras se encaminaba a hacer la fila con sus nuevos compañeros.
Al llegar al aulas, visualizó los colores de está. Eran de color amarillo pastel, decorado con flores por doquier, debido a que se encontraban en primavera, buscó un asiento junto a la ventana que daba al patio, para su suerte había un lugar justo al final de la última fila, se sentó contenta por haber conseguido el lugar que quería, pero esa felicidad fue derrumbada cuando vio a Alex acercándose a su lugar.
–Puedo sentarme aquí? -Preguntó con una pequeña sonrisa, mostrando su evidente timidez.
Ada visualizó el aula y todavía quedaban lugares vacíos, no era que le cayera mal Alex, pero no lo conocía bien, y aunque parecía ser simpático, había algo en él que la ponía incómoda, pero su sonrisa le daba algo de seguridad. Lo pensó mejor y prefirió no ser descortés y le respondió con un leve “Si”, además ella no quería pasar todo el año sentada sola, prefería a Alex que era la única cara conocida que veía en el lugar.
Alex se sentó a su lado con una pequeña sonrisa de agradecimiento en sus labios, quizás le parecería extraño su actitud de hace rato, pero por alguna extraña razón Ada le llamaba mucho la atención, aunque no le gustaba, pero le parecía una persona interesante.
–Bienvenidos alumnos de primer año, mí nombre es Stella y este año seré su maestra. -Se presentó.
Ambos comenzaron a sacar sus útiles escolares, mientras escuchaban como se presentaba su maestra.
–Espero que entré todos podamos entablar una relación de confianzas y podamos llevarnos bien, cada año asignó colores para cada asignatura, así podremos ser más prolijos, deben tener un cuaderno de color rojo para matemática, otro azul para literatura, amarillo para…. -Siguió explicando la maestra, pero Ada dejó de escuchar hace rato, su atención ahora era dirigida al patio lleno de árboles y flores de colores, lo único que ansiaba en hacer era salir al recreo para recorrer el patio.
A su lado Alex se encontraba organizando sus cuadernos de colores, tal y como lo había indicado su maestra. Luego de un rato Alex la miró a los ojos y le hizo la pregunta que había querido hacerle desde que la vio. –Crees que podremos ser amigos? -Intentando ocultar su nerviosismo, le dedicó una sonrisa sin dientes.
Ada lo observó, sorprendida por su pregunta repentina, posicionó su mano derecha en su barbilla como sí estuviese pensando muy en serio el asunto. –Ummm. -Murmuró. –Bien, pero tienes que prometerme algo.
Alex asintió y miró con atención, esperando su petición.
–Prométeme que cada mes de esta misma fecha, me darás algunos chocolates. -Sonrió con malicia, de alguna forma tenía que sacarle provecho a la situación.
–Lo prometo. -Dijo Alex con ilusión en sus ojos.