UN ENCUENTRO POCO USUAL

1524 Words
Kevin Jones, llega a México sin avisar. Se hospeda en un hotel de la ciudad, a unas cuantas horas del rancho, el Águila, está enojado y ansioso, no quiere ir al cumpleaños, mira la carta de Karina y se frustra. Se pone de pie, saca un cigarrillo, recordando a su novia amada, ¿por qué le ha hecho eso? Tiene muchas preguntas sin respuestas. —¿Qué hago aquí? No deseo ir a esa fiesta infantil, no me agrada estar aquí, el olor a rancho me frustra. ¡¡Maldición!! Se queda meditando en ir o regresar a su país, al recordar la traición apaga el cigarrillo, mira la hora y está a tiempo de llegar hasta el rancho. Se viste y contrata un coche para movilizarse. Mientras conduce, mira el regalo que preparó para la joven, era una costumbre regalarle un peluche, sin importar que fuera. Kevin mira el rancho a la distancia, las luces son de colores, sonríe de medio lado, ya se lo imaginaba, “qué aburrido” dijo entre sí. Al aparcar su auto escucho la música a los lejos, no era la música infantil de siempre. A su encuentro salió Emilio, el padre de Karina. —Kevin. ¡¡Estás aquí!! Pasa por favor, me hubieras llamado, yo personalmente hubiera ido por ti. —No quise molestar. Recordaba el camino. —¿Trajiste tus maletas? —Las dejé en el hotel, allá me estaré quedando. —¿Por qué? —No quiero molestar. —¿Cómo crees? Ni digas eso, Karina se pondrá muy feliz de verte, siempre preguntaba por ti en cada cumpleaños y se ponía triste cuando no aparecías. —Ella es una chiquilla mimada, no soy tan importante. —No digas eso, para nosotros eres muy relevante. Y si es cierto, Karina está bien consentida, pero es nuestra bebé, queremos lo mejor para ella. Kevin se sintió abrumado por la vergüenza, sus palabras, pronunciadas sin pensar, habían ofendido a un padre que daría todo por su hija. Se adentró en el rancho, donde la música vibrante de la juventud llenaba el aire en un salón majestuoso. Emilio, su anfitrión, lo dejó solo para que explorara la fiesta a su ritmo. Tomó una copa de vino que un camarero estaba repartiendo. Al probarlo, notó que era un vino de excelente calidad, algo que no había experimentado en las fiestas anteriores. Se dejó llevar por el ritmo de la música, moviendo su cabeza al compás mientras se sentaba en una de las mesas vacías. Observaba a las parejas jóvenes bailar, disfrutando del buen vino y del ambiente festivo. Aunque su mirada vagaba por el salón, no buscaba a Karina. De hecho, prefería evitarla. Karina, con su charla incesante, podía ser bastante fastidiosa. A pesar de su juventud, Kevin prefería la tranquilidad de su soledad y la compañía de su copa de vino. Él, sentado y mirando a su alrededor, miro varias jovencitas, algo nacas para su estilo, pero que esperar de jovencitas de pueblo, se dijo mentalmente. Entre las jóvenes una chica llama su atención, un cuerpo esbelto, cabello hasta la cintura, en ondas. La chica que captó la atención de Kevin destacaba entre las demás. Su cuerpo esbelto se movía con una gracia innata, como si cada gesto estuviera coreográfico. Su cabello oscuro, largo hasta la cintura, caía en ondas suaves que brillaban bajo las luces del salón. Sus ojos, oscuros y misteriosos, parecían guardar secretos insondables. Tenía una sonrisa cautivadora que iluminaba su rostro y parecía hacer que todo a su alrededor se desvaneciera. Vestía un vestido sencillo, pero elegante, que acentuaba su figura y complementaba su belleza natural. A pesar de su aparente simplicidad, había algo en ella que era innegablemente atractivo. Tal vez era su confianza, o la forma en que parecía estar completamente a gusto consigo misma. Pero lo que fuera, Kevin no pudo evitar sentirse atraído por ella. Aunque había venido a la fiesta con la intención de evitar a Karina, ahora se encontraba intrigado por esta desconocida. «Qué mujer» La chica movía sus caderas al ritmo de la música, mientras reía cómodamente a sus amigas, había rechazado a varios chicos que la invitaban a bailar, ella deseaba bailar solamente con sus amigas. Kevin sabiendo que las pueblerinas se sentirían privilegiadas de que alguien como él las sacara a bailar. Se acercó sigilosamente como un depredador a su presa, ella se movía sensualmente y él puso sus manos sobre sus caderas, ella se sobresaltó, miro de reojo a ver quién se había atrevido a poner sus sucias manos sobre su bien cuidado cuerpo. Su padre desde niña le decía constantemente que nadie del sexo opuesto debe tocarla, que él le iba a enseñar a defenderse ni quedarse callada. Emilio hizo eso porque el rancho está lleno de hombres y no todos eran de mente pura. Karina, con una reacción rápida e inesperada, agarró del brazo a su presunto acosador y, con un giro ágil, lo derribó al suelo. El impacto fue tan sorprendente que la música se detuvo abruptamente, y todos los ojos se volvieron hacia ellos. Kevin yacía en el suelo, quejándose de dolor y confusión. Solo quería disfrutar de la fiesta y de la compañía de la hermosa chica. —Hija, ¿qué has hecho? Él es Kevin, tu amigo de la infancia —dijo una voz familiar. —¿Qué? —Kevin abrió los ojos de par en par al escuchar la revelación. —¡Karina! Pide disculpas —ordenó la voz. —¿Eres Kevin? ¡Mi Kevin! —exclamó Karina, su rostro se iluminó con una sonrisa radiante. —Ese soy yo —respondió Kevin, recuperándose—. No te preocupes, fue mi culpa por sorprenderte —añadió, fingiendo reconocerla. La vergüenza lo invadió, pero decidió disimular para evitar más incomodidades. Al descubrir que Kevin es su amigo de la infancia, Karina se queda atónita por un momento. Luego, una sonrisa radiante se dibuja en su rostro. Sus ojos se iluminan con reconocimiento y alegría. —¡No puedo creerlo! —exclama, riendo—. ¡Kevin, mi viejo amigo! No te reconocí. Se disculpa por su reacción inicial y le ofrece una mano para ayudarlo a levantarse del suelo. A pesar del incidente embarazoso, parece genuinamente feliz de ver a Kevin después de tanto tiempo. La sorpresa inicial da paso a una calidez familiar, y la tensión del momento se disipa rápidamente. A partir de ese momento, la fiesta adquiere un nuevo significado para ambos. Ahora es una reunión de viejos amigos, una oportunidad para recordar viejos tiempos y hacer recuerdos. —Creciste bien, Karina. —dice Kevin, nervioso, la chica no es aquella niña parlanchina. —Tú también has cambiado mucho, te ves más guapo. —qué directa se dijo Kevin internamente. —Gracias, al contrario, tú estás hermosa. Ella se sonroja por primera vez, se lo decían todo el tiempo, pero escucharlo de él le pareció distinto. —¿Recuerdas cuando solíamos jugar en el jardín de tu casa? —pregunta Kevin, intentando aligerar la tensión. Karina sonríe, sus ojos se iluminan con el recuerdo. —Sí, y tú siempre te escondías detrás del mismo árbol. Kevin ríe, un poco avergonzado. —Era un buen escondite. Ambos comparten una risa, recordando los viejos tiempos. A pesar de los años y las circunstancias, algo en su amistad permanece inalterado. La música suena de fondo, una melodía suave que parece envolverlos en su propia burbuja. —¿Bailas? —pregunta Kevin, extendiendo su mano hacia Karina. Ella asiente, colocando su mano en la de él. Juntos, se dirigen a la pista de baile, dejando atrás las palabras no dichas y los sentimientos no expresados. Por ahora, solo importa el presente, el aquí y el ahora. Y en ese momento, todo parece perfecto. Sus amigos estaban asombrados de ver a una Karina sumisa, y que un hombre la estuviera guiando en el baile, algunos estaban celosos y otros asombrados. Los murmullos y las miradas curiosas llenaban la sala. Los amigos de Karina, acostumbrados a su espíritu independiente y fuerte, estaban sorprendidos de verla tan tranquila y sumisa en los brazos de Kevin. Algunos de los hombres presentes sentían un toque de celos, mientras que otros simplemente estaban asombrados. —¿Quién es ese tipo? —preguntó uno de ellos, un hombre alto con una barba espesa. —Es Kevin, un viejo amigo de Karina —respondió otro, sus ojos fijos en la pareja que bailaba. Mientras tanto, en la pista de baile, Karina y Kevin estaban completamente absortos en su propio mundo. La música los envolvía, y los demás parecían desvanecerse en el fondo. —Siempre fuiste una buena bailarina —dijo Kevin, su voz apenas audible por encima de la música. Karina sonrió, sus ojos brillando con felicidad. —Y tú, ¿siempre fuiste un buen líder? La noche continuó, y a pesar de las miradas y los murmullos, Karina y Kevin se mantuvieron en su burbuja, disfrutando de la música, el baile y la compañía del otro. Por un momento, todo lo demás parecía insignificante. Solo ellos importaban. Y en ese instante, todo era perfecto.
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