Karina, llena de esperanza y ambición, fue recibida con los brazos abiertos en la próspera empresa de su padrino. La magnitud del lugar la dejó asombrada, con sus pasillos llenos de empleados diligentes y un ambiente de éxito palpable en el aire. Su padrino, un hombre de gran influencia, la presentó con orgullo como su ahijada, asegurándose de que todos en la empresa la trataran con amabilidad y respeto. Una secretaria amable y paciente se tomó el tiempo para explicarle a Karina los pormenores de su nuevo rol como asistente. Cada mañana, le prometió, le proporcionaría una lista detallada de sus tareas y responsabilidades. Karina escuchó atentamente, consciente de que esta era una oportunidad dorada para aprender y crecer. —Ha comprendido, señorita. —Sí, muchas gracias. —No me agradezca

