KARINA UNA CAMPESINA CON CARACTER

1511 Words
*KARINA* Me encuentro en un torbellino de emociones, una mezcla de tristeza y emoción. La tristeza se debe a la despedida de mi familia, pero la emoción surge de la anticipación de explorar un nuevo país. Mis ojos se desvían constantemente hacia Kevin, quien ha experimentado una transformación notable. Su apariencia ha evolucionado, su voz ha adquirido un tono más grave y su vestimenta refleja una elegancia innata. La amistad que comparto con Kevin es un motivo de alegría para mí. Mis amigas, incrédulas al principio sobre mi relación con él, ahora me miran con envidia. En este momento, me encuentro sentada junto a él, lista para sumergirme en su mundo. La aventura nos espera. —¿Qué es eso en mi rostro? —Kevin me sorprendió con su pregunta. —No es nada, solo que… has cambiado mucho. —Y tú también, te has convertido en una mujer hermosa. —solté una risa estruendosa, haciendo que Kevin mire a su alrededor con cierta vergüenza. —Intenta moderar tu risa, ya no estamos en el rancho. —¡Oh, lo siento! —digo apenada. —Las cosas en la ciudad son muy diferentes. —Ya he vivido en la ciudad antes. —Si te refieres al lugar donde estudiabas, te diré que eso es un pueblo en comparación con Vancouver. —Haré mi mejor esfuerzo para adaptarme. —Lo siento, no debería haber dicho eso. Fue inapropiado de mi parte. —me está regañando Durante todo el viaje, permanecí en un silencio contemplativo. Lamentablemente, no pude disfrutar de las vistas a través de la ventana debido a la incomodidad que sentía en mi estómago. El viaje resultó ser una prueba tormentosa para mí. Mientras tanto, Kevin parecía absorto en su celular, ajeno a mi malestar. Me recordé que necesito adquirir uno de esos dispositivos. En el rancho, la falta de cobertura hacía innecesario tener un teléfono móvil. Pero ahora, en este nuevo entorno, parece ser una necesidad. La voz del piloto resonó en la cabina, anunciando que estábamos a punto de aterrizar. Intenté abrocharme el cinturón, luchando un poco con la hebilla. Mientras tanto, Kevin permanecía en silencio, su atención fija en algún punto distante. Algo parecía haberle molestado, su rostro había perdido la alegría y la calidez que solía tener en el rancho. Me pregunté si había dicho o hecho algo que pudiera haberle ofendido. Su cambio de actitud era desconcertante, y me encontré luchando con la incertidumbre. ¿Debería preguntarle qué estaba mal? ¿O debería darle espacio para procesar lo que fuera que estuviera pasando por su mente? El avión comenzó su descenso, y con él, una nueva etapa de nuestra aventura estaba a punto de comenzar. Sin embargo, la tensión entre Kevin y yo parecía ser un presagio de los desafíos que nos esperaban. A pesar de la emoción de explorar un nuevo país, no pude evitar sentir una punzada de preocupación. —Es momento de bajar. —me dice mientras toma su maleta de mano. —Por fin. —digo a suspiro. Kevin camina delante de mí con un paso apresurado, como si estuviera ansioso por hablar con alguien. Me hace un gesto para que lo espere en la zona de recogida de equipajes. Después de un rato, reaparece con un evidente mal humor. No sé qué hacer o qué decirle, su comportamiento ha cambiado tanto. Me quedo de pie, en silencio, esperando las maletas. —Por favor, lleve las maletas al auto que está estacionado enfrente —me giro y veo a un empleado del aeropuerto tomando las maletas—. Es mejor que camines con cuidado, no vayas a tropezar. —Gracias —respondo, mirando a mi alrededor. El lugar es hermoso y llamativo. Sigo a Kevin con pasos ligeros, pero no veo a mi madrina por ninguna parte. Se suponía que ella nos estaría esperando. —Kevin, ¿dónde está mi madrina? —Nos espera en casa, no se sentía bien. —Ah, entiendo. —Date prisa, tengo que pasar por mi apartamento. Nos subimos a un auto. Un joven está al volante, me mira con curiosidad, pero no dice nada. Kevin se sube en el asiento del copiloto y yo me acomodo en el asiento trasero. El auto comienza a moverse y yo me dedico a admirar las estructuras de los edificios. Las calles son hermosas. Vancouver es una ciudad encantadora, estoy segura de que me va a gustar este lugar. Mientras el paisaje urbano se despliega ante mis ojos, no puedo evitar sentir una mezcla de emoción y nerviosismo. Este es un nuevo comienzo, una nueva aventura. Pero también es un desafío, una prueba de adaptación a un entorno completamente diferente. Y aunque estoy emocionada por lo que vendrá, también siento una punzada de nostalgia por lo que dejo atrás. Pero sé que, pase lo que pase, siempre llevaré conmigo los recuerdos y las lecciones aprendidas en el rancho. Y con eso en mente, estoy lista para enfrentar lo que venga. —Karina, bájate del auto, tengo cosas que recoger en el apartamento. —Si está bien. Kevin se ve ansioso, entramos al ascensor, él se ve precipitado, el conductor es su amigo, le cuenta cosas que no entiendo, al parecer hay una mujer que está molesta, algo por el estilo, no puedo seguirles el ritmo de lo que platican. Este aparto hace que mi estómago llegue a mi garganta, en eso se abre las puertas. —Karina ven conmigo. Tienes que ayudarme en este momento.—me toma de la mano. —¿Qué pasa? —Sígueme la corriente, por favor, solamente continua con lo que te diga. —lo volteo a ver un poco perturbada. Caminamos por el pasillo, cada paso resonando con un eco siniestro. Al final, una puerta se alza, imponente y misteriosa. Kevin se detiene, su respiración se vuelve pesada y su rostro se relaja. Me mira, sus ojos brillan con una chispa traviesa. —Haz tu mejor espectáculo, mi amor —me dice, su voz es un susurro lleno de secretos. Me quedo perpleja, ¿qué está tramando Kevin? Nos detenemos frente a la puerta. Con un gesto teatral, la abre. Me toma la mano, depositando un beso suave en ella, y me sonríe de una manera que nunca había visto antes. —Bienvenida, mi amor —me dice. Estoy a punto de preguntarle sobre su extraño comportamiento cuando una mujer rubia, de belleza deslumbrante, se lanza a sus brazos. —¡Cariño, has vuelto! Te he estado esperando, me dejaste sola —dice la mujer, ignorándome por completo. —Lucrecia, suéltame —dice Kevin con una seriedad que rara vez muestra. —Mi amor, te he extrañado tanto. No tienes idea de lo triste que he estado —responde ella, aferrándose a él. —Te dije que me sueltes. ¿No te has dado cuenta de que no estoy solo? —Ah, ¿ella? No me importa. Solo te quiero a ti. —Lucrecia, aléjate. No creo que a mi novia le agrade esta situación —dice Kevin, mirándome con una expresión que me pide que le siga la corriente. —¿Quién es esta mujer? ¿Para esto me has traído aquí? —pregunta Karina, Lucrecia rompió a reír. —¿Me has cambiado por esta campesina? Esto es un chiste de mal gusto. La has escuchado hablar, es ridícula. —Lucrecia, no te burles de mi prometida —dice Kevin, su voz es firme. —Mira, cucaracha, patas flacas, no me vas a ofender. Ya oíste a mi prometido, es mejor que te vayas —le digo, mi voz es fuerte y decidida. Me ha molestado. —¿Cómo me has llamado? ¿La oíste, Kevin? Es una vulgar. ¿Cómo te atreves a juntarte con este tipo de personas? La tensión en la habitación se intensifica, cada mirada y gesto cargado de desafío. Lucrecia, con su elegante vestido y su actitud arrogante, parece una reina en su trono, pero no voy a dejar que me intimide. Después de todo, Kevin es mi prometido, aunque solo sea de mentira. Me gusta jugar el papel de la novia tóxica, tal como las protagonistas de las novelas que solía ver en la ciudad de México. Es un juego peligroso, pero emocionante. Lucrecia se acerca a mí, sus ojos llenos de desprecio. Pero antes de que pueda decir algo, Kevin se interpone entre nosotras. —Basta, Lucrecia —dice Kevin, su voz es firme y decidida—. Karina es mi prometida, y te agradecería que la trataras con el respeto que se merece. —Lucrecia se ríe, una risa fría y despectiva. —¿Respeto? ¿Por esta campesina? —Sí, respeto —insiste Kevin—. Porque a diferencia de ti, Karina me es fiel. —Ah, de eso se trata, está bien, lo explicaré, con la persona que me fui era mi primo que vive en el extranjero. —¡Tu primo! —al parecer aquí hubo un malentendido. —Mi amor, yo nunca te dejaría por nadie, ese es un malentendido.
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