Lucrecia, con una confianza inquebrantable, se acomodó como la heroína de la historia. Saludó al personaje que estaba complicando la vida de Kevin, aunque su presencia no le resultó agradable —Hola, señor Frederick, que gusto verle de nuevo, reciba saludos de mi padre. —Lucrecia, que gusto en verte, tengo años de no ver a tu padre, ¿qué sorpresa es esta? —Escuche del problema, y vine porque mi prometido estaba en aprietos, pero no sabía que era usted, eso me facilita mi pedido, por favor, acepte el cambio que le ofrece mi novio, hágalo por nosotros. —¡Dios! Es que no me ha gustado la falta de profesionalismo. Después de meditarlo un momento el hombre cedió, Kevin suspiro aliviado, era mucho dinero en juego. El hombre se despide con el nuevo contrato. —Gracias, te debo una. —No me de

