UNA NOVIA CON POLIAMOR

1520 Words
El cabello oscuro de Karina caía en ondas suaves sobre sus hombros, y sus ojos reflejaban la profundidad de sus sueños y aspiraciones. Pero no eran los cumplidos superficiales lo que buscaba. No, ella quería algo más significativo. Anhelaba una conexión como la que había tenido con Kevin, una amistad que trascendiera las risas y los momentos compartidos. En su búsqueda, Karina exploró los rincones de su pequeña ciudad, Zacatecas, con una mezcla de esperanza y determinación. Las calles empedradas y las plazas históricas se convirtieron en su telón de fondo mientras se cruzaba con personas de diferentes edades y orígenes. Algunas eran amables, otras indiferentes, pero ninguna parecía llenar el espacio que Kevin había dejado atrás. Un día, mientras paseaba por el mercado local, Karina se encontró con Miguel, un joven artesano que tallaba figuras de madera. Sus manos hábiles y su sonrisa sincera la atrajeron de inmediato. Se detuvo frente a su puesto y admiró las esculturas detalladas: aves en vuelo, árboles retorcidos por el viento y figuras humanas que parecían contar historias silenciosas. Mateo la miró con curiosidad y le ofreció una pequeña figura de un colibrí. “Es el símbolo de la esperanza”, le explicó. “A veces, incluso las criaturas más pequeñas pueden superar grandes desafíos”. Karina sostuvo la figura en sus manos y sintió una conexión instantánea. No era solo la belleza del colibrí, sino la historia que llevaba consigo. Miguel le habló de su propia lucha contra la adversidad y cómo el arte le había dado un propósito y una forma de expresión. A partir de ese día, Karina y Miguel se encontraron en el mercado con regularidad. Hablaban de sueños, de segundas oportunidades y de la belleza oculta en las cosas simples. Miguel le enseñó a tallar su propia figura de colibrí, y juntos compartieron risas y momentos de silencio. Con el tiempo, Karina descubrió que la verdadera belleza no residía solo en su apariencia, sino en su capacidad para conectar con otros seres humanos. La amistad con Miguel la llenó de esperanza y le recordó que, incluso después de las pérdidas, siempre hay espacio para nuevas conexiones y segundas oportunidades. Estaba resuelta por encontrarse algún día con Kevin, su corazón no podía olvidarlo tan fácilmente. Al escuchar las historias de su amigo Miguel se sintió inspirada, ya tenía algo en mente. Sus quince años llego, mientras bailaba en el centro del salón adornado con flores y luces centelleantes, Karina se permitió mirar hacia el futuro. Soñaba con viajar, con estudiar y con encontrar su propio camino en el mundo. Pero más que nada, soñaba con reencontrarse con Kevin, con compartir sus historias y descubrir si el lazo que los había unido en la infancia podía florecer una vez más en la madurez. Karina y su padre giraban en la pista de baile, sus risas llenando el salón. A sus quinceaños años, Karina había dejado atrás la niñez y se enfrentaba al mundo con una mezcla de emoción y determinación. La ausencia de Kevin en su vida había dejado un vacío, pero también había despertado en ella un deseo de explorar más allá de las fronteras familiares. “¿Por qué dices que eres una niña tonta?”, preguntó su padre, mirándola con cariño. “Eres mi princesa, y siempre has sido más sabia de lo que crees”. Karina sonrió y se atrevió a compartir su deseo. “Papito, quiero viajar a Canadá. Mis padrinos viven allí, y quiero estudiar algo nuevo en ese país”. La sorpresa brilló en los ojos de su padre. “¡Canadá!” —Quiero conocer ese país y, ya que mi padrino vive allá, me gustaría tener esta oportunidad. — Es un lugar hermoso, lleno de oportunidades. —Eso mismo, pienso yo, quiero una experiencia laboral. — Hablaré con los Jones para que te apoyen en esta aventura. Karina se sintió emocionada. Pronto estaría en Canadá, explorando paisajes nevados y sumergiéndose en una cultura diferente. Pero también sabía qué había más en juego. Kevin, su amigo de la infancia, también vivía allí. ¿Se reencontrarían después de tantos años? Su mente voló hasta que su padre la trajo a tierra nuevamente. —Eso será después de tu cumpleaños número dieciocho, hasta entonces permitiré tu viaje. —No es justo, papa. —No voy a permitir que mi niña ande de viaje sin ser mayor de edad. — Está bien papi. Esperaré ese viaje con ansias. Mientras tanto, Kevin se encontraba en una encrucijada. La vida en Canadá le había brindado oportunidades, pero también había aprendido que el éxito no siempre garantiza la felicidad. Su novia de tres años, quien se llama Lucrecia, era una joven elegante que destacaba en las fiestas sociales. Sin embargo, algo en su interior seguía buscando algo más profundo que las apariencias. La vida de Kevin en Canadá era un tapiz de éxitos profesionales y eventos sociales, con Lucrecia a su lado, cuya elegancia y belleza eran la envidia de muchos. Sin embargo, en la quietud de la noche, cuando las luces de las fiestas se apagaban y el eco de las risas se desvanecía, Kevin se encontraba a sí mismo reflexionando sobre lo que realmente significaba la felicidad. Kevin se encontraba atrapado entre dos mundos: el que compartía con Lucrecia, su elegante y famosa novia, y el que había dejado atrás en México, donde Karina aún ocupaba un lugar especial en su corazón. Las calles nevadas de Canadá parecían reflejar su propia confusión mientras caminaba, perdido en sus pensamientos. Lucrecia, con su inteligencia aguda y su gracia innata, había capturado el corazón de Kevin. Juntos, formaban una pareja que parecía destinada al éxito. Pero a medida que la relación se profundizaba, Kevin no podía evitar comparar la conexión que tenía con Lucrecia con los lazos que una vez compartió con Karina. Aunque diferentes en muchos aspectos, ambas habían dejado una huella imborrable en su vida. Un día, mientras Kevin sostenía la carta de Karina en sus manos, la nieve seguía cayendo suavemente a su alrededor. La fotografía antigua que ella mencionaba estaba arrugada y desgastada, pero las sonrisas en sus rostros eran tan vívidas como siempre. Karina le pedía que hiciera un esfuerzo por asistir a su fiesta de cumpleaños número dieciocho en México. Era un capricho, un último favor que ella solicitaba. Kevin cerró los ojos y recordó los días de su infancia, cuando él y Karina compartían secretos, risas y sueños. ¿Debería volver a México, aunque fuera por un momento? ¿Qué significaría eso para su relación con Lucrecia? Las decisiones pesaban sobre él, como la nieve acumulándose en las aceras. En su corazón, Kevin sabía que había llegado el momento de enfrentar su pasado y su presente. La carta de Karina era un recordatorio de que los lazos verdaderos no se desvanecen con el tiempo, sino que esperan pacientemente a ser reavivados. ¿Aceptaría el desafío y viajaría de regreso a México para ver a Karina en su día especial? Solo él podía tomar esa decisión, y el destino aguardaba su respuesta. Los meses pasan y ese día se acerca, a solo dos meses para el cumpleaños de Karina, Kevin aún no ha decidido asistir. Lucrecia, una mujer astuta y ambiciosa, tuvo un desayuno con un reconocido extranjero, amigo de Kevin. Ese hombre la invitó a un crucero, y ella aceptó sin decirle a Kevin. Cuando él se enteró, todo su mundo se vino abajo. «Como es posible, donde quedo todo el amor que nos profesamos, maldita sea» **** Mientras los días se desvanecen en el calendario, la desesperación de Karina crece como una sombra al atardecer. La fiesta de cumpleaños, planeada con meticulosidad que rivaliza con las festividades más grandiosas de México, pende de un hilo de dudas y nervios. Lucrecia, con su cabello rubio como el sol resplandeciente y ojos que destellan con la promesa de aventuras no contadas, se encuentra en la cubierta del crucero, mirando el horizonte donde el mar besa al cielo. El extranjero, un hombre de mundo con una sonrisa que oculta más de lo que revela, se acerca con dos copas de vino espumoso. — ¿Qué piensas, Lucrecia? — pregunta el extranjero, su voz suave como el viento en alta mar. Ella sonríe, pero sus ojos reflejan una tormenta interna. — Estoy atrapada entre dos mundos — confiesa— Uno lleno de luces brillantes y oportunidades, y otro que me llama desde lejos, como un eco de recuerdos. El extranjero levanta su copa en un brindis silencioso. — A veces, las decisiones más difíciles son las que nos definen. ¿Qué eliges, Lucrecia? Ella mira el horizonte, donde el sol se sumerge en el océano. — No lo sé — murmura— Pero sé que mi corazón está en dos lugares a la vez. —Por la vida que nos espera — brinda, y Lucrecia, con una sonrisa que no llega a sus ojos, acepta la copa. —Espero que estas vacaciones la disfrutemos, porque una vez termine regresaré con mi prometido. —Haré que jamás olvides este viaje, querida.
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